Cuando el común de los mortales asocia la democracia con el capitalismo, está en parte en la razón; pero también en parte en la sinrazón (un poco por aquella conseja que dice "una verdad a medias, se parece mucho a una mentira").

Hemos visto en el siglo XX dictaduras que estuvieron compenetradas con el modelo capitalista... Franco en España, los Somoza en Nicaragua, Hitler en Alemania, Pinochet en Chile; para citar solo unos pocos. También nos ha tocado ver en el pasado siglo dictaduras, abrazando alguna modalidad de socialismo estado-céntrico... La URSS, la Camboya de Pol Pot, Cuba. (El caso de la Venezuela del chavismo -que aún sobrevive-, es, para decir lo menos, surrealista).

Curiosa e ingénuamente, en el siglo XX formaba parte de la cultura de los comunistas del mundo la aceptación no-crítica de la factura dictatorial (totalitaria) de las diferentes experiencias denominadas "socialistas". Se connotaba como justas las distintas facturas estado-céntricas, mono-partidistas y negadoras de disidencia, de los experimentos soviético, europeos, asiáticos y hasta antillano. Este elemento de la cultura "izquierdista" de todos los confines del planeta, llegaba hasta el punto de condenar cualquier atisbo de crítica a tales rasgos antidemocráticos, utilizando para ello calificativos (en plan peyorativo) como, revisionismo, desvío ideológico, traición, etc.

Cuando la URSS decide en mala hora (1968) invadir Checoslovaquia, lo que se produce en las ideas y emociones de más de un militante comunista de Occidente, es una hecatombe; sí, una hecatombe en el espectro de esa cultura verticalista, rígida y acrítica. Llamando de mejor manera la cosa: se produjo una revolución en el contexto de la cultura "comunista" instalada en casi la mitad del planeta Tierra.

Probablemente sea el discurso que en Moscú -en plena época de Brezhnev, 1969- desarrolla el valiente dirigente del Partido Comunista Italiano Enrico Berlinguer (1922-1984), la referencia que más emblemáticamente encarna tal punto de ruptura. Acontecía nada menos que la Conferencia Internacional de Partidos Comunistas... pero es harto necesario tener en cuenta que hubo otras voces de enorme importancia, las cuales resultaron definitorias en la generación y desarrollo de una nueva cultura socialista inscrita en contravía de "la vieja historia".

En esos mismos tiempos, surge un exitoso libro rubricado por un venezolano con apellido eslavo (lo cual confundía enormemente a los lectores europeos, colocándolos en la creencia de que se trababa de un búlgaro), titulado Checoslovaquia, el Socialismo como Problema. Teodoro Petkoff (nacido en 1932), el autor, era a la sazón, un dirigente del Partido Comunista de Venezuela, el cual había concentrado alguna notoriedad por su pasado guerrillero y por una fuga de una cárcel. Al calor de esos acontecimientos, el dirigente del Partido Comunista Francés, Roger Garaudy (1913-2012) salta a la correspondiente escena, colocando en el mercado editorial el libro El Gran Viraje del Socialismo.

Sesudos análisis hacen uno y otro autor. Cada uno con su estilo, Garaudy y Petkoff tocan fondo en la racionalidad imperialista de los rusos, revelada claramente en esa invasión; todo lo cual les permite a esos escritores sacar a flote el sentido humano-céntrico de las ideas socialistas (y consecuencial pléyade de ideas tributantes a la democracia, el pluralismo, la libertad).

Icónica resulta la frase que en esos mismos años de finales de los '60, pronunció el arrojado dirigente comunista español, Santiago Carrillo (1915-2012)... "¿Dictadura?... ¡Ni del proletariado!".

- Fuentes (y otros aspectos) de las imágenes y de algunos insumos informativos:

Los antes citados libros, El Compromiso Histórico, El Gran Viraje del Socialismo y Checoslovaquia el Socialismo como Problema.

Identificación de los personajes que aparecen en el collage inicial: De izquierda a derecha, Petkoff, Garaudy, Berlinguer y Carrillo.