Todos nos acercamos a los felices recuerdos de la infancia al llegar la mágica época navideña, no hay un hogar que se escapa de la luz de las velitas, las coronas, el representativo pesebre o el encantador árbol vestido de luces.

Con la navidad llegan los villancicos, las gaitas, las novenas y las golosinas de la mano de amigos y familiares que se reúnen para festejar alegremente sin distingo de razas, edad, clase social o religión, en cada corazón renace la esperanza por un mundo mejor.

Las celebraciones navideñas son las mas populares alrededor del planeta, cada país, cada cultura, incluso familia tiene sus propias tradiciones, esta época mueve el alma a un nuevo despertamiento y durante este tiempo tendemos a entregarnos a la maravilla y el goce del nacimiento del niño cristo.

El cristo morador, el niño que mora en el pesebre de nuestro corazón saldrá para ayudarnos a compartir la vida mas generosamente con otros, se siente mayor libertad, la paz y la buena voluntad se ponen de manifiesto en la tierra, esta es, pues la experiencia de la navidad que nos despierta a la verdad de ser hijos de Dios.

A través de los tiempos, el santo niño ha tenido éxito en inspirar a la gente en un sentido de inocencia y pureza, con un redescubrimiento de la naturaleza divina en nosotros, está escrito que el niño cristo crecía en sabiduría y en estatura y en gracia para con Dios.

El niño cristo comparte con nosotros el gozo, el amor y la esperanza del bien que tal vez nos neguemos a nosotros mismos. Como símbolo el árbol a una leyenda medieval, la costumbre de adornarlos se remonta al siglo VIII los regalos o adornos que se ofrendan en sus ramas son símbolos de los dones que trajo el niño Dios.