Mucho antes de la serie de Netflix, de las aventuras de aquella bruja adolescente con Melissa Joan Hart a finales de los años noventa, década que también fue testigo de un decepcionante remake de este clásico film con Harrison Ford y Julia Ormond, existió esta Sabrina, una comedia romántica de 1954 que reunió a cuatro ganadores del Oscar para entonces.

Billy Wilder había ganado el Oscar a Mejor Director en 1945 y ya había trabajado con William Holden en Sunset Boulevard junto a Gloria Swanson y luego en Stalag 17, papel que le mereció a Holden el premio de la Academia a Mejor actor en 1953, mismo año en que Audrey Hepburn obtuvo la estatuilla dorada con su primer protagónico en Roman Holiday junto a Gregory Peck. Por su parte, Humphrey Bogart, uno de los actores emblemáticos de Hollywood, ya famoso para esos años por sus papeles en la icónica Casablanca y en The Maltese Falcon (entre otras) se había alzado con el Oscar a Mejor actor en 1951 por su papel en The African Queen, junto a la otra Hepburn, Katharine. Se trataba entonces de una producción que reunía algunos de los mejores talentos de la época, en un guión co escrito por el mismo Wilder, junto a Ernest Lehman, a partir de una obra de teatro de Samuel A. Taylor.

Sabrina Fairchild (Hepburn) es la joven hija del viudo Thomas, un chofer británico al servicio de la influyente y multimillonaria familia norteamericana, los Larrabee. Soñadora y romántica, Sabrina siempre ha estado enamorada de David (Holden), el hijo menor de la familia, vividor, mujeriego, divorciado ya tres veces y quien siempre realiza las mismas tretas con las mujeres que corteja. Testigo ignorado de los deslices de David, Sabrina sólo sueña con protagonizar una de esas mágicas veladas con baile y dos copas de champagne, sin importarle que ya haya hecho lo mismo con otras mujeres. La fijación de Sabrina no es un secreto para la servidumbre, mucho menos para su padre que le dice "Don't reach for the moon, child" y la envía a París por dos años para estudiar cocina.

Cuando, al cabo de esos dos años, vuelve a Norteamérica a la residencia de los Larrabee, Sabrina se ha cortado el cabello (al igual que en Roman Holiday) y se ha convertido en una mujer sofisticada y atractiva que llama la atención de David cuando casualmente la encuentra en la estación de trenes, sin reconocer en ella a la hija del chofer. La invita a un baile esa misma noche y ella, extasiada, ve que su anhelada fantasía está por cumplirse. Pero no todo sale como se esperaba, porque durante esos dos años que ella estuvo lejos, David se ha comprometido por cuarta vez, ahora con la representante de otra familia adinerada que tiene proyectos en conjunto con los Larrabee, así que su hermano mayor Linus (Bogart) aprovecha un accidente doméstico de David para deshacerse de Sabrina.

Linus es lo opuesto a David: adusto, frío, duro para los negocios y hermético. Su sentido práctico le hace concebir un plan cruel: salir con Sabrina para sacarle de la cabeza a David y luego enviarla de vuelta a París en un barco, haciéndole creer que él la acompañará. Pero como se trata de una comedia romántica, el cazador será cazado y aunque logra el cometido de enamorar a Sabrina (quien luego duda entre un hermano y otro) es víctima de su propio juego porque acaba haciendo dos cosas contra su voluntad: la primera es que se abre emocionalmente a la joven y deja entrever algo más que su seriedad y su olfato para los negocios; y la segunda es que este hombre, que es más relajado y divertido junto a Sabrina, acaba enamorándose de ella. Algunos enredos y una secuencia de líneas ingeniosas en el guión, nos conducen, poco a poco, a través de esa relación, hacia el momento definitivo del plan: el viaje en el barco.

La película es relajada y divertida. Tiene sus momentos románticos, sus momentos graciosos y también sus momentos encantadores, como cuando vemos a Sabrina cantar La vie en rose y hablarle a Linus sobre París a bordo de un auto descapotable. La chica le cuenta que debe conocer la capital francesa y le dice lo que debe hacer cuando llegue allí, preferiblemente bajo la lluvia, "the rain is impostant because that's when Paris smells the sweetest". También destaca la tozudez de Linus de no reconocer sus sentimientos. Él mismo asegura en una parte de la película que "No man walks alone from choice", pero aún sabiéndose encantado con la joven, decide mantener su plan inicial y anteponer los negocios, las normas y el trabajo por delante de su felicidad. De más está decir que la parte más bonita de la cinta es precisamente ver cómo dos personas que no buscan el amor (uno porque le huye y otra porque cree haberlo encontrado), lo encuentran en el lugar más insospechado: él en el más reciente capricho de su hermano y ella en el hombre dulce y cálido que se esconde tras el semblante serio del hermano de su amor platónico.

Sin embargo, hay un par de cosas que no me convencieron. Cuando David se da cuenta de que Linus se ha enamorado de Sabrina, lo golpea, pero luego acepta su matrimonio por conveniencia y literalmente empuja a Linus a tomar el barco para que alcance a Sabrina y así su felicidad. Por más frívolo que sea, la actitud de David en ese instante definitivo (una especie de redención) no me parece coherente con el personaje. Y el otro detalle es una cuestión de gusto personal: Bogart no me convence como galán. Es decir, es un gran actor, referente obligado de la época en el mundo del cine; pero aunque me gusta su actuación como hombre de negocios, como detective, como hombre de acción, hay en algo en él que no me convence como galán en las escenas románticas. Me pasó con él en Casablanca, me encantaba verlo en el bar, hablando con Sam o con el inspector, pero cuando lo veía junto a Ingrid Bergman, no me lo creía. Y me sucedió acá: en las escenas con Audrey Hepburn, me parece que ella destaca mucho más que él y que la química no es tan buena como quizás lo fue con Gregory Peck en Roman Holiday.

Con una historia romántica, un guión divertido, un vestuario que se llevó el Oscar, un reparto de lujo y sobre todo con una encantadora Audrey Hepburn (¿pero cuando no lo es?) a quien creo que se debe el éxito de la cinta casi por entero (con cualquier otra actriz, creo que le película no sería tan buena), Sabrina es una buena opción para cuando se quiere ver algún clásico, o alguna película tranquila, de esas que sin ser memorables (Casablanca, Gone with the wind) suelen dejar una sensación agradable al espectador y un buen sabor de boca gracias a su final feliz. 7/10 es mi puntuación para esta cinta que ya tiene 65 años de haberse estrenado y que a pesar de ello, sigue siendo mejor película que muchas de las producciones recientes.