Una separación amorosa es una de las cosas más dolorosas que puede sentir una persona, sobre todo cuando se es joven y aún no se ha sufrido mucho en esas áreas. En la juventud se siente con mayor intensidad, por eso de la misma forma en que durante esa etapa, las alegrías, las pasiones, los arrebatos, son más fuertes, el cese de esa felicidad conlleva una mayor decepción. De mucho amar, tener y perder, el corazón se va amoldando, va coleccionando caricias y cicatrices, sístoles y diástoles, madurando con el paso del tiempo y sobre todo con la experiencia, bajo cuya luz retrospectiva, se aprenden valiosas lecciones y se juzgan mejor tanto las victorias como las derrotas. Pero, antes de conseguir todo eso, es inevitable sentir que el mundo se nos viene encima al perder al ser amado, que la soledad no nos abandonará y que muchas veces las lágrimas no nacen en los ojos, sino al lado izquierdo del pecho. Desde y para situaciones como esa, dejo por acá este poema.