Quedé en verme en los alrededores de la torre Eiffel, no me agradaba el sitio, pero a lo mejor tenía razón, era un sitio demasiado concurrido y eso facilitaba las cosas.

Venía oyendo la banda The pólice, me gustaba su ritmo, era un rock suave para mis oídos y eso le abstraía de los posibles contratiempos.

The Pólice, vaya nombre que se buscaron, justo lo que menos deseaba, encontrarme en vuelto en una situación policiaca, pero eran riesgos que podían ocurrir, mejor seguir disfrutando de la música.

El vuelo había sido muy tranquilo. Ya faltaba poco para el aterrizaje en el aeropuerto de la ciudad de París.

—¿Qué oye? — Me dijo una señora a mi lado.
—The Pólice band.
—Son buenos, me gusta su estilo.
En ese momento se escucharon las indicaciones de la azafata, preparando a los pasajeros para el aterrizaje. La señora me sonrió.

Ya era tarde cuando llegué a la torre Eiffel, me entretuve mirando los reflejos sobre el río Sena, como siempre había mucha gente, así que me coloqué los auriculares para seguir oyendo música y seguir en la espera. De pronto hay un revuelo y se oyen gritos.

—¡Cuidado!

Veo a alguien que viene sobre mí, logro esquivarlo, sin embargo, caigo de espalda.
Se oyen disparos y hay una estampida de gente, ve que el tipo viene sobre él, con un cuchillo en la mano, sabe que en la posición que está, no lo puede esquivar; pero como un viento, una mujer sale de las sombras y golpea al hombre con un palo, el hombre se va de bruces y cae a mi lado.

—¿Qué pasa, quién es Ud.?

El hombre se levanta agarrándose el vientre, sale corriendo y a su lado hay una mancha de sangre, el cuchillo queda allí, él lo toma y lo lanza al río.

—No debió haber hecho eso —dijo la mujer que había salido en su ayuda, —levántese y vámonos, vienen los gendarmes.
—¿Espere, quien es Ud.?
—Su ángel guardián, le acabo de salvar la vida.
El no entendía, pero apuró sus pasos hacia la muchedumbre.

—Por qué ese hombre lo quería matar?
—Dígame Ud., yo no sé quién es.
—Yo soy una caminadora, vivo en cualquier lugar, simplemente vi lo que pensaba hacer, Ud. estaba indefenso.
—Yo solo esperaba a alguien…
—¡Una mujer!
—¡No! Mejor dicho, no lo sé.
—Vaya, un juego de espías.
—No, solo tenía que entregar un paquete, la persona se identificaba y ya…
—Puede brindarme un café, me lo gané, —ella le sonrió.

A lo lejos se oían las sirenas y las luces de la torre Eiffel se proyectaban sobre el rio.

—¡Venga! Le enseñaré un buen lugar, ahí tomaremos el café.
El viento frío les obligó a juntarse un poco, él sonrió, ya caminaban por pasajes menos transitados.

—Allí podremos tomar un café, estaremos a las riberas del rio y sin mucho alboroto, mire allí hay un lugar para sentarnos, espere aquí, yo iré por el café.
El no terminaba de entender aquella situación, qué hacia allí con aquella mujer, todo era demasiado confuso.
—¡No entiendo nada! ¿Y ahora qué?...
—Hablando solo, toma, esto te caerá bien, —le entregó el vaso.
—Sí, necesito pensar.

El miró hacia el rio, como buscando alguna respuesta, no se dio cuenta cuando ella sacó un cuchillo y sin titubear se lo hundió en el pecho. El hombre se dobló sin poder hablar, ella, ávida, buscó en su ropa y tomo una pequeña caja.
—Bueno mi amor, no era tu día, espero que esto tenga algo de valor.
Terminó su café y se fue caminando tranquilamente hacia la torre Eiffel, en el auricular se escuchaba la banda musical The Pólice.

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