Si hubiera dependido de ella, todos los demás tendrían que haberse calado el diluvio de sudor y, posteriormente, la sequía del último mes de verano.

En el transporte se sentía el frío artificial congelando hasta los huesos. Por suerte, Nam había pensado que problemas como esos podrían surgir durante el paseo y, aparte de cinco cobijas, llevó un libro de bolsillo que le ayudaría a conciliar el sueño. "Si tenía que morir de frío, moriría inconsciente de antemano". Aunque le gustaba, leer fatigaba sus enfermos ojos, sabía que el cansancio llegaría más rápido si lo hacía y de esa manera se quedaría dormida hasta que llegara a su destino.

Lamentablemente, no se cumplió lo que había presagiado. El aire acondicionado del autobús estaba encendido, pero todas las cortinas estaban abiertas, es decir, podía entrar la luz del día, y aunque el bus estaba en movimiento, la carretera no tenía baches suficientes como para dificultarle la lectura, y el sol reinaba en el firmamento, pero no podía sentir el calor que tanto deseaba.

Nam intentó pensar que la vida no se estaba riendo de ella, y buscó calmar su estrés, pero lo único que vino a su mente fue el incidente del contacto con Zayn.

«No puede ser que me haya pasado algo como eso, ¿en qué estaba pensando al mirar a la nada como una idiota? No debe ser tan grave, ¿verdad? Después de todo, a él no pareció importarle… ¿y qué me importa lo que piense él? Fue un accidente... Un simple accidente».

Entonces, a su mente vino el rostro del chico.

«Él es... tan pálido. Y sus ojos son blancos, ¿cómo no pude ver sus pupilas? Son tan claras como sus iris ¿eso es posible?». Luego, su corazón dio un vuelco cuando por fin lo reconoció «¡Su cabello...!».

Nam se inclinó un poco en el asiento y salió de la protección de las cobijas para divisar de nuevo al chico pelirrojo.

Desafortunadamente, que saliera de los abrigos llamó la atención de los panitas quienes, permanentemente, están buscando una víctima. Uno de estos chicos, Matt, había aceptado un reto tiempo antes de que ella saliera de sus sábanas. El reto consistía en fastidiar al compañero de clases más cercano sin que el profesor se diera cuenta.

Para cumplir su cometido, Matt le quitó a la castaña la pequeña encuadernación de las manos.
–¡Hola, Ricitos de Oro! –se mofó Matt– No te había visto por aquí nunca. ¿Te habías perdido en el bosque?
–¿Qué estupideces dices? ¡Devuélveme el libro! –a Nam le temblaba la voz, pero protestó como pudo. Le impulsaba el tono arrogante del panita que le sacaba de quicio.
–Oye, relájate y diviértete un poco. Para eso es que nos sacaron de paseo.
–¡Yo soy la que decide qué hacer con mi tiempo! Dame eso.
–¡Oh! Con esa carita, cualquiera diría que se trata de una señorita, pero eres altanera. Así no le gustarás a nadie, ¿sabes?

Nam intentó quitarle el libro a la fuerza, pero el panita era alto y rápido, él la esquivaba y ponía el libro fuera de su alcance con mucha facilidad, además no estaba solo, sus amigos le habían alentado a comenzar un nuevo juego: tirarse unos a otros el libro de Nam, así ella no lo alcanzaría nunca.

Ahora eran todos cinco contra ella.

La joven se cansó sin luchar, sabía que sería inútil,y ya era lo suficientemente desesperante estar rodeada de tantos desconocidos, así que miró hacia la entrada del autobús, donde debía estar el profesor supervisando. Tenía que buscar ayuda, pero fue demasiado obvia para sus adversarios, eran idiotas, pero no retrasados, de hecho, eran increíblemente suspicaces gracias a sus experiencias en el entorno del que Nam huía constantemente.

Los panitas la rodeaban y, por supuesto, uno de ellos sellaba el pasillo con su presencia, eso evitaba que Nam los ignorara y se dirigiera a hablar con el profesor. La castaña entendió que tenía que esperar una oportunidad en la que el libro estuviera en el aire o que, simplemente, alguno de los bravucones se descuidara. Eso era difícil, los cinco eran expertos en la materia, realizaban deportes de agilidad corporal y no se trataba de cinco enclenques...

Lo que nadie había notado, era que un sexto chico se había unido al juego.

Zayn se había acercado en medio del desorden.

Carl fue el primero en darse cuenta de él, por instinto, lo señaló para preguntar quién era, pero antes de abrir la boca, fue mal interpretado por Louis, quien tenía el libro, se lo tiró a Zayn. Éste lo atrapó y no se lo lanzó a nadie.
–Creo que ya se acabó por hoy. –indicó con sombrías palabras.
–¡Hey! No seas aguafiestas, pelirrojo. –exigió Carl, que estaba comenzando a tomar la posición de líder.
–Deberían saber divertirse entre ustedes mismos. –respondió Zayn en tono subliminal.
–¿Qué has dicho?
–¡Ya! –Louis interrumpió la disputa, antes de que llegara a mayores, y señaló en dirección al profesor, quien sostenía una mirada severa hacia el grupo– Ignóralo, Carl.

Se dispersaron y Zayn le entregó el libro a Nam sin voltear a verla. Todavía vigilaba al grupo.
Era difícil saber si Zayn era peligroso o no, su físico no era exagerado, al igual que su altura. Su actitud cerrada y directa llenaba de posibilidades la mente de Nam.
Después de que el quinteto se fue a sentar al final del bus, Zayn suspiró, y se dirigió a la chica que había identificado como “un ser desdichado e inoportuno”.
–Buen libro.

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