En la granja Pollos Felices, había un gallinero muy peculiar. Allí vivían una docena de gallinas, muy amigas entre sí, y varias docenas de pollitos. También había dos gallos: Cururú, de plumaje negro, y Cororó, de plumaje marrón. A diferencia de las gallinas, los dos gallos no se llevaban nada bien. Cada uno era engreído y jactancioso, afirmando que su plumaje fuese el más bonito, el más brillante, y finalmente, "el más todo". A las gallinas y a los pollitos les fastidiaban sus frecuentes peleas, que arriesgaban un día convertirse de verbales a físicas. Entonces las gallinas decidieron que ya había llegado el momento de hacer algo a respecto. Consultaron a los dueños de la granja, un matrimonio joven que había dejado la ciudad por el campo, porque ya no aguantaban más la polución, la vida caótica y el frenesí ciudadanos. Preferían mucho más la vida simple campesina y cuidar a los animales, que amaban mucho. A la pareja le vino una idea. Anunciaron a todas las aves de la granja que pronto tendrían un concurso para elegir al gallo más bello. Para la ocasión, arreglaron el patio con una escultura blanca y para darle más solemnidad a la ceremonia, se arreglaron ellos mismos como si fueran personajes de la antigua mitología griega. El gallo más bello recibiría un moño rojo para lucirlo alrededor del cuello.

-Por cierto, voy a ser yo, no hay vuelta de hoja- decía Cururú, el gallo de plumaje negro.
-No, y no. Por cierto, voy a ser yo, no hay vuelta de hoja- decía Cororó, el gallo de plumaje marrón.

-¡Silencio, cállense!- los amonestaron los dueños. -La ceremonia comienza.
Los dos gallos miraron alrededor de sí y se quedaron pasmados al ver a todas las demás aves, grandes y pequeñas, cada una de ellas ya llevando un moño rojo en su cuello. ¿Qué significaría eso? Por gran sorpresa de los gallos, ambos recibieron el mismo premio. Cururú y Cororó entendieron. Los dueños de la granja querían a todos los animales de la misma forma y ninguno de ellos tenía que considerarse superior ni inferior a los demás. Tenían que compartir los espacios comunes, sin peleas, en paz y armonía. Desde ese día, el gallo Cururú y el gallo Cororó pararon de pelearse y trataron de llevarse bien entre sí y las otras aves, como mejor conseguían. Y la armonía volvió a reinar en la granja Pollos Felices.

Invito a participar a mi amiga @lanegra2804. Saludos y abrazos desde Mercosur.