¿QUIÉN GANÓ –POR FIN- CON EL ABRAZO DEL NORTE Y DEL SUR DE COREA? (Testimonio y reflexión en vivo)

in #castellano6 years ago (edited)

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  • Puedo hoy decir que hace treinta y cuatro años oí de labios de las altas esferas del gobierno de la República Popular Democrática de Corea (es así como se llama esa nación asiática) que la máxima aspiración que este país tenía era la reunificación pacífica y democrática de la patria. El mismísimo Presidente Kim il-Sung ya hablaba en 1983 de la conveniencia de crear la “República Confederativa del Koryo” en cuya vida podrían coexistir en un clima social de civilidad, tanto el modelo capitalista –asumido por la parte sur-, como el modelo socialista –asumido por la parte norte-. Confieso que, desde el flanco social-demócrata de las aspiraciones socio-políticas en el cual veo hoy por hoy el mundo, tal concepción me parece visionaria.

  • En visitas que hice a Corea a finales de los ’80 (...) pude advertir en la plática que sostuve con personeros norcoreanos, que aquellos planes de Kim il-Sung de construir de manera pacífica la añorada “República Confederativa del Koryo” se habían transfigurado en sal y agua (...). Fue entonces cuando el líder norcoreano, mi viejo anfitrión Kim Jong-il, creó la política “Songun” según la cual se hacía ineludible para la concreción del sueño pacifista nacional (tan expresado por su padre Kim il-Sung), armar entonces la patria hasta los dientes.

  • La energía, la pasión, que este gordito (Kim Jong-un) impuso a la Songun no expresa cosa distinta que la fe nacional de lograr la reunificación de la patria por una vía pacífica a punta de mostrar al mundo los músculos de hierro, pólvora y fuerza nuclear que tiene la patria.

  • Parece ser que con las sensibles muestras de hermandad y comprensión de los líderes coreanos Moon Jae-in y Kim Jong-un, aflora como una conseja de oro las palabras del desaparecido líder chino Deng Xiao Ping… “Si el gato caza ratones, es buen gato”.

Quien esto escribe es un venezolano setentón el cual, por excepción, estuvo profundamente unido a Corea del Norte a tenor de la vida universitaria en los campos de la filosofía y las ciencias sociales; claro, también –en cierta medida-, a tenor de la política. Ello, por veinticinco años. Y digo “por excepción” toda vez que, como se sabe, ese país es uno de los más políticamente aislados del planeta. Ocurre que en los años ’80 Norcorea vivió un significativo período de progreso, de bienestar social. Si bien es cierto que los indicadores oficiales de tal situación no solían ser claros, puedo dar fe que el referido bienestar se podía advertir sin problemas en casi todos los aspectos de la vida normal de los habitantes. Abundancia alimentaria, desarrollo de las estructuras edificadas tanto rurales como de las gigantes y bellas ciudades, como Pyongyang (la capital), Kaesong y prácticamente todas. Escuelas, universidades, palacios hechos bibliotecas y hospitales, en fin, eran parte viva del paisaje cultural. Tal momento en la vida de la tradicionalmente aislada Norcorea anima al gobierno del Mariscal Kim il-Sung (prócer histórico y presidente a la vez) abrir una ventanita a Occidente de cara echar a andar algunas reciprocidades, sobre todo –inicialmente- en el área cultural, universitaria, ideológica. Comienzan con discreción los coreanos del norte, así, a hacer algunos contactos tácticos con algunos profesores universitarios (especialistas en los referidos conocimientos) de todos los continentes, de cara a desarrollar intercambios efectivos. Tales intercambios llegaron hasta el punto de abrir un proceso de invitaciones especiales a la mismísima RPD de Corea, de cara a mostrarles sus avances integrales tanto en el espectro de la filosofía y ciencias sociales como de la economía y, en general, del desarrollo nacional.

En los inicios de los ’80, yo apenas transitaba por los treinta años de edad. Como profesor de esas disciplinas me encontraba trabajando con el ya célebre filósofo venezolano José Rafael Núñez Tenorio (1933-1998), en un proyecto de fraguar y publicar una serie de textos sobre el pensamiento marxista latinoamericano. Como es sabido, este personaje era un brillante y reconocido docente de la Universidad Central de Venezuela. Yo, laboraba en el Instituto Pedagógico de la venezolana ciudad de Barquisimeto. Probablemente, tal trabajo politológico tuvo que ver con el beneficio de haber sido invitados –en esas condiciones de honor- a ese enigmático país.

Apenas llegué a Pyongyang hice traviesamente preguntas a los atentos funcionarios de protocolo, sobre si tenían conocimiento de eventuales venezolanos sujetos en oportunidades anteriores, a similares invitaciones. Me dieron con gusto, algunos nombres… No correspondían a académicos, sino a políticos de izquierda que las autoridades norcoreanas habían invitado hacía algo de tiempo, en plan de intercambios de visiones sobre las luchas revolucionarias en el hemisferio de nuestra América. Oí el nombre de mi buen amigo Eloy Torres; también los de Douglas Bravo, Héctor Mujica, Moisés Moleiro…

Las instituciones que oficialmente me invitaron fueron la Asociación Coreana de Científicos Sociales y la Academia de Filosofía Juche. Aprovechando las maravillosas circunstancias realicé en esta última, unos estudios avanzados de filosofía en el período 1983-1988, los cuales fueron concebidos a través de intensas actividades presenciales (en la población de Mangyongdae) y a distancia. El hijo del Presidente Kim il-Sung (quien a la sazón era una referencia fundamental en la asumida filosofía nacional denominada “Idea Juche” y –unido a ello- en la vida del Instituto Superior Pedagógico de Pyongyang) tuvo a bien asignarme directamente como profesor, a uno de los académicos más brillantes de esa milenaria nación, el doctor Kim Chang-su. Cuando hablo del hijo del Presidente, me refiero al filósofo (y militar) Kim Jong-il. Kim Jong-il, como de todos es conocido, fue el líder nacional a partir del deceso de su padre, en 1994. Su mandato (pleno de dificultades geológicas, geopolíticas y de todo tipo) concluye con su muerte en 2011; momento a partir del cual asume su hijo, Kim Jong-un; vale decir, el actual mandatario que acaba de acordar, junto a su homólogo surcoreano Moon Jae-in, transitar a futuro por el sendero de la paz (trascendiendo así el simplón y vetusto acuerdo “de dejar de disparar” –de mediados de los ´50- a una instancia superior de convivencia pacífica y fraterna).

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Puedo hoy decir que hace treinta y cuatro años oí de labios de las altas esferas del gobierno de la República Popular Democrática de Corea (es así como se llama esa nación asiática) que la máxima aspiración que este país tenía era la reunificación pacífica y democrática de la patria. El mismísimo Presidente Kim il-Sung ya hablaba en 1983 de la conveniencia de crear la “República Confederativa del Koryo” en cuya vida podrían coexistir en un clima social de civilidad, tanto el modelo capitalista –asumido por la parte sur-, como el modelo socialista –asumido por la parte norte-. Confieso que, desde el flanco social-demócrata de las aspiraciones socio-políticas en el cual veo hoy por hoy el mundo, tal concepción me parece visionaria. Es que es tan intenso el sentimiento de unidad nacional de todos nosotros los coreanos, que podemos convivir a tenor de los dos sistemas; ello de manera pacífica, respetuosa y democrática. Así se expresaba sin ambages el Mariscal. Me consta que así lo dijo. No me lo contaron. Me consta que así lo dijo.

Bueno es no dejar de considerar que la nación coreana existe desde hace miles de años. A lo largo de su larga historia ha sido objeto de numerosas agresiones desde afuera de sus límites. Como es sabido, Corea está enclavada en una península asiática, haciendo límite con la parte sur de Rusia y de China, y cerca, muy cerca, de Japón. Ya a principios de siglo, los coreanos suelen connotar que la presencia del poderoso barco militar estadounidense “Sherman” cerca de las aguas coreanas, encarna el inicio de la hostilidad de los EE. UU. en la península, a instancias del siglo XX. Y andada la primera década de este siglo, la vecina Japón ocupa la empobrecida nación coreana convirtiéndola en una colonia suya, imponiendo al fragor de tal hecho, un régimen de extremo irrespeto a los derechos humanos. Cuando, a final de la llamada “segunda guerra mundial”, la coalición ganadora se reparte el poder correspondiente a los territorios derrotados, pues Japón entra en esto último. Como quiera que, como dijimos, Corea a la sazón se hallaba sojuzgada por Japón, pues los EE. UU. consideraron que no solo este país debía estar bajo su égida, sino también Corea. De allí viene la ocupación de USA a toda Corea; y de allí viene una pléyade de situaciones. Dentro de esta pléyade, bien vale la pena resaltar tres… La primera es la lucha del pueblo coreano en contra de la ocupación norteamericana. La segunda es la participación que a favor de los patriotas coreanos desarrollan la Unión Soviética y China (la China de Mao Tse Tung). La tercera es la lamentable división artificial que se hace de la nación coreana, en términos de dos partes… La parte sur, capitalista y –hasta los días de hoy- con una omnipresencia militar estadounidense; y la parte norte, con un modelo socialista estado-céntrico y hasta paradójicamente monárquico, prescindiendo desde hace muchísimo tiempo de toda injerencia militar extranjera.

Hay que agregar que en la guerra de liberación que el pueblo coreano desarrolla (al lado de las ayudas soviética y china) en contra de USA, cayó en combate buena parte de ese heroico pueblo asiático; así como también numerosísimos efectivos militares de las partes involucradas. También hay que decir que se estuvo a punto de reanudar la guerra a gran escala la cual al calor de esos días se daba por provisionalmente concluida.

Ese paralelo 38 que artificialmente divide Corea, es el símbolo, pues, de una tragedia de ese pueblo. No existe hoy por hoy alguna familia del sur o del norte que no tenga parte de ella, “al otro lado”, trazando así un dolor que se prolonga demasiado en el tiempo.

En visitas que hice a Corea a finales de los ’80 y en numerosos viajes que realicé a varios países latinoamericanos, europeos y asiáticos en los ’90 y a comienzos del presente siglo (viajes que incluía –entre otros- el interés de la península en referencia), pude advertir en la plática que sostuve con personeros norcoreanos, que aquellos planes de Kim il-Sung de construir de manera pacífica la añorada “República Confederativa del Koryo” se habían transfigurado en sal y agua toda vez que la alianza militar de USA, Japón y Corea del Sur había hecho lo posible y lo imposible para llenar de todo género de inconvenientes, las conversaciones iniciales del asunto y, más allá de esto, toda gestión pacifista. Fue entonces cuando el líder norcoreano, mi viejo anfitrión Kim Jong-il, creó la política “Songun” según la cual se hacía ineludible para la concreción del sueño pacifista nacional (tan expresado por su padre Kim il-Sung), armar entonces la patria hasta los dientes. Es más… armarla hasta en la dimensión nuclear, colocando tal carrera en un nivel de importancia mayor que la alimentación misma. Concebía Kim Jong-il, así, que solo armando en extremo la nación norcoreana, podría ésta alcanzar el nivel de fortaleza política conforme al cual se hiciera verosímil el proyecto pacifista de la reunificación nacional.

Todo parece que esta visión de las cosas, fue el polémico legado que recibió de su padre, el muchachón que ahora conduce los destinos de la parte norte de Corea. Probablemente el elemento juvenil de Kim Jong-un esté resultando un factor coadyuvante en la profundización de la política Songun ideado genésicamente por su abuelo y echado a andar por su padre. La energía, la pasión, que este gordito impuso a la Songun no expresa cosa distinta que la fe nacional de lograr la reunificación de la patria por una vía pacífica a punta de mostrar al mundo los músculos de hierro, pólvora y fuerza nuclear que tiene la patria. No me cabe duda que, a final de cuentas, a los vecinos rusos, chinos y japoneses y a sus connacionales del sur (los cuales serían afectados de excepción en una eventual –y jamás deseada- conflagración nuclear), esa política Songun concretada por el joven Kim Jong-un les ha acariciado toda vez que virtualmente ha logrado (como lo previeron los ascendientes familiares de éste), la deseada paz. He dicho poco, ¡a todos los ciudadanos del planeta, incluyendo –claro está- el pueblo estadounidense!, nos ha resultado gratificante, los aires de paz que se respiran!

Los buenos olores que en el mundo se sienten, de ver prontamente al gruñón Presidente Trump dialogando civilizadamente con el excéntrico y estridente muchacho norcoreano, refuerza la idea de que al final del túnel, la luz de la paz brillará no solo en la península sino en el planeta todo..

En todo este zigzag de acciones que sintetiza el caso coreano, se evidencia que para hallar la paz, no pocas cosas se pueden hacer para lograr la bendición de vivir en fraternidad.

Con el encuentro de los dos dirigentes coreanos, ganamos todos los seres humanos.

Parece ser que con las sensibles muestras de hermandad y comprensión de Moon Jae-in y Kim Jong-un, aflora como una conseja de oro las palabras del desaparecido líder chino Deng Xiao Ping… “Si el gato caza ratones, es buen gato”.

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