Yerguen desde el suelo buscando el cielo, como soldados se mantienen firmes, rectos, con raíces bien fundadas y agarradas de las entrañas de la tierra, absorviendo la humedad y los nutrientes, que la sabia naturaleza pone a su alcance en su plano terreno.

Capaz de tomar formas caprichosas, su tamaño y despliegue se adapta a lo que lo rodea, a lo que tiene, adueñándose de tierras, de piedras, de rocas, fundiéndose con otros de su propia especie, algunos cuelgan de abismos, de acantilados, otros surgen de las aguas de un río, de un lago, otros se abren paso entre piedras, para dar vida, para agregar belleza a un paisaje, a un horizonte.

Son capaces de pintar, cual paleta de colores, un cuadro unicolor en un ambiente enmarcado, y al mismo tiempo son capaces de generar toda una gama de matices y de crear policromías en pequeños ambientes, aprovechando las estaciones, se renuevan cada año, renacen, se reinventan, duermen y despiertan.

Nuestros hermosos árboles, unidos formando murallas, bosques, armando batallones de guerreros, de soldados, de vigilantes que escudan, que protegen, que custodian, que guardan, tesoros de incalculable valor, LA VIDA!

Los árboles, en solitario o en grupos, unidos o diezmados, todos albergan vida, entre aves y roedores, inceptos de todos los tipos y otros mamíferos pequeños, se protegen entre sus ramas, en sus troncos ahuecados, entre sus raíces o debajo de ellos, haciendo sus nidos, sus colonias, sus trampas, sus refugios, ellos bondadosos les permiten y ofrecen estancia.

"Al árbol debemos solícito amor, jamás olvidemos que es obra de Dios". Fragmento del himno al árbol, el cual recuerdo de mi infancia en el colegio, y al que siempre le he rendido tributo por la importancia que él tiene para nosotros.