¡Cómo es posible que si los izquierdistas del mundo sienten apoyar toda su praxis en ideales tan loables como la justicia social y el deber de hacer una lucha permanente para alcanzarla, lo que a final de cuentas vienen logrando en todos los países en los cuales participan y eventualmente han logrado el poder, ha sido el extravío táctico y estratégico y la pérdida catastrófica de este ansiado bien político, el poder! Ello, al calor no solo de la acción efectiva de las fuerzas contrarias, sino de las edificaciones de modelos económico-sociales alejadísimos del auto-sostenimiento.

Cuando Marx hacía reflexiones sobre los criterios adecuados para evaluar con propiedad los procesos sociales, no titubeaba en caer en la cuenta que tenían que ver con las concreciones históricas; es decir que es la práctica real (no la imaginada) el factor que demuestra dialécticamente la calidad y la cantidad de todo proceso social. Siendo así, nada difícil resulta comprender que -valga el reiterado ejemplo- tanto el llamado "socialismo" que se ensayó a lo largo del siglo XX en buena parte del planeta, como el que subsiste en Cuba y en el norte de Corea al tiempo en el cual se pretende actualmente reproducir en Venezuela y Nicaragua, el factor fracaso ha sido decidor, determinante, constante.

¿Qué pasó con la desaparecida URSS y los países europeos aliados en mayor o menor grado a lo que fue esa avasallante potencia ruso-céntrica? ¿Qué ocurrió con China, convertida hoy en una potencia capitalista? ¿Qué pasa con Cuba, nación que no supera la pobreza generalizada, ya a más de medio siglo de su "revolución socialista"? ¿Qué es lo que pasa en Venezuela y Nicaragua, que lejos de remontar el camino que trazaron sus capitalismos salvajes en el siglo XX, ahora profundizan el hambre, la inequidad, la corrupción, en fin?

Faltan aquí, muchísimas preguntas problemáticas por formular en tal sentido...

No hay duda que todos esos fracasos de los experimentos llamados "socialistas" trazan curiosamente una cultura compartida. Si bien es cierto que cada "vanguardia revolucionaria" ha pretendido a través del devenir marcar su "denominación de origen" usando adjetivos calificativos en sus gritos de guerra, ha habido sin duda una cultura isomórfica, compartida, análoga, común. La URSS acuñó lo de "marxista-leninista"; China, lo de "revolución cultural"; Corea del Norte, lo de "revolución juche"; Venezuela y Nicaragua, lo de -respectivamente- "revolución bolivariana" y "revolución sandinista", etc., etc. Fracasos y tragedias, con particulares cuños de market.

Ni tan extremamente fácil ni tan extremamente difícil resulta, a la luz de los presentes días, iniciar un trabajo en plan de "sacar en limpio" una caracterización de esa aciaga cultura de la izquierda mundial tan aparejada con todo aquello que tuvo y tenga que ver con "revoluciones socialistas". No se puede dejar de valorar que en este sentido, ha habido notables aportes críticos por parte de algunos personajes de la propia izquierda del pasado siglo (el francés Garaudy, el español Santiago Carrillo, el venezolano Teodoro Petkoff, el italiano Berlinguer...); pero es una terea a continuar. Sí. Es una tarea a continuar sobre todo cuando después de las aludidas tempestades, haya actualmente naciones con gobiernos que contrarrevolucionariamente transitan por esa desfasada cultura y por esa tormentosa práctica. Por cierto, hace poco en esta misma red social Steemit, publicamos un trabajo que trata esos aportes politológicos formulados en aquellos años. Recomendamos acceder a: (https://steemit.com/castellano/@alexandermoreno/cuatro-voces-que-democratizaron-las-ideas-revolucionarias-en-el-siglo-xx)

Aunque ha habido "revolucionarios socialistas" que excepcionalmente se han declarado religiosos (como el libio Gadafi -islamista-, los venezolanos Hugo Chávez y Nicolás Maduro -católicos- y uno que otro más) es casi generalizado que tanto los entes sociales que inscritos en la respectiva bandera comunista luchan por el poder, como los que en algún momento lo han logrado, hayan profesado (o profesen) resquemor ante el dogma religioso; no obstante es asombroso ¡y paradójico! que forme parte importantísima de la cultura general de ese medio, la noción mediante la cual estos entes políticos se autoconciban como "designados por la historia" a dirigir para siempre-siempre, el proceso de construcción de la sociedad post-capitalista. Tal noción tan acérrimamente compartida por todo el mundo de la izquierda, coloca el asunto, sin más, en el terreno religioso, dogmático, lineal, anti-dialéctico. Vemos ahora con estupor que los gobiernos de Maduro (en Venezuela) y de Ortega (en Nicaragua) siguen viendo el asunto así ¡luego de la debacle de lo que en siglo XX se denominó "el socialismo real"! En tal línea de monovidencia extrema, tanto el PSUV como el FSLN en funciones respectivas de gobierno, llevan a cabo hoy por hoy unas políticas de desconocimiento a todo aquello que signifique disidencia, oposición democrática, elecciones abiertas y plurales, "institucionalizando" así prácticas dizque electorales asaz sesgadas (para cuya participación "todos son iguales, pero unos más iguales que otros"). En Venezuela esta cultura terca ha llevado en los presentes días a que el gobierno madurista desconozca la legitimidad del parlamento con mayoría opositora (electa cuando tal régimen no había terminado de cuajar), al tiempo en el cual "fundó" unilateralmente un parlamento monolítico llamado esquizoidemente "asamblea nacional constituyente". Todo ello, a punta de procesos consultivos al margen de la sociddad civil real. Procesos consultivos a la medida del régimen y su obediene partido político.

El mesianismo izquierdista ha generado todo tipo de desvaríos, cuando ha llegado al poder... Nepotismos, monarquías, amiguismos, lealtades automáticas, etc.

La izquierda no gusta en tomarle el pulso a la propensión natural de lo humano, de necesitar premiación pronta ante el sacrificio (sobre todo, el laboral); de ahí que tienda compulsivamente desde el poder, a un estado-centrismo con capacidad de mediatizar todo reconocimiento al esfuerzo. Ante la ley capitalista de obtención del máximo beneficio por parte al sector que posee propiedad de los medios de producción (madre de las miserias de ese sistema), la izquierda en el poder, en vez de crear vías de equilibrio entre el mercado y el Estado, pues ha optado por estatizar, centralizar, hacer totalitarismo (satanizando toda la riqueza que comporta la libre iniciativa de los agentes de produccion). Con tal política: la escasez, la miseria, la corrupción... La infuncionalidad de los procesos económicos.

Parece ser que en las dimensiones más profundas de la cultura de la izquierda empoderada, habita el enfermo valor ideológico de "culto a la personalidad" al estilo del Vaticano de todos los tiempos, de la horrible dictadura dominicana de Rafael Leonidas Trujillo (quien en sus tiempos llenó de estatuas alusivas a su propia persona, a casi todas los parques de su país; colocó su apellido a la capital y prácticamente a toda cosa; en fin...). Resultaron patéticas esas prácticas de "culto a la personalidad" en la vieja China de Mao Tse Tung, en la otrora URSS de Stalin, en la (harto reciente) Venezuela de Hugo Chávez, etc.

La pobreza conceptual del mundo general de la izquierda es tan enorme que, ignorando la referencia que Marx encarna en cuanto al deber-ser de la sociedad comunista a conquistar (y otras referencias calificadas), prepondera el contrarrevolucionario valor ideológico de la igualación forzada, negando por lo tanto que lo que una sociedad justa debe poseer es el respeto de la individualidad personal a la luz de sus aptitudes concretas. Una sociedad comunista debe abrir a todos los ciudadanos la posibilidad de que cada uno de éstos se desarrolle a tenor de sus peculiaridades en cuanto a fortalezas, vocación, en fin. Jamás debe igualar a unos seres que, si bien merecen igualdad de oportunidades, demandan que sus individualidades sean atendidas de cara a sus respectivos desarrollos.

Veamos lo que Marx planteó en 1875...

Si ser de derecha es colocar en el centro de la sociedad, alguna cosa que no sea el ser humano, entonces en buena medida esa cultura izquierdista que venimos conociendo es en efecto, de derecha.