El Rey León es uno de los clásicos más famosos de Disney. Por eso, aunque recién se haya estrenado el mes pasado, comentar sus escenas difícilmente puede considerarse un spoiler, porque la cinta original se estrenó hace veinticinco años y con seguridad todos (o casi todos) la han visto.

De todas formas, he aquí un pequeño recordatorio de la trama: Simba es un pequeño león, hijo del Rey Mufasa y como tal, es el heredero al trono. Sin embargo, su tío Scar le tiende una trampa en la que no sólo mata a su hermano Mufasa, sino que, para asumir el trono, hace asesinar a Simba... o eso cree. Creyéndose responsable de la muerte de su padre, Simba se auto exilia y se aleja de los territorios de su reino. Es en ese destierro donde conoce a Timón y Pumba, fieles amigos que lo acompañarán mientras crece y lo apoyarán cuando Nala, amiga de la infancia de Simba, lo busque para recatar el reino que ha sido diezmado y destruido por su tío Scar a quien deberá enfrentar por el trono, su legítimo derecho y la supervivencia de todo el reino.

Como historia, El Rey León tiene uno de los argumentos más atrayentes de las películas de Disney, porque no tiene ecos de historias para niños, sino de Literatura con mayúscula. El asesinato de Mufasa a manos de Scar recuerda el icónico drama de Shakespeare, Hamlet, cuando Claudio asesina a su hermano y rey. Cuando Scar manda a asesinar a Simba y cree haberlo hecho, confiando en sus siervas las hienas, se piensa en Edipo, cuando su padre Layo lo mandó a asesinar para proteger su trono. La culpa de Simba, su exilio, el regreso, son elementos cubiertos también por el manto del teatro griego y por supuesto por el viaje del héroe de Joseph Campbell, ese modelo expuesto en su libro El héroe de las mil caras. De allí que la trama, bien vista, resulte atractiva para los adultos, a pesar de ser una película para niños, porque propicia análisis y reflexiones profundas.

A ello se suma la crisis de identidad de Simba, las lecciones de su padre Mufasa sobre la responsabilidad del poder, el vínculo padre-hijo, la fe, honrar las tradiciones y diferentes filosofías que son dignas de analizar. "El verdadero poder de un rey reside en su compasión", dice Sarabi, madre de Simba. Y el rey le enseña a su hijo que el trono no es un privilegio, sino una responsabilidad. No se trata de que el reino les pertenezca, sino que ellos (Mufasa primero y Simba después) son los protectores de todas las demás criaturas. Por supuesto hay que hablar de El ciclo de la vida y el perfecto equilibrio natural que expone el rey a su hijo: el león come al antílope, pero al morir el mismo león alimenta con su cadáver el pasto que es comido por el antílope. Es decir, todos somos parte del ciclo, estamos relacionados.

En contraposición a esta filosofía de responsabilidad y cumplimiento, se presenta la ligera y super conocida "Hakuna Matata" de Timón y Pumba, traducida como "Nada de preocupaciones". Según los amigos de Simba, las cosas malas ocurren y no hay que preocuparse por ello, una idea que puede ser beneficiosa en ciertos momentos, pero cuyo exceso puede ser nocivo. A su vez, este alegre par dice que "la vida no tiene sentido" y es la "enseñanza" que recibe Simba durante su adolescencia, antes de que su padre, a través de las estrellas, le recuerde quién es y el verdadera sentido de su vida, representando el tránsito de la adolescencia a la edad adulta.

Como adaptación, la película tiene muchos aciertos, pero tiene también fallos que, en mi opinión, son imperdonables. Los efectos especiales y la animación son superlativos y la recreación de ciertas secuencias de forma altamente fieles a las originales se agradecen al director John Favreau (Iron Man, The Jungle Book). La secuencia inicial, la presentación de Simba, su exilio, la estampida en la que muere Mufasa, la secuencia de "Hakuna Matata", el encuentro decisivo entre Simba y Nala, Scar y las hienas, todas esas escenas y muchas otras parecen calcadas de la cinta original. Sin embargo, quizás debido a la trama, o quizás debido a la naturaleza de la animación, en esta ocasión la cinta parece menos dramática. Aludo a la naturaleza de la animación porque aunque dota de "realismo" a los personajes, esa misma condición evita que ciertas expresiones o actitudes presentes en los personajes de la caricatura se puedan reflejar en este live action remake (que no sé qué tiene de live), restándole algo de su atractivo.

Otro fallo, para mí, fue la forma en que Rafiki, el mandril y sacerdote del reino, fue relegado a un plano muy secundario, arrebatándole el papel central que tenía en la formación del joven Simba en la versión original. De igual manera, otros personajes tuvieron menos líneas en el guión esta vez. Timón y Pumba no lucen tan graciosos en esta versión, pero los actores que dieron voces a los personajes (a todos) hicieron un gran trabajo. Haber contado de nuevo con James Earl Jones como Mufasa, es un plus al que se suman las voces de Daniel Glover, Beyonce, Seth Rogen y Chiwetel Ejiofor, entre otros.

Simba & Nala

La dirección es muy buena, el trabajo de imagen y de animación no tiene peros y la película juega bien con la nostalgia de aquellos que han visto la versión original, al recrear ciertas secuencias de la cinta y adaptar de gran manera las canciones de la banda sonora original. Sin embargo, a nivel dramático, insisto con la idea de que esta nueva versión es menos desgarradora que la de 1.994. La película está muy bien y es una buena opción para grandes y chicos, quizás un 6,5/10; pero a quienes no han visto la caricatura y aún no hayan acudido al cine a ver el remake, les aconsejo ver aquella primero, para que confirmen lo que les estoy diciendo. Un clásico de Disney que vale la pena ver (el original) y que conserva la misma magia de hace veinticinco años.