Aún recuerdo cuando decretaron la cuarentena radical en Venezuela, era 12 de marzo de 2020. Por cuestiones del destino Carlos (@acostacazorla), que es mi marido, y trabaja en Caracas, se encontraba en Cumaná para ver a un amigo que había llegado de Colombia y luego partiría a España, donde están sus hijos.

Los planes de Carlos eran ver al amigo y regresarse a Caracas a trabajar, pero ya los rumores de que decretarían la cuarentena radical eran tan fuertes que él decidió venirse para Carúpano, que es donde yo vivo, para esperar los decretos gubernamentales, que se dieron como suponíamos.

El destino nos favoreció de tal manera, que Carlos y yo pasamos toda la pandemia juntos. Yo salía a comprar los alimentos, y él se quedaba en casa.

El 1 de diciembre de 2020 ya se había flexibilizado un poco lo de la cuarentena, con una semana de actividades normales y una semana radical. Carlos es entrenador deportivo, y sus atletas estaban desesperados por comenzar a entrenar. De modo que él se fue a Caracas y yo me quedé en Carúpano.

En el año 2021 comenzaron a poner las vacunas, yo me puse la mía, y llamé a Carlos para que se inyectara, pero él no me hizo caso a mí, sino a un amigo que le dijo que esas vacunas enfermaban más.

El 15 de octubre de 2021 Carlos enfermó de covid. Cuando comenzó a sentirse "raro" me llamó y me dijo que se sentía desganado y con deseos de estar acostado, pero riéndose me comentó: "No es covid, porque tengo un hambre que no se me quita y todo lo que como me sabe sabroso". Los dos nos reímos, y nos tomamos el asunto como un chiste. Luego Carlos se enteró que uno de sus atletas había salido positivo de covid y estaba hospitalizado. Eso fue un detonante para él. Carlos es sumamente nervioso, y el solo hecho de saber que podía tener el virus hizo que se sintiera muy mal. Fue a hacerse las pruebas y salió positivo. Desde ese momento, Carlos sintió pánico de morirse y el virus aprovechó para "danzar" feliz por su cuerpo.

Cuando recibí la noticia de la enfermedad de Carlos me fui de inmediato para Caracas para atenderlo. Lo cuidé y me cuidé. Es decir, utilicé todas las medidas de barrera que pude. Yo no me podía darme el lujo de enfermarme. Al principio, Carlos estaba respondiendo bien a los medicamentos por vía oral. Pero cuando llegamos al "día pico", séptimo día, comenzó con fiebres muy altas, escalofríos y dificultades serias para respirar. Llamamos al neumonólogo y recomendó cambiarnos al tratamiento intravenoso, y debía ser conectado a un respirador artificial.

Esa noche no dormí. Carlos se descompensó mucho. Parecía otra persona, su piel tenía un color extraño. Fueron estos los tres días más difíciles de mi vida.

Una de esas noches, el cansancio me venció y me quedé medio dormida; soñé que tenía covid, me desperté sobresaltada y sentía que no podía respirar. Como pude me levanté de la silla, subí los brazos y abrí la boca para buscar aire. Sentí que los nervios me estaban jugando una mala pasada. Me tomé media pastillita de Alpram de 0.5 mg., que le habían mandado a Carlos para que durmiera relajado, y pude descansar.

Al otro día me sentí bien, tuve un sueño reparador en todos los sentidos, porque reconocí que es el "miedo" el que me estaba conduciendo al abismo.

Por fortuna, Carlos se recuperó progresivamente, y nos vinimos para Carúpano a finales de noviembre y pudimos pasar unas Navidades juntos y felices.

Yo con mi sobrino fallecido

En casa le tenemos miedo al mes de octubre; yo quisiera borrarlo del calendario. NI sobrino murió en octubre y ese mismo mes Carlos se enfermó.

Yo y mi hermana Rosa cuando salía para Colombia