Tomando el testigo que me pasó @marlyncabrera de un reto que consiste en escribir en tiempo récord la segunda parte de un relato de otro steemian, me toca presentarles la continuación alternativa del inquietante relato “La extraña desaparición de Laura García” del talentoso @alevil.

Fuente

La extraña desaparición de Laura García, segunda parte alternativa — El Primer Amor

—¡Laura!

La mujer sonrió. Los niños la requerían incesantemente. Todos tenían rastros de moco en la nariz. Todos tenían panzas abultadas y brazos delgados. Todos tenían mechones rubios en sus cabello castaño oscuro, producto de la desnutrición. La mujer le sonrió, mostrando las arrugas del tiempo, de la mala vida, de la necesidad. Tenía los ojos tristes. Su piel apergaminada decía de una vida de privaciones y sol.

Estaba extrañada de que aquel hombre la llamara por su nombre. Escudriñó el rostro del hombre tratando de buscar en las telarañas de su mente un nombre para ese rostro, o al menos el rostro.

—Hola —le respondió—.
—Laura, ¿qué te hiciste? ¿qué te pasó? Te busqué, Laura, te busqué... —habló Antonio atropelladamente—.

Lágrimas acudieron a los ojos de Antonio. Unos ojos verdes, ojos extraños, ojos que contaban mil historias disímiles, miles de ojos en una par de ojos.

—¿De dónde lo conozco, Señor? —inquirió la mujer, los niños oteaban al hombre con curiosidad, la más grande se preguntaba si era su padre—.

—¿Va a llevar unos plátanos?

Antonio rompió en llanto, gimoteando y la abrazó, olió su cabello, palpó la escoliosis de su espalda, percibió el olor a humo de su ropa, el olor a colchoneta vieja de su piel... no era la Laura que recordada, la que había perdido aquella maldita noche.

Un hombre desde la ventanilla de una destartalada camioneta preguntaba por los plátanos, pero al ver la escena siguió su camino. Uno de los niños, el más pequeño, se puso a llorar. Se le contagió el llanto de Antonio. Todo era confusión.

—¿De dónde lo conozco, Señor?

Antonio empezó a dudar de su propia cordura.

—Laura, Laura García, mi amor ¿qué te pasó?
—No soy García señor, soy Rincones, Laura Pascualina Rincones.
—No entiendo —masculló Antonio, confundido—.

Un hombre de mediana estatura, corpulento, con una prominente barriga, sin camisa, salió de la casa al encuentro de Antonio y a Laura.

—¿Qué pasa aquí? ¿Qué verga es ésta? ¿Quién es este tipo, Laura?

La apartó violentamente y se interpuso entre Laura y Antonio. Era el marido de Laura. Le dio un empellón a Antonio y, sin avisar, trató de barrerle los pies de una patada para derrumbarlo. Antonio esquivó el traicionero ataque y buscó acercarse a Laura, el hombre se le interponía nuevamente.

—Chúo, déjalo Chúo —dijo Laura cuando vio que su marido le partió la boca con un puñetazo—.

Antonio cayó al piso, pero se levantó como impelido por un resorte. Se le abalanzó a su atacante y llovieron los carajazos de lado y lado. Antonio tenía una furia inusitada en él. Se defendió, ofendió y agredió. Se fueron al piso, revolcándose. Un grupo de personas trataba de apartarlos. El hombre gordo tenía la nariz rota, Antonio había perdido la camisa y un diente. Luego de varios revolcones más, el corpulento marido de Laura tenía a Antonio sometido con una llave asfixiante alrededor del cuello. El rosto de Antonio estaba congestionado y manoteaba como un ahogado, como lo que estaba siendo. Chúo hiperventilaba, le faltaba el aire sin necesidad de que nadie le ahorcara, estaba a punto de desfallecer; no estaba acostumbrado a tanto esfuerzo físico.

Una “jaula” de la policía apareció de la nada. Desengancharon el brazo de Chúo del cuello de Antonio. Antonio recuperó rápidamente el aliento. Encima de los golpes que ambos se propinaron, ahora recibían rolazos a partes iguales.

Fueron sometidos y esposados y lanzados a la “jaula”.

En la “jaula”, Antonio perdió el conocimiento.

Se despertó en una clínica. A su lado estaban dos viejecitos doblados por la edad. Ambos tenían la cabeza llena de canas, pero las canas de ella tenían un todo azulado. Tenían un aire distinguido y estoico. En una silla, alejada, había una mujer menuda con un niño de unos siete años sentado en su regazo.

La clínica era una casa de reposo, Antonio no podía levantarse. Estaba atado a la cama.

Las viejecitos eran sus padres. La mujer era su esposa. No se llamaba Laura sino Lucrecia. Se habían casado hacía diez años. Antonio había sido diagnosticado con esquizofrenia unos años después. Experimentaba episodios de lucidez que duraban meses y, por temporadas, recaía. Durante esas recaídas hablada incongruencias, decía que era un soldado, que venía de la frontera. Otras veces que se había ganado la lotería y que era perseguido por hombres de negro. Otras veces hablaba de una novia llamada Laura, que se había perdido.

—Necesita descansar —le comentó el psiquiatra a los familiares de Antonio—.

Antonio, en un momento de lucidez, recordó que hace muchos años su padre tenía un compadre en La Honda. Mientras su padre y su compadre bebían y jugaban dominó, el pequeño Antonio conoció a una niña de su edad, hija de un vecino del compadre Fucho. Era una niña blanca de vivaces ojos color ámbar y cabello negro azabache, brillante como la seda negra. Durante una buena temporada la amistad de Antonio y Laura, niños ambos, de ocho años él, de seis años ella, floreció mientras los adultos se emborrachaban y jugaban.

Meses después el compadre Fucho murió porque una astilla de hueso de chivo le perforó el intestino. Nunca más fueron a La Honda.

Ahora Antonio entendía por qué, el día del extravío de Laura, no llamó a los familiares de ella. Laura sólo existía en su mente, por lo menos la Laura imaginada que había crecido en un escondite de su mente. La Laura a la que fue dando características y personalidad, y un apellido inventado. La amiga imaginaria que lo acompañó en el liceo, en la universidad, la que lo guiaba y aconsejaba. Laura era un personaje que él había construido alrededor de ese amor infantil. Ese primer amor que nunca se olvida y que en el caso de Antonio, vivió y creció en los entretelones de su mente.

Fuente

Texto Original de Sansón Carrasco basado en personajes de @alevil

RETO:

Nomino a @amaponian a escribir la segunda parte del cuento "Cuernos" de @nancybriti, y si él no acepta el reto, entonces nomino a @nancybriti para que escriba la segunda parte del cuento "Niños de mi Pueblo" de @amaponian. Si ninguno de los dos acepta el reto, un gatito morirá.