Al ingresar a mi primera escuela de música, me di cuenta de que debía complementar esa formación con el aprendizaje de las corrientes populares y la improvisación. Sin embargo no fue hasta que fui un adulto que canté durante un par de años en el Simón Bolívar Big Band Jazz. Donde experimenté la verdadera dinámica en ese medio. Con mucho estudio y escuchando mucha música pude abrirme a la interpretación de algunos temas en la voz y di mis primeros pasos en improvisación en el piano. Con el tiempo, conocí otros músicos del género y pude asomarme en esa puerta que daba a la dimensión hasta ahora desconocida de jazz.

En mi casa, mi comunidad, mi familia siempre se cantaba y tocaba, y en oportunidades yo me integraba o cantaba alguna canción. Sin embargo, por mi lado, yo escuchaba algunos temas de rock o cualquier cosa que estuviera sonando y me gustara, e intentaba sacar un par de ellas en el piano. Esto también me abrió las posibilidades de tocar sin una partitura.

Recuerdo que en la escuela, mi proceso de experimentación muchas veces se estancó, nunca se me hizo fácil sacar al piano las piezas, y por no repetirlas, se me olvidaban. Tenía un compañero que era muchísimo más talentoso para la música popular y siempre sacaba las canciones que más nos gustaban, así que de alguna manera, yo asumí una actitud de que eso no era lo mío y que debía dedicarme mejor a las cosas que me enseñaban en clases de piano.

Hoy en día ya pasaron 21 años desde mis primeros días en la escuela de música y mis inquietudes siguen siendo las mismas.

Cómo derribar las “fronteras”

Es importante tomar en cuenta que la música “académica” pura ni siquiera existe si nos damos cuenta de que toda la música tiene sus raíces en los ritmos y melodías tradicionales de cada lugar, de cada cultura, o por lo menos se ven altamente influenciados por lo que pasa en la calle, en las fiestas, por los sonidos de nuestra madre cuando nos canta, de la naturaleza, y al final toda la música, todos los músicos, todos los compositores vamos a desembocar en el mismo mar abierto de los sonidos.

Lo primero que recomiendo es escuchar música de todos los géneros que sea posible, y especialmente del género al que te quieres adaptar en ese momento. Fue muy importante para mí escuchar a las cantantes de jazz que han marcado historia y una pauta, como Ella Fitzgerald y Billie Holliday, que son en primer lugar mis referentes vocales.

Como a mí me pareció más interesante y entendible la música de Miles Davis, entonces puse a Miles a cualquier hora y transcribí algunos solos. También busqué descifrar los solos de Coltraine, de Chick Korea, de Herbie Hankock en el piano y transcribí unos cuantos de Ella Fitzgerald… Así fui obteniendo más herramientas y fui acostumbrando mi oído.

Para el músico “clásico” o “académico” puede ser al principio un poco hostil el mundo del jazz. Es otro lenguaje. Sin embargo creo que lo principal en este caso, además de escuchar mucha música, es conocer bien la armonía, y en el piano es importante aprenderte los voicings que más te gusten. O sea, la manera más cómoda de estructurar un acorde con sus extensiones. Preferiblemente en una disposición cerrada que puedas cubrir con una mano, y luego enlazarlo con otros acordes.

Es bueno trabajar primero una disposición del acorde partiendo de la fundamental, que es lo más fácil, y después aprender los voicings que son rootless o “sin raíz”, o sea, sin fundamental, para tocar con un bajo o una banda. Después de aprender un par de acordes, llevarlos a la mano izquierda (en este caso el teclado o piano se desenvuelve en un registro medio-agudo), para poder tener la derecha libre para hacer más extensiones del acorde o las frases que quieras. Se trata de ir poco a poco practicando la lectura del cifrado y la improvisación, al principio partiendo de la imitación de los artistas que más escuches y poco a poco irte independizando. Son muchos datos y detalles que irás conociendo en el camino.

Lo más importante a la hora de improvisar es tener algo que decir. Esto puede sonar un poco abstracto, pero significa compenetrarte con el mensaje de la canción que vas a interpretar, y conocer la melodía, generar como un intercambio, cuando tomando como inspiración el tema, te desprendas a improvisar sobre la base armónica.

Estamos en constante aprendizaje

Los conocimientos que tengas nunca sobran. Para ser un buen intérprete, independientemente del género, tiene que haber una conexión entre la música y quien la está interpretando. Bien sea porque es parte de su propia cultura o bien porque te interesaste en esa obra y te compenetraste con todos los aspectos históricos, sociales y emocionales que llevaron al compositor a escribir eso.

Muchas pueden ser las razones que te conecten con esa música que quieres interpretar. No importa si no eres músico, y sólo quieres sentir la obra o si normalmente te dedicas a otro género. Siempre estamos a tiempo de conocer una nueva pieza. En el proceso aprenderemos a interpretarla cada vez mejor.

Estoy de acuerdo con que en la música no existen las fronteras entre las técnicas o los estilos. Al final, todos se entrelazan. Como los sentimientos que nos unen a todos los seres humanos, los sonidos y lo que estos expresan, también son universales. Lo importante es que pasan por uno y a veces no se van sin dejar una huella, y eso es lo que lleva al intérprete enamorado a querer que todo aquel que pueda, lo escuche con su sonido, lo vea desde su propio lente.