Estaban separados desde hacía unos meses, Luis y Júlia discutían mucho, y por otra parte él le habría sido infiel, mas sin embargo esa tarde Luis estaba dispuesto a volver con su esposa, le compró unas flores y un par de chocolates.

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Ella escuchaba clases particulares de un joven profesor de matemáticas, con ciertas ideas “raras” dentro de las que se incluía andar con un antiguo y oxidado revólver, y que para asustar asaltantes. La clase particular había terminado y el profesor dejó olvidado en casa de Júlia su viejo acompañante, al llegar Luis con sus regalos para la reconquista se percató del objeto y le pregunto a su esposa - ¿y eso? ella miró el arma, le dio risa, Luis no observó que el revólver era inservible, ya que desde donde se encontraba solo se veía la cacha. Le descubrió cara de temor y para valerse de la pregunta le respondió: - ¡lo compré! si vueles a engañarme, ¡te mato!-.

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Los días pasaron y el cortejo para la conquista continuó. Una tarde siguiendo su sexto sentido Júlia pasó por la casa de la joven con la cual Luis la había engañado y tras unos árboles y algo alejado de la casa, descubrió el carro de este, llevaba en su manos una carpeta con libros y una monedas sueltas, aun con eso aprovechando que el portón de la casa se encontraba abierto, entró de forma violenta e irrumpiendo cuando la citada joven le servía a Luis cariñosamente la cena, se dispuso a abrir su cartera para colocar las monedas que llevaba en la mano, inmediatamente Luis echó a correr, salió a toda prisa calle arriba, y tras él Júlia gritando ¡detente¡. No se paraba corría endemoniadamente, pero el cansancio lo venció diez cuadras después, tirado en el piso suplicaba, no me mates.

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Julia soltó una carcajada, recordando la situación vivida con el revólver oxidado del profesor, ella no llevaba nada en la cartera como creía su esposo, Luis rompió en llanto, por favor no me mates, te ríes porque vas a acabar con mi vida, quizás lo merezco, pero no lo hagas, despreciame pero no me des un balazo. Ella continuaba con su incontrolable risa, al mismo tiempo pensaba: yo que creí que ese "cacharro" era inservible, el eco de su risa y el llanto de su esposo, ambos exhaustos, se confundían en la penumbra de la calle.

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