El escondite (Parte 3 – relato)

Entro en uno de los baños, la primera puerta a mi derecha, no parece haber nadie. Joder, ¿dónde coño estará la chica? Salgo. La siguiente puerta es un dormitorio, busco y busco y busco y nada. Llego a la habitación en la que entró Coco. El niño que rugía valiente ya está muerto. Le ha clavado la muñeca izquierda al suelo con uno de sus cuchillos y con el otro le está rajando las encías, para sacarle algunos dientes.

  - Faltan dos…

  - ¿Y qué cojones haces ahí pasmado, mirándome? ¡Búscalos! –Coco parece cabreada, a juzgar por el bramido que me acaba de regalar. Ni siquiera me ha mirado, sigue a lo suyo.

Voy a la siguiente habitación. El olor a perfume juvenil es ahora más intenso, hay un ventanal que da acceso a una terraza alargada, está abierto. Mierda… ¿habrá salido por ahí? Cuando llego fuera la veo tirada en el jardín lateral de la casa. Debe haber saltado justo ahora, hace segundos. No es una caída de mucha altura, quizá tres metros; pero parece que "mi Selena" se ha hecho daño en el tobillo. Se arrastra, cojeando.

Ya eres mía.

Salto. Me encanta cuando nuestras pobres víctimas me regalan expresiones como la de esta chica. Está desencajada, carcomida por el horror en el que se ha visto inmersa de repente. Sin embargo, sus ojos parecen esferas de lava a punto de estallar. Puedo sentir el miedo de la niña, aunque quizá el odio sea aún más fuerte. Un paso más, otro, otro…

  - Ya te tengo… Ah, ja, ja, ja…

La hija de puta me ha escupido e intenta golpearme. Mejor, que se defienda. Con el primer golpe directo de derechas cae al suelo. Parece que le he roto la nariz.

  - Vamos cariño, estate quieta –la muy zorra no para de revolverse. Así que la vuelvo a golpear con mis manos. Una y otra vez, todavía no quiero cortarla. Mi verga ahora es de piedra maciza, antes quiero follármela.

Lleva unos pantalones vaqueros cortos, a las niñas de hoy no les importa ir con medio culo afuera. Tras un suave top de lana, ahora manchado con la sangre que le gotea por los orificios nasales, esconde unos senos perfectos. Son del tamaño de mi mano o un poco más grandes, de hecho; casi puedo agarrarlos con la mano abierta, como el que sujeta una sandía por debajo, con esa abertura. Con el brazo izquierdo le presiono fuerte el cuello, lo suficiente como para que no se mueva, pero no tanto como para ahogarla. Con la derecha le quito los Jeans y me la saco. Aaaaaaaaaaaaaah… qué placer, ni siquiera está muy seca. No sé, si la chica es virgen supongo que eso es lo último de lo que debería preocuparse.

  - No encontramos al otro niño –Jimbo rompe mi momento, me vuelvo, parece preocupado…

  - Joder, ¡buscadlo! –si no encontramos al niño sería un desastre. Nadie puede salir de aquí con vida. No nosotros claro, me refiero a la “familia feliz”.

Tomo a la chica con rabia y la golpeo en las costillas con el mango de mi katana. Sangra por todas partes, se me pone la piel de gallina. Creo que no estuve tan excitado en meses. Cuando acabe le cortaré la cabeza con un movimiento limpio y seco. Y puede que me lleve esa cadena de plata que lleva al cuello con la foto de sus padres, de recuerdo.

Se oyen sirenas a lo lejos. Puede que vengan aquí, alertados por algún vecino; al fin y al cabo estoy violando a la niña en pleno jardín. Aunque podría ser cualquier otra cosa, quién sabe, bomberos o lo que sea. Levanto la cabeza e intento concentrarme en el sonido, para saber si se acercan o no. Noto cómo un metal muy afilado hace crujir mi zona lumbar… es… mierda, ¡jooooder! El puto niño me ha clavado un puto cuchillo de cocina en la espalda. Me mira, quieto, serio, su mirada parece de hormigón… Duele…

Estos imbéciles no han encontrado al niño y ahora lo tengo aquí detrás con un jodido cuchillo de deshuesar. Tengo que soltar a la chica para intentar quitarme eso de la espalda. Caigo al suelo, la vista se me empieza a nublar, lo justo para ver como el niño tira de su hermana. ¿Dónde están los chicos? Se están escapando y no puedo moverme. El cabrón del niño se lleva mi Hatorri, además.