La historia de un inmigrante / Huyó de los nazis, huyó de Pinochet y terminó en Venezuela

Sobre inmigrantes existen millares de historias en el mundo, pero lo que menos imaginamos los venezolanos hace un par de décadas atrás, es la patética realidad de ser hoy en día el país con la mayor diáspora del planeta, la que está rondando los 8 millones de ciudadanos. Y curiosamente esa emigración masiva no se debe a una guerra, sino más bien al asalto de los poderes públicos y de las riquezas más emblemáticas de la nación.

En consecuencia, cada uno de esos casi 8 millones de personas es una historia en sí misma y ya buena parte de nuestros familiares y amigos se volvieron seres errantes que muchas veces se mudan de un país a otro viendo la manera de cómo sobreviven.

No obstante a que tengo distintas informaciones de lo que algunas de esas personas han vivido o viven en su vida de forasteros, les contaré, en su defecto, la historia de Olenka, una mujer judía que emigró desde Europa el siglo pasado.

Una vez que Hitler se hizo del poder comenzó en Alemania y luego en el resto de Europa una feroz persecución en contra de los judíos. En vista de esa situación los padres de Olenka tomaron la decisión de huir hacia Sudamérica. Para entonces tenían cinco hijos, tres niñas y dos niños, y Olenka era una de las niñas.

Tomaron un barco en un puerto de Italia y zarparon rumbo a la Argentina, pero desdichadamente en medio del camino, a mitad del Atlántico, el padre de Olenka se enfermó de pulmonía y falleció.

Imagen del autor elaborada en promeai.com
Fue un duro golpe para aquella viuda y sus cinco chiquillos, pero no les quedó de otra que seguir adelante.

Llegaron a Argentina y, gracias a la cooperación de otros judíos que ya habitaban en aquella nación, la familia se fue a vivir a un pueblo en la parte central del país. Allá la señora, como buena judía, inteligente y trabajadora, se dedicó a la agricultura y a la cría de algunos animales domésticos, y de ese modo pudo levantar a todos sus hijos.

Al volverse una chica adulta, Olenka se trasladó a Estados Unidos, debido a que había fábricas de armamento que estaban necesitando mano de obra. Para entonces la Segunda Guerra Mundial estaba finalizando.

Allá en EUA tuvo la oportunidad de pulir y dominar el inglés. Llegó a hablar cerca de 4 idiomas: yidish, italiano, español e inglés. Hubo instantes en que yo le decía frases en inglés y ella me corregía la pronunciación.

Los avatares del destino hicieron que Olenka se enamorara de un chileno y se fue a vivir a Chile. Posteriormente su esposo fue un blanco de ataque de la dictadura pinochetista y la pareja tuvo que huir de aquel país, y se dirigieron a vivir a Venezuela, ya que en nuestro país las universidades estaban necesitando docentes de alto calibre.

Cuando Olenka era mi vecina ya estaba pisando los 90 años, pero se veía fuerte y lúcida. Yo disfrutaba de sus historias y había veces que me las repetía con su precioso acento argentino.

En conclusión, la vida de Olenka fue un continuo correteo de un país a otro. Ella fue una gran sobreviviente de la diáspora judía, y, afortunadamente, sus últimos años de vida fueron felices y tranquilos; claro, en la Venezuela de la IV República.

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