Resulta que me contamine en el quirófano con una bacteria y tuve infección a nivel del tejido óseo; desarrolle un ceroma que se llenó de pus, mucha secreción purulenta; tuvieron que extirpármelo, meterme mecha porque me quedo un orificio considerable que daba al hueso. Me lo trataron con antibióticos parejo y a muchos hice resistencia hasta que un urocultivo arrojo que el indicado era la Amikacina que a Dios gracias, en ese tiempo se conseguía y era económico.

Las curas consecuentes de esa lesión fueron muy dolorosas e incomodas, era un dolor punzante, ardía mucho, no me dejaba conciliar el sueño; algo indescriptible. Luego me indicaron parchos de Kaltostat, si mal no recuerdo su nombre eran unos parchos que me colocaban en la herida para “llamar carne” promover la formación de tejido en el orificio que me había quedado y pudiera cicatrizar ese tramo. Era incomodo porque ese proceso de regeneración de tejido produce prurito o picazón y no podía rascarme; además que generaba secreción y mojaba constantemente las gasas, la ropa y la cama. Finalmente cicatrizo pero perdí mucho tejido óseo que desencadeno progresivas intervenciones

Sinceramente no, aparte de la sobreprotección de mi mami, mi mosquetera mayor, fui una niña muy tranquila; donde me decían que me sentara, allí me quedaba y también me acompaño la suerte que no tuve ningún trauma medico durante mi niñez, incluso de adulta excepto el referido accidente.

Mi accidente de tránsito me dejo mucha enseñanza a nivel de crecimiento personal. Más que todo dolor y secuela física, ese fatídico causo la muerte de dos grandes amigos; Carlos y Luis, quienes en un par de días serían los padrinos de bautizo de mi hija María Milagros. Por varios años una culpa interna me invadió; cuando me sentía impotente por sus muertes, cuando veía llorar a sus esposas e hijos también amigos nuestros inconsolablemente me preguntaba.

Cada vez que tenía una complicación y sentía dolor me decía.

Y era una especie de autocastigo, además que peque de mal agradecida al no valorar no solo la segunda oportunidad de vida que Dios me dio no solo a mi, al padre de mi hija y sobretodo; a mi hija María Milagros, mi Milagros de vida. El automóvil volcado quedo totalmente inservible, hubo dos fallecidos, el papa de mi hija estuvo meses al borde de la muerte en UCI, yo me destroce cadera y fémur y ante ese oscuro panorama pueden imaginar que una chiquita que iba a cumplir dos añitos en 14 días salió totalmente ilesa? sin un rasguño; eso solamente puede ser obra y gracia del espíritu sano de Dios .

Cuando caí consciente de todo eso, aprendí a perdonarme primero a mí misma, luego a perdonar a todos y todo a mi alrededor, comenzando con un papa ausente al que siempre condene. Primero Dios, talleres de crecimiento personal, terapias y muchas, muchas lágrimas; me ayudaron a limpiar mi corazón, a cicatrizar heridas internas y externas, a ser mucho mejor persona en todo sentido y con ello paulatinamente, fue llegando la sanación física obstaculizada por tanta toxicidad espiritual. Créanme que Dios existe y es muy bueno! .