El miedo al agua lo había aprendido desde la niñez. La precaución perenne de que tuviera cuidado al acercarse a la orilla, se la repitieron muchas veces a Margarita, con historias nefastas incluidas, incluso una vez que quiso aproximarse un poco más, una sensación de vacío en el estómago se le hizo presente, cuando un tío, pretendiendo ser gracioso, la empujó y haló al mismo tiempo, sosteniéndola fuertemente por los hombros.

No, definitivamente no le llamaba la atención nada que tuviera que ver con agua en embalses, piscinas, ríos, mares, represas o lagos. Tierra firme o no habría paseo. Nunca aprendió a nadar a causa de las intimidaciones de los adultos que le tenían temor a lago.

Un día, en el liceo, planificaron una excursión para una actividad de contenido ambientalista, aceptó ir porque se trataba de recoger basura y desechos en la cercanía del lago. Nadie llevaba ropa de baño, eso le dio confianza.

Junto a un grupo de amigas, recogían y metían en bolsas: tapas de refrescos, latas, envases plásticos y todo aquello que una buena parte de la raza humana inmunda, arrojaba sin ningún escrúpulo.

El profesor iba con ellas y aprovechaba para dar el discurso de rigor, mencionando el daño que se le provocaba al medio ambiente.

De vez en cuando, alguna indisciplinada metía los pies al agua o agarraba para salpicar a las otras sin que la viera el maestro. La charla continuaba y el grupo se dispersaba para abarcar más espacio en la limpieza del lugar.

El juego y el ánimo vil a veces se cruzan; eso fue lo que llevó a una compañera a empujar a Margarita al lago, desconocía su ineptitud para desenvolverse en el agua. Esta, llena de pánico, comenzó a dar brazadas torpes.

El profesor se lanzó a ayudarla y quien la había lanzado también, bajo el estupor del resto del grupo, que vieron como en el desespero la joven se aferró al cuello del hombre, quien imposibilitado para maniobrar se hundió con ella; como pudo la otra joven nadó a la orilla, salió y sentó cansada encima de una loma, a contemplar la reacción del cielo, que fue tornando su acostumbrado azul a un púrpura con visos negros, tan negros como su futuro.

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