Verdes colinas, e inmensos bosques se ven desde la ventana de mi habitación, la luna y las estrellas brillan incesantemente, mi gata Maga se acurruca en mi almohada, la noche se encarga de mi sueño.

Maga tiene frío, se pega en mi pecho buscando abrigo, yo la abrazo y sigo mirando la luna por la ventana, recuerdo los cuentos de mi abuela, que decía que los niños obedientes siempre serán felices. Yo lo soy, aunque mi abuela ya no está, hace un año exactamente que murió, era muy viejita y un Ángel la vino a buscar una noche como la de hoy, con luna y estrellas brillantes.

En el bosque, hay una montaña alta, muy bonita, cuando amanece el sol la pinta de hermosos colores, y las nubes se disipan. Mi abuela Margarita siempre quería ver el amanecer y el ocaso desde el balcón de la casa, decía que era mágico, la llenaba de vida. Recuerdo que cuando miraba los atardeceres, se quedaba como ida, estaba recordando tantas cosas, a mi abuelo cuando compraron esa casa, a mi mamá y a mis tíos cuando jugaban en el jardín, siempre tenía una historia que contar.

Desde que murió mi abuelo ella nos pidió que nos mudáramos con ella, que esa casa era muy grande para ella sola, y como mis tíos viven en otros países con sus familias mi mamá aceptó que nos mudáramos a su antigua casa. Yo dormía en la habitación que era de mi mamá, era hermosa, muy acogedora, y por alguna extraña sensación yo me sentía muy,pero muy cómoda ahí.

Mi abuela me contaba, que cuando mi mamá era pequeña, le decía que quería subir la montaña, para jugar con los gatos que allí viven, ella siempre le seguía la corriente, pensaba que la imaginación de un niño debe ser alimentada, y entonces yo le decía que yo quería jugar también, con mamá, con ella y con los gatos, mi abuela me decía que eramos unas exploradoras, nos metíamos en el armario e imaginamos que era un refugio, y encendiendo algunas linternas, contábamos historias de duendes y hadas, ja ja ja ja ja, reíamos mucho, varias veces nos quedamos dormidas en el armario, mi mamá al otro día nos despertaba con chocolate caliente y panecillos, nos preguntaba como estuvo la aventura.

Mi abuela me dijo una noche antes de dormir, que a veces bajan algunos gatos desde la montaña, y si no cerraba bien la ventana, se podían meter en mi cuarto, pero que no les tuviera miedo nunca, ellos estaban para protegerme, nunca me harían daño. Extrañamente, Maga apareció en mi casa, en el balcón de mi abuela, pocos días después de morir, desde entonces me acompaña, a todos lados, y muchas veces se mete en el armario y juega entre las sábanas.

Desde que Maga está conmigo, recuerdo mucho a mi abuela, a veces pareciera que ella estuviera conmigo y muchas veces Maga hace cosas que me hacía mi abuela, como acariciar mis cabellos. He visto a Maga en el balcón, viendo amaneceres y atardeceres, y es como si viera a mi abuela Margarita ver la Montaña mágica.