RESPUESTA INMEDIATA - Historia

Estoy profundamente agradecida por la forma en que Dios nos enseña a confiar siempre en él a pesar de las dificultades económicas, familiares o de salud que afrontamos como familia.

El Señor siempre nos demuestra que él está en el control de nuestra vida y conoce cada una de nuestras necesidades.

La siguiente historia que hoy les quiero compartir no es mía, ésta, siempre nos la contaban nuestros abuelos; espero les guste.

Hace unos 50 años o más, mis abuelos pasaron por una situación económica muy crítica, mis dos tías mayores estaban en la Universidad y tenían muchos gastos, tantos, que al momento de cobrar el salario, solo recibían papeles.
Ese 24 de diciembre se levantaron como todos los días, con la diferencia de que aquella mañana no tenían nada para desayunar.
Tomaron la Biblia y el libro de meditaciones matinales, y comenzaron el culto familiar. Su pequeña hija de 10 años, la cuarta en la familia (ésta vendría a ser mi mamá), estaba inquieta, y antes de orar pidió el desayuno. Ellos se hicieron los desentendidos y oraron fervientemente. Le pidieron a Dios que los proveyera de la manera más urgente los alimentos para comer en ese día.
En el momento cuando decían Amén golpearon la puerta. Cuando mi abuelo abrió, se encontró con un hermano de iglesia que le contó que Dios lo había bendecido con la cosecha de maíz, y que su familia, muy agradecida, había separado una parte para sus vecinos más allegados.
La respuesta de Dios, además de inmediata era por demás generosa.
Cuentan, que ese día, no solo recibieron maíz, otros vecinos al saber de las necesidades por la que estaban pasando en esos días, se unieron a apoyar con parte de sus cosechas; plátanos, yucas, naranjas y otras frutas y verduras.
Mientras agradecían conmovidos a Dios por responder a sus necesidades, él nos envió aún más: otra vecina llegó con unas gallinas, listas para comer. Esa fue la Navidad que más alimentos disfrutaron.

-Nuestro buen Dios respondió inmediatamente a nuestras súplicas y colmó otra vez nuestra mesa-. Esas eran las palabras de nuestros abuelos, no solo en cada navidad, sino cada vez que la adversidad se asomaba.

Como David puedo afirmar: "Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan". Salmo 37:25