Historia de medianoche — Capítulo 3 | Relato

in #spanish7 years ago (edited)

Hola, gracias por estar aquí. Te invito a pasar por las dos partes anteriores de esta historia.

Historia de medianoche — Capítulo 2 | Relato

Historia de medianoche — Capítulo 1 | Relato



Daniel sonríe.

—¿De que quieres que te hable? — pregunta.

—No se —responde Carlos— , de tu mujer, de tu novia, y si no tienes pues cuéntanos de tu madre; pero di algo hombre, apenas y conocemos tu voz —dice sonriendo.

—De mi madre no creo que quieras escuchar— responde también riendo.— Es una señora ochentona pero increíblemente activa; dios a veces me pregunto que le dan de comer en el ancianato. — Su tono se torna pesado de pronto. Mira de nuevo los ojos desorbitados de Carlos. Este le responde con una sonrisa que invita a continuar. Daniel mira el techo un momento y toma una buena bocanada de aire. —No tengo novia y... bueno, mi esposa está... ¿Cómo lo digo? —Aspira, como si le faltara el aire— Mi esposa murió hace unos cuatro meses.— Su voz se quiebra como un vaso de vidrio que choca contra el suelo desde una gran altura.

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Muerte, ese acontecimiento inevitable de la vida es sacado a escena. La desdicha invade LA NOCHE. Es cierto que tanto Jimmy como Cristian no tienen mujer, pero en sus rostros se aprecia el dolor. El sentimiento en la voz de Daniel es verdadero. Tan verdadero como la separación de Carlos de su esposa y de su hijo, y esto lo notaron de inmediato, no solo lo notaron: lograron entenderlo como si en la voz de ese hombre, que había sido un completo desconocido hasta hace unos pocos minutos, se sintiera lo espeso de su dolor, en verdad ese hombre sufría, y sufría en silencio. No buscaba llamar la atención, inconexo de la realidad, como si desconociera el mundo. Si no hubiese sido por Carlos ese hombre aun se encontraría al otro extremo de la barra sin tomarse su trago, a la espera de que el grupo de hombres se fuera para el seguirles el paso hasta la puerta y luego seguir con su camino de desdicha.

Su esposa murió hace cuatro meses, bueno no es el fin del mundo, ha pensado Carlos, luego se imagina a él llorando sobre la tumba de su mujer. Imagina el sentimiento. Mira a Daniel a los ojos y, en un momento de delirio, la locura lo abarrota y se ve a él mismo a una distancia que parecía de mil kilómetros. Se ve en cuerpo entero cabizbajo al un extremo de una barra que desconoce sufriendo en silencio mientras el corazón le da vuelcos en el pecho. El delirio va en aumento y nota como todo desaparece y solo queda aquel hombre al otro extremo de la barra y él. Se ve con una sonrisa pintada, tan falsa como triste, como la de un payaso problemático a punto de salir a escena. Le parece gracioso en ese momento compararse con un payaso. La escena sigue.

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—¿Cómo estas Carlos? —se pregunta.

—Estoy bien Carlos ¿y tú qué tal estas? —se responde.

—Estoy bien solo algo triste, sabes. Mi esposa murió hace cuatro meses y bueno... Estoy solo desde entonces.

—Ya se te pasará hombre. Anda, tomate un trago.

Carlos asiente.

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Las imágenes se distorsionan poco a poco hasta que solo queda un visaje de lo que fue aquella epifanía. Aparecen de nuevo los rostros de Cristian y Daniel, y el de Jimmy tras la barra. Daniel se muestra tranquilo pese a lo de su esposa. Carlos, por un momento, se da cuenta de lo que sufre ese hombre en verdad. Es como si el sentimiento de desdicha se le contagiara inexplicablemente. Su corazón se agita con rudeza bajo sus costillas dando tumbos. Siente un amor profundo, seguido de una cólera inusitada, y luego la cólera se convierte en dolor, después... después se convierte en culpa y esa culpa se transforma de nuevo en dolor. El dolor mas profundo e intenso que jamás ha sentido en su vida.

Pasaron alrededor de dos minutos desde que todos se habían enterado que la mujer de Daniel había muerto. Para Carlos ya pasó una eternidad. El reloj sigue marcando la hora. El tictac quiebra el silencio que se genera en condolencia. El aire espeso que genera la cerveza crece. Cristian y Jimmy observan al hombre que, por un momento, parece querer añadir algo pero luego se arrepiente. Carlos y Daniel se miran y sostienen con firmeza sus miradas, hasta que un fuerte nudo le aprieta la garganta a Carlos dejándolo sin aliento. Sus ojos le pesan una tonelada y no puede mas. Carlos llora. Agacha su cabeza y la guarda entre sus brazos como un niño que acaba de perder su juguete. Solo se escuchan jadeos.

—Lo siento —dice — ha de ser la bebida que me tiene así. Creo... creo que no debí preguntarte nada, lo siento.

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Da la impresión de que el mareo y el delirio desaparecen. Daniel sigue sentado frente a él, sorprendido a decir verdad, pero lo mira con una sonrisa distante. Tiene un aspecto sobrio, algo elegante, típico de los que no beben.

— No te preocupes. Me gusta hablar de Sara. Cuando lo hago la siento viva aún. Era una buena mujer. No solo como esposa, sino como amiga. Creo que fue eso lo que me hizo quererla tanto; es decir... ella era única. — Dirige su mirada a Carlos. — ¿No te parece que cada mujer tiene su propio encanto?

Carlos asiente, confuso.

—A ver... Todos los hombres somos distintos, ¿estamos de acuerdo en eso, cierto? — Carlos asiente de nuevo. —Bueno es como si cada mujer estuviera perfectamente diseñada para cada uno de nosotros. Como si la vida hubiese pulido cada detalle para que encajara perfectamente en nuestras vidas. —Se detiene un momento a mirar a sus compañeros. — Solo que a veces no cuidamos los detalles y es como si desencajaran completamente de nosotros. —concluye Daniel.

—¿Como fue tu vida luego de la muerte de tu esposa? —pregunta Cristian.

— Me costó asimilarlo al principio, luego era imposible aceptarlo, pero cuando superas estas etapas aprendes a vivir con un vacío en tu corazón: La cama vacía, el silencio en el comedor, pero luego te acostumbras y tu vida sigue. Sigues llevando ese vacío en tu corazón que pesa millones de lágrimas y millones de risas. Millones de alegrías y millones de tristezas, y millones de... —Toma fuerte una bocanada de aire para contener el llanto inminente. Es una represa que se agrietaba con cada palabra. —Bueno... Millones de muchas cosas que jamás se olvidan.

—Pienso que tuviste suerte al haber amado de verdad. —Dice Carlos.

—Pienso que tu suerte es mayor. Tienes un hijo, y aún tienes una esposa. Pienso que eres un suertudo estúpido por haberlos dejado ir. Mi esposa se fue, y se llevo consigo a nuestro hijo que llevaba en el vientre. — Cuando quiso parar ya era tarde, las lagrimas corren ahora por su rostro bajando por sus mejillas y haciendo un cruce hasta la comisura de los labios. — He escuchado poco de ti, pero lo poco, lo envidio.

Carlos se enjuga las lágrimas que se secan en su rostro con las mangas que le llegan al bíceps, recuerda el paño que guarda en su bolsillo trasero, lo saca y se lo pasa por el rostro. Ya no tiene ganas de beber ni una más. Son casi las tres de la mañana. Daniel se detiene un momento, se aparta las lagrimas de sus ojos con sus dedos largos y blancos.

—Mi esposa tenía tres meses de embarazo cuando murió. Era nuestro primer hijo. Estábamos felices de verdad.

Se hace el silencio en el lugar. Nadie quiere decir nada más, sin embargo ese silencio es quebrado como lo hace un rayo en la tormenta por la voz del tendero Jimmy.

—¿Cómo murió?

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Agradecido de tenerte aquí leyendo mis escritos y cada divagación de mi descontrolada imaginación. Estás invitado a leer los demás y si te gustan vuelvete mi seguidor que para mi sería un honor. Nos leemos en la cuarta parte.

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Grandiosa publicación mi brother!!!

Muchas gracias por comentar.

Excelente trabajo amigo @leikerm96 Solo tengo eso para decir, excelente trabajo.

Muchas gracias amigo @darius86, aprecio mucho tus palabras.

Muchas gracias.

Excelente escrito mi estimado amigo!!! Un abrazo desde Chile!!!

Un saludo para ti también amigo. Nos leemos.

Muy buen relato te sigo desde ya!

Gracias amigo.

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El maestro del suspenso pues jajajaja. Te sigo en la próxima entrega @leikerm96

Gracias por darme ese titulo jaja. Mañana subo la próxima parte que creo será la ultima. Un saludo.

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