Me complace en gran manera poder expresar a través de este concurso mis deseos para la bella VeneSUEÑA, como acostumbro decirle. Invito a @marianavila, a @juan2017 y a @yariadnis, pues estoy convencido que ellos también anhelan una patria mejor.

Reza un dicho popular "a grandes males, grandes soluciones"; Venezuela necesita una "gran solución" y esta se encuentra solamente en el Dios del cielo. Se que con esta introducción me arriesgo a que muchos inmediatamente dejen de leer, pero correré el riesgo y voy a continuar.

El enfoque que planteo no tiene que ver en lo absoluto con religión, prácticas litúrgicas o cambio de credos confesionales. Mí objetivo es demostrar que la suprema felicidad, aquello que se describe como "bienaventuranza", no está entre los hombres, ni habita entre ellos; nuestra solución viene de lo alto.

La Biblia, el libro (aún hoy) más vendido y leído del mundo, nos dice que es "bienaventurada" ("feliz, feliz, feliz", o "supremamente feliz") la nación cuyo Dios, cuyo gobernante es Jehová. Pero, ¿es simplemente porque "la Biblia lo dice"? No, es porque los gobernantes de la naciones se enseñorean de ellas y las usan para sus fines personales; no así el Creador de los cielos y la tierra.

Cuando una nación aprende el temor de Dios ya no es un grupo de personas donde cada uno busca su satisfacción personal, sino que el beneficio de mí prójimo es mí beneficio. No somos "muchos", somos "uno", un sólo corazón y un solo sentir aunque seamos mas de treinta millones de venezolanos; el nexo vinculante en cada uno de nosotros es la vida de Dios expresada en la Persona de Su Hijo, Jesucristo.

Tristemente el hombre posee una naturaleza caída la cual siempre busca lo suyo, mira por sus propios intereses y le es imposible obedecer a Dios y aprender temor del Cielo. El hombre precisa una naturaleza nueva, divina, una que pueda expresar obediencia, temor, unidad y todos los elementos necesarios para disfrutar de una nación supremamente feliz.

Claro, lo más "fácil" es buscar una esperanza entre los hombres aunque siempre resulte inefectiva. Una esperanza "política", un gobernante mejor, un empleo mejor, incluso un "dios" (si, con "d" pequeña) mejor. Y así vamos por la vida, esperanzados en la promesa "mesiánica" de turno, incapaces de levantar nuestros ojos al Dios del cielo.

Las mismas Escrituras reafirman que cuando los justos gobiernas el pueblo se alegra, pero cuando gobiernan los impíos el pueblo gime. Mi deseo para Venezuela, para VeneSUEÑA, es que la gloria del Todopoderoso inunde cada familia, proporcionándonos una naturaleza capaz de amarle, de hacer Su voluntad y en consecuencia brote la justicia desde los más altos estrados del país hasta el hogar más humilde.

El efecto de la justicia siempre será la paz. Y por "paz" no me refiero a la ausencia de conflictos, sino a individuos plenamente capacitados para ser agentes de cambio, transformadores de atmósferas. Quizá puedas pensar que esto es una utopía pero aun los maratones más largos comienzan con solo un paso. No te olvides que la mejor definición de locura es hacer siempre las mismas cosas esperando resultados diferentes.

Para que algo cambie, tienes que cambiar tú primero (y yo) ¿Por qué no empezamos hoy, a solo una semana de las elecciones de nuestro país, poniendo nuestra esperanza en la Persona más importante del mundo, Cristo? Él nunca falla, atrévete.