Muy buenas noches, apreciados amigos lectores. Saludos a la comunidad en @VenezolanosSteem. Muy especialmente al magnífico trabajo de @MarcyBetancourt y @SolPerez para hacer posible nuestros proyectos, en esta casa de sueños.

Hoy voy a sumarme a la excelente iniciativa de @marlyncabrera, la cual pueden buscar en el siguiente enlace

No te vas a arrepentir de participar.

La niña.

Pixabay

Los vecinos cuentan, que por aquellos días la niña vagaba, cubierta de cenizas, con los ojos velados, balanceando un oso de peluche en la mano. Andaba descalza, sucia, con el cabello cortado a destajo y arrastrando un pie descalzo.

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Cuando llegué al pueblo se confirmaron mis sospechas. “Bienaventuranza” no era un pueblo, eran apenas dos calles pedregosas, polvorientas y cubiertas de una ceniza eterna, una de ellas bajaba y otra subía, como decían los lugareños. Recuerdo que tenía apenas 8 años cuando lo visité por primera vez, en ocasión del funeral de mi abuelo.

Un templo, una plaza, una prefectura, una bodega, una casa de ensalmes, una botica y una esquina de reuniones.
Diez años después de la peste, parecía que nada había cambiado.

Por cierto, la casa ha estado en construcción desde siempre. Es la primera que se ve desde la carretera, tras el lustre eterno de polvo amarillo. Desde afuera, da la impresión que siempre entra y sale mucha gente; pero cuando entras, está vacía y silenciosa, sumergida en su propio eco.

El día de mi regreso había en la calle que sube más gente de la que recordaba, tuve la impresión de que caminaban sin propósito, deambulando. Se ignoraban. Los hombres embutidos en trajes de paño negro y las mujeres en largos vestidos de organza blanca, que permanecían pegados a las piernas por la falta de brisa.

Pregunté, ¿qué hacen todos?

-Buscan a la niña.

Esa noche, mientras la cena hervía en medio de la quietud del fogón, los habitantes de la casa, asomados alrededor del resplandor, hablaban en voz muy baja. Al principio no les entendía. Se referían al crematorio, a las cenizas perennes, a los de uniforme, a la niña. Al rato el murmullo era denso, ya no se miraban, ya no levantaban las manos. Se quedaron rígidos solo moviendo los labios, masticando las palabras, como una letanía.

-La niña, la niña, la niña...

La mañana borró el recuerdo. No sé si dormí o dónde lo hice. Me sentía cansada; pero decidí dar un paseo a pie y aprovechar el cálido halo de vida que daba el sol al pueblo muerto. Caminé alrededor de una hora entre Alhucemas y Nogales.

De pronto, escuché una voz infantil y la pregunta.

-¿Quieres acompañarme?

Tomé la mano fría de la niña y avanzamos apaciblemente por las horas de la mañana que aún no llegaba a su fin. Nuestros cuerpos dejaban huellas en el aire demasiado denso, avanzábamos entre el murmullo que volvía de la noche anterior, de la cocina, del calor del fogón …

-Nadie lo sabe. La niña no volvió del crematorio. Dicen que los de uniforme se la llevaron por equivocación. Todavía la gente de la calle que baja escuchan sus gritos de auxilio. La han visto esconderse de los miedos, cubierta de cenizas, buscando quien le haga compañía…y todos los que se van con ella, no regresan.

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Muy especialmente agradecida a @steemcurator01 @steemcurator02 @booming01 @booming02 por sus aportes para todos en la comunidad.

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