En el vivían unos gordos cerditos, que eran hermanos. El mayor se llamaba tocino y olía igual a un pastel de tocineta. El del medio se llamaba costillín y su olor era igualito a las costillitas de cerdo asadas. Y el menor se llamaba chicharrón y olía a caramelo de fresa.

También vivía en ese aromático bosque un enorme lobo feroz y hambriento, del cual no vale la pena hablar de su olor, porque el delicioso aroma de los tres cerditos opacaba cualquier otro olor que pudiese existir. Este pobre y hambriento lobo vivía atormentado por aquellos ricos olores que emanaban cada vez que un cochinito caminaba, por eso siempre trataba de atrapar a alguno y así poder satisfacer su voraz apetito.

Los cerditos no eran ningunos tontos y conocían las intensiones de aquel lobo tragón, de manera que cada uno construyo una casita a manera de guarida para poder protegerse, sobre todo en aquellos días calurosos en los que sus olores a tocineta frita, costillita asada o caramelo de fresa eran más intensos.

El cerdito menor, como olía a caramelo de fresa decidió fabricarse una casa de bejucos tomados de un arbusto de fresa y se tejió una bonita choza. El cerdito del medio se consiguió unos palos de bambú torcidos que daban la impresión de ser costillas, todo alusivo a su provocativo olor, y con eso armó su casa. El cerdo mayor pensó hacerse una casa con tablas de tocineta, pero pensó que se derretirían un poco cuando el sol se pusiera muy fuerte, así que recordó que la tocineta se puede preparar a la parrilla con cualquier acompañante y se hizo una casa de ladrillos y rejas, parecidos a los materiales que se utilizan para hacer una barbacoa.

El lobo hambriento al ver semejantes casas, se rió a carcajadas y pensó, "A estos cochinitos me los como facilito" y se dispuso a soplar la casita de bejucos de fresa del cerdo menor, pero tenía un aliento tan pestilente que de los arbustos cercanos surgió un gran enjambre de abejas que enojadas por aquel hedor lo picaron hasta más no poder.

Corrió como loco aullando histérico por las picaduras, y de tanto correr llegó hasta la casa del cerdito del medio. Al ver aquellos bambúes imitando costillas de cerdo, su dolor desapareció y el hambre atroz regreso, así que empezó a soplar de nuevo olvidando ese asqueroso olor a cloacas que salía de sus fauces. De los palos de bambú surgieron de la nada miles y miles de hormigas rojas de la rabia que iban directo a picar al lobo, pero este se espabiló justo a tiempo y salió espantado corriendo y corriendo.

De tanto correr llegó también a la casa del cerdito mayor, que justo en ese momento hacia ejercicios, entonces de aquella casa tipo parrillera emanaba un delicioso olor a tocinetas en barbacoa. El lobo ya babeando se acercó y empezó a soplar como loco, olvidando de nuevo su hedor bucal. Pero esta vez no salió ningún tipo de alimaña a picarlo, quien salió fue el cerdo mayor con una crema dental y un cepillo de dientes para obsequiárselo al lobo.

El lobo se cepilló y ahora de su reluciente hocico surgía un aroma mentolado delicioso, esto desencadenó en los cerditos un hambre voraz y como ellos eran tres y el lobo solo uno, no lo pensaron dos veces y le saltaron encima a comérselo. Aquel lobo les resultó delicioso y terminaron con él en un pis pas.

Ahora existe un hermoso bosque verde con aroma a menta y a toronjil donde viven tres olorosos cerditos. En la entrada de aquel bosque cuelga un letrero que dice: "Son bienvenidos los lobos a este humilde y hermoso bosque"

Esta es mi participación para el segundo reto de ejercicios creativos para escritores, propuesto por @nakary y donde @charjaim nos desafía a "recontar" una historia infantil pero esta vez relatar la historia a través de los olores. Espero les haya gustado mi versión olorosa del lobo feroz y los tres cerditos.