“EL DUELO DE LOS INMIGRANTES”

Llego después de muchos días de viaje al fin a mi destino. Una ciudad imponente, hermosa, con calles amplias llenas de árboles, con una arquitectura que se asemeja a la Europa del siglo...Una ciudad mágica Buenos Aires. No obstante, mis ojos a pesar de ver tanta belleza aun no reflejan alegría.

Son tiempos difíciles para los Venezolanos que hemos decidido abandonar el calor y la seguridad que nos brinda nuestra tierra para aventurarnos hacia diferentes destinos. La tristeza parece no querer dar tregua. Es como sentir el dolor que ocasiona la muerte de un ser querido. Es tener conciencia de que no regresará. Las lágrimas están siempre a flor de piel; cada recuerdo, hasta, el más hermoso parece el detonante para un llanto ahogado que apenas te permite respirar. Es definitivamente un duelo.

Has dejado en el camino lo más preciado para algunos, la familia. Cada uno intentando adaptarse a las ausencias; cosa que para nosotros es sumamente difícil porque estamos acostumbrados a que todos somos parte de uno. Las comidas en familia, los nacimientos, las bodas, todo lo que antes era motivo de reunión y celebración, hoy traen sentimientos encontrados.

Caminamos, intentando perdernos en unas calles que no son las nuestras, tratando de poner nuestra mejor cara para conquistar nuevos amigos y hacernos parte de esta nueva realidad que nos ha tocado vivir. Los primeros días son de inapetencia, de sentir una especie de desasosiego que te conduce a desear que al despertar en la mañana estés en tú cama, en tú cuarto, en tú casa, en tú país.

Me atrevería a afirmar que no sabía que lo amaba tanto; a pesar de su Sol todo el año, a pesar de sus calles destrozadas por la indiferencia de sus gobernantes y también de sus habitantes, a pesar de todo no existe mejor país que el NUESTRO. Vienen a mi mente sus soleadas playas, su imponente Pico Bolívar con sus 5.007 metros de altura, con su inigualable Laguna de Mucubají en el estado Mérida, con sus Llanos, con su despeinada y agitada Capital, con nuestro grandioso Ávila. Con su gente dicharachera, alegre, cordial, solidaria.