¿Por qué el título de esta publicación? Simple. Los viajes, por lo general, son motivados por motivos positivos y llenos de alegría. Lamentablemente eciste un lafo de luz y uno de sombras. Es por ello que muchas veces los motivos de algunos viajes no propiciados por un motivo alegre.

Pueden existir situaciones familiares que obligan a realizar un viaje inesperado. Esto se puede ampliar hacia otras situaciones. Viajes de trabajos por motivos de una urgencia laboral o situaciones similares.

Lo cierto es que, a pesar de la premura que lleve a realizar un viaje, siempre se trata de que para el mismo llevemos o mínimo necesario para cubrir lo básico a la hora de dejar el hogar para emprender un viaje.

En mi experiencia particular mi vida tiene la tendencia de estar basada, en cierta forma, en la Ley de Murphy. Es que por más que trate de planificar todo bien con el fin de contar con todo lo necesario para un viaje placentero, siempre hay algo que dejo en casa.

Claro, to no soy una persona que tiene la doctrina de planificación al nivel de personajes como Sheldon Cooper o alguien parecido que tiene como premisa hacer un control estricto de lo que se debe llevar o no en un viaje en particular.

Es por ello que quizás sea normal que cuando quiera contar con algún producto, prenda o algo que juraba y perjuraba que había metido en el equipaje, la reacción más normal es acordarme de la progenitora de muchas personas, así las mismas no tenga nada que ver con mi descuido.