SEC-S10W4: ''Un día terrible de mi vida''

  La vida nos conduce en una montaña rusa donde tenemos buenos y malos momentos los cuales, son perfectos para ayudarnos a forjar nuestra personalidad a través de las experiencias que cada una de esas vivencias van dejando en el paso de nuestra vida por lo tanto, a este tipo de eventualidades es lo que se le conoce como la escuela de la vida.

  Ahora bien, el punto más clave en todas las vivencias que experimentamos es que, de los malos momentos es donde recibimos las mejores experiencias de la vida y, a raíz de esto es donde se concluye que, la madurez de una persona realmente se adquiere después de haber experimentado una situación desagradable por lo tanto, tenemos la tarea de extraer todo lo bueno que hay en lo malo.

  El día más terrible de mi vida fue el 05 de mayo de 2009 cuando se llevó a cabo una reunión con mi madre biológica que, solamente en mi cabeza estaba que iba a ser un momento de felicidad y a partir de ese día, íbamos a tener una convivencia de madre e hija como tradicionalmente sucede.

  Ahora bien, para contextualizar brevemente lo anteriormente mencionado, mi madre biológica se fue de mi lado después de que nací y, para conocerla, tuve que esperar tener 12 años de edad ya que, luego de haber insistido durante mucho tiempo, mi papá logró contactarla y concretar una reunión con ella en una panadería; siendo este un lugar que ella misma asignó porque, no quiso que fuera en mi casa o la de ella pero, para ser honesta, en ese momento lo único que me importaba y causaba alegría era que finalmente la iba a poder conocer y darle un gran abrazo en compañía de unos bombones que mi papá me compró para tener un detalle con ella.

  Estando finalmente en la reunión, no habían transcurrido ni siquiera 10 minutos cuando la señora me dijo que no me emocionara mucho porque, esa era la primera y única vez que íbamos a estar juntas ya que, ella no tenía ningún interés de formar parte de mi vida y, así como habíamos estado era lo mejor visto que, nunca quiso ser madre y yo no tenía que haber llegado al mundo.

  Cuando ella me dijo eso y muchísimas cosas más, la Pahola alegre y amorosa se comenzó a apagar porque, en sus palabras sentí el odio y rechazo que me tenía por lo tanto, este día inició mi turbio y prolongado camino hacia la depresión llegando al nivel de querer quitarme la vida porque no tenía derecho de estar en este mundo y al mismo tiempo, de esa manera le hacía un favor a esa señora de no tener que vivir con el pensamiento de que por ahí hay una hija de ella.

  Gracias a Dios no y para evitar que se repita, cumplí su petición de no querer buscarla más y bueno, después de todo lo que dijo, no me quedaron ganas. De igual manera, tampoco tengo ninguna relación social con alguien cercano a ella que por alguna u otra razón nos lleve a tener un tipo de conexión y, es mejor así porque, la presencia de alguien no se debe imponer por muy padre, madre o hijos que sean ya que, el que quiere estar, está y lo hace de corazón por motivo propio. En palabras más y palabras menos, no existe ningún tipo de vínculo o manera que pueda promover que una situación similar se pueda repetir.

  Esta mala experiencia me estremeció durante 10 años mientras estuve sumergida en la depresión sin embargo, hoy día es algo que no me afecta y aunque tal vez parezca descabellado, agradezco haber tenido esta mala experiencia con ella porque como dice el refrán "Perdiendo también se gana" y aquí, tuve muchos aprendizajes.

  Esta situación fue y sigue siendo una escuela de aprendizajes en mi vida porque, a través de este evento aprendí que, si no hay necesidad de abrir una puerta, es mejor dejarla como está ya que, detrás de ella pueden existir circunstancias que nos perturban la vida de una manera desgarradora.

  Aunado a lo anteriormente mencionado, también aprendí que una persona o circunstancia tiene la facultad de destruirnos la vida si no estamos preparados para ese golpe pero, nosotros también tenemos poder para reponernos y neutralizar que esa mala vivencia nos convierta en lo que no somos por lo tanto, el amor de nuestros seres queridos es la mejor medicina para aliviar el dolor ocasionado. En vista de esto, no nos puede quedar la menor duda de que, todo lo duro que nos sucede, aflora nuestro lado blando y si realmente queremos aprender las lecciones que esa vivencia tenga, no permitamos que nuestro corazón se endurezca porque, solo el amor nos edifica para bien.

¡Muchas gracias por leer mi publicación!

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