Poema: “LA ESTACIÓN”

En el bello momento del atardecer,

se acerca un joven a una hermosa mujer,

queda encantado, por su forma de ser,

por su belleza, más linda que un clavel.

Así inicia una sincera relación,

al joven le apodaban: “Juan, el ricachón”

tenía riquezas y mansiones en New York,

una persona muy alegre, y con sazón.

¿Y a qué se debe todo su dinero?

Pues antes de esto trabajaba en un pesquero,

todos los días, a las 6am., ya estaba despierto,

se esforzaba, quería tener un futuro perfecto.

Aquel humilde... barco pesquero, 

bautizado como: “El Gran Velero”, 

aunque sin lujos, y muy pequeño, 

era el hogar de aquel joven sincero. 

Un día muy temprano, por la madrugada,

la tripulación, del muelle se marchaba,

con aquel rumbo, hacia aquella cascada,

se dirigían… con todas las ganas

de pescar, un gigante pez, abrasado por el mar,

algo que los elevara, les produjera unos par

o miles de dólares, para soportar

la vida dura... que este trabajo les concebía,

aquí se sufría, como no te lo imaginas.

El sueño de la tripulación... se cumplió,

como todos lo tenían en su corazón;

por causa de un pez, más pesado que un camión,

una hazaña, una leyenda, una… actuación;

algo nunca visto, y mucho menos pensado,

en todas las mente, jamás imaginado,

la mayor pesca, que se haya registrado,

después de esto, todos la cima habían alcanzado.

Una familia, un gran equipo,

por mucho tiempo estuvieron unidos,

ayuda mutua, no faltaba entre ellos,

“El Gran Velero” no conocía desespero.

Entre ellos, siempre reinaba un ambiente perfecto,

acompañado de mucho gozo, paciencia y respeto,

contradicciones, ¡muchas veces las tuvieron! Pero...

el odio ¡no los dominó jamás en aquel pesquero!

Más tarde, el dinero se interpuso-entre la familia,

ya cada quien: siguió su curso... tomó su vida,

El Gran Velero, abandonado quedó de por vida,

al cabo del tiempo… llegó la “d e s p e d i d a”.

Años después “el ricachón”, solitario se encontró,

para su vida, “significado” necesitó,

deseaba conseguir un gran y verdadero amor,

como aquel que una vez, por la tripulación y el ancho mar, en su corazón sintió.

Esas peticiones sentimentales y muy personales,

¿quién más, sino Dios?, se las concibió,

cuando, cambiaban los atardeceres...

en aquella estación...

experimentó, con aquella chica, el amor,

puro, en su divina perfección.

...Aquel acercamiento, formó una agradable conversación:

—Buenas, hermosa mujer, es un placer conocerte,

y no sólo eso, sino deleitar mi vista en tu resplandor.

(La chica impresionada por la caballerosidad, sonrió)

—El placer es mío. ¿Cuál es tu nombre?

—Juan, my lady. Déjame adivinar el tuyo… mmm... ¿Rose?

—Jajaja —reía con una impactante soltura y delicadez—,

muy cerca Juan, me llamo Lirio.

La confianza y el cariño aparecieron por sorpresa,

como por acto de magia, existió esa complicidad,

permaneció por largos minutos, el encanto de socializar,

y entre ellos, en poco tiempo, se formó una confiable amistad.

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Puede que este sea un poema,

con una historia en su esencia,

unos versos llenos de amor y paciencia.

Cada quién su destino escribirá,

pero la historia amorosa de Lirio y Juan,

seguramente muy pronto, continuará.

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Espero te haya gustado esta historia en versos, la cual compuse. Muchas gracias por el apoyo, abrazos.