Sangrado.
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Gritos, caída, herida
Los niños pasan por una etapa en la que no quieren caminar, sino correr, y el coro más sonado de la mamá es no corras, te vas a caer. Pero son sordos y no escuchan, hasta que llega el día en que se dan una tremenda caída y solo gritan para decir: mamá, mamá, mamá y a llorar por horas, sobre todo cuando ven que su rodilla comenzó con sangrado.
Tomando en cuenta que la sangre es escandalosa y ellos se aterran cuando la ven y hasta creen que se van a morir por una raspadura en la rodilla. A la mamá le toca no solo calmarlo, sino también atenderlo limpiando la herida, colocando la pomada o medicamento que corresponde y que normalmente se tiene en casa, así como colocar una bandita para cubrirla.
Pasan apenas unos días en la cama consentidos, pero apenas dejan de sentir molestia, se les olvida por lo que pasaron y vuelven a seguir corriendo. Esto cambia un día cualquiera cuando ya dejan esa etapa atrás, empiezan a crecer y encuentran otras formas de entretenimiento; mientras que mamá sigue allí a su lado para curar cualquier otra herida cada vez que lo necesiten.
Algunos quedan con el recuerdo de esas heridas de guerra, sobre todo cuando tienen ciertas marcas o cicatrices. Al final eso también es parte de la vida, no siempre serán niños.
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