El Enigma de Chintámani/DÉCIMO NOVENO CONCURSO DE ESCRITURA Y PINTURA !! / #WORLD OF XPILAR

Cansado de las vanidades y las rutinas del mundo, José decidió emprender el viaje para encontrar la piedra de Chintámani.

Muchos eran los cuentos que había escuchado sobre esta misteriosa joya, por lo que estaba decidido comprobar si realmente existía o sólo formaba parte de los tantos mitos y leyendas de muchas culturas.

Por lo que una mañana, se detuvo a recordar todo lo que se decía de esta piedra, lo que representaba para muchas regiones y cualquier otra información que le sirviera de pista para trazarse un mapa que lo llevara a la acción “descifrar el enigma de Chintámani”.

“Chintámani, una reliquia preciada por su misticismo con capacidad de otorgar deseos a quien la porta, con ella podrías alcanzar la capacidad para comprender la verdad, que convierte en oro todo lo que entra en unión con ella, cristal purificador de agua que podría aclarar el agua turbia, piedra misteriosa que tiene la capacidad de eliminar la pobreza y el sufrimiento”.

José hizo memoria de lo que creían los budistas sobre su ubicación, que esta piedra preciosa había quedado en custodia por los seres que habitan en Shambala, un lugar tan secreto como la misma Chintámani, que se encuentra en Asia, en algún lugar del Tibet, en aquellas montañas cubiertas de nieve llenas de montañas rocosas, al norte del Himalaya, con una vegetación como la que se encuentra en la imagen que acompaña este escrito y las memorias de José.

Luego de una semana de preparativos, emprendió su viaje…las primeras caminatas iban cargadas de motivación por llegar a los picos nevados del Himalaya, algo le decía que encontraría el Shambala entre estos picos blancos y aquellos valles aislados que tanta gente describía como un santuario de paz, otros tantos días busco en el aspecto de la piedra y los beneficios de poseerla la motivación para seguir avanzando.

Siguiendo lo inculcado en la tradición budista, durante la travesía empezó a recitar un mantra llamado chintámani chakrá que su abuelo entonaba cuando buscaba protección:

om varada padme hūm
om padma chintāmaņi jvala hūm

Seis meses de recorrido no sólo fue el tiempo que le permitió a José computar una travesía infructuosa sino el tiempo en el que empezaron a emerger los más crudos cuestionamientos:

¿ Correría yo la misma suerte de Nicholas Roerich y la leyenda de Shambala?, por lo menos a él le llevó 15.500 piedras y 35 picos en cinco años, ¿realmente existirá esta piedra y este reino utópico? (eran los pensamientos recurrentes de él)

Y justo allí, en este mismo momento empezó la verdadera travesía de José, le tomó medio año encontrar el real significado de muchas cosas, de comprender que no hay caminos equivocados cuando se encuentra la llave interior y que las verdades son relativas.

José comprendió que Chintámani sirve de cristal purificador cuando tu fe es tan grande que permite despejar tus dudas, mismas que actúan en el ser humano como el agua turbia.

Que el progreso humano no depende de una piedra sino del impulso que tengamos por ser mejores desde nuestro interior.

Que cada persona pasa facetas, así como las piedras a lo largo de los años y que cada capa superada reflejará más brillo y que este acabado es individual.

Que la mente iluminada puede realizar todos los sueños y deseos y ya para finalizar con lo que me enseñó José en su cuento me hizo prometer tener siempre presente que el enlace entre el mundo real y el mundo que existe más allá, que puede ser Shambala u otros tantos de miles siempre estará en tu propio corazón.