En estos últimos tiempos usamos mucho las palabras “tolerancia” y “valores”; una la utilizamos para decir que debemos tener tolerancia con los hermanos que piensan distinto a nosotros; la otra la utilizamos siempre que ocurre algo malo y decimos perdido valores. Opino que no puede existir la una sin la otra, nunca serás tolerante si tienes pocos valores, y no tendrás valores si no practicas la tolerancia. A mí se me ha hecho muy fácil extrapolar lo que veo en las películas; adaptar los temas a mi vida personal, a mi entorno, a cuestionarme. Y en esta película en particular pude ver como la tolerancia y los valores son los temas principales en torno a situaciones en los años 40:

La trama se desarrolla entre un collage de historias durante la los años 40 mientras ocurría la 2da guerra mundial. La historia de Henry McAllan (Jason Clarke) y de su esposa citadina y culta, Laura (Carrie Mulligan), deciden a mudarse de Memphis, Tennessee, con sus hijas y el padre de Henry, Pappy McAllan (Jonathan Banks) a una granja algodonera ubicada en el delta del Mississippi, en donde vive una familia de peones negros, encargados de trabajar la tierra. Entre estos trabajadores se encuentran Hap Jackson (Rob Morgan), el cabeza de la familia y su esposa Florence (Mary J. Blidge), y 4 hijos uno de ellos, Ronsel Jackson (Jason Mitchell), está en la guerra como sargento de un batallón comandado por el General Patton. Cuando la guerra termina, vuelve el hermano de Henry, Jamie McAllan (Garrett Hedlund). Al poco tiempo regresa Ronsel, entre ellos empieza a desarrollarse una amistad interracial, a escondidas (como si fuese un amor prohibido), pues sólo ellos entre todos los habitantes del pequeño poblado sureño sabían cómo era sufrir del trauma de las postguerra. La historia nos refleja la verdadera vida de campo, ese entorno rural donde se te hace difícil hacer cosas tan simples como bañarte, que debes comer lo que tus manos matan, pero que puedes conseguir historias bellísimas de valores familiares en entornos que no conoces, como la de la familia Jackson; gente con prejuicios como Henry y su padre Pappy, racista al extremo; y personas completamente abiertas sin estar atadas a prejuicios como Laura o Jamie.

Me encontré con una historia cautivante con un guión muy bien desarrollado, con diferentes puntos de vistas de cada uno de los actores, contados por ellos con buen ritmo, que por momentos me parecían lecturas de cartas, otros parecía que estuviesen leyendo el libro y otro punto de vista que era poesía pura: hermosísimo, por esto ganó su nominación a mejor guión adaptado (galardón que ganó “Call me by your name”). Toda la obra estuvo llena de matices, con escenas desgarradoras y otras donde te sientes impotentes y la música completaba esos matices de una manera tan orgánica como la obra misma, con hermosas entonaciones de Góspel y de canciones que parecieran sido pasadas de abuelas a nietos.

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