Una historia a partir de una imagen digital de @xpilar - No te quites la venda de los ojos

Una sensación rara nunca antes vivida: la lengua pesada, un sabor a metal en la boca, como si había comido hierro molido, la visión borrosa; formas difusas y colores se empeñaban en pasar en vertiginoso viaje por su mente, más un peso en la cabeza, todo ello le impedía mantener los ojos abiertos: la venda era innecesaria, pero le habían insistido en que no se la quitara y no lo haría.

 
Había un ruido ensordecedor afuera, como una súperautopista, este sonido le recordaba a la viejecita que vivía debajo del puente. Constantemente pasaban autos por encima y el ruido le obligaba a gritar, de todas maneras la señora era sorda; no se daba cuenta de sus lamentos. Como sordos eran todos los que habían estado oyendo sus súplicas, quería que la sacaran de esa maleta, ¿realmente estaba en una?

 
Ahora escuchaba que la llamaban, sí, era su nombre, intentaba en vano levantar la cabeza, hizo un esfuerzo mayor y pudo ver por la abertura que le dejaba la maleta del carro, por una abolladura, quizá un choque anterior, eso ahora no importaba; atisbó el camino: cielo y tierra se casaban y pintaban el pavimento, los árboles parecían que corrían, arrancados a la fuerza de su pedestal de nieve.

 
No, definitivamente no se sentía bien. “Ernestina” sintió que la llamaban nuevamente y se obligó a abrir los ojos, era su hermana que con un vaso de agua en la mano intentaba reanimarla. “¿Hasta cuándo te voy a decir que no mezcles tantas plantas medicinales?, un día de estos te vas a envenar” sintió que le gritaba, mientras ella volvía a sumergirse en su torbellino azul, en su viaje de formas, en su cama de agua, en su recorrido conocido y eterno; “no te quites la venda de los ojos”.

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Contenido escrito original
Imagen tomada de la propuesta del concurso.

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