El Juego del Diario - 19 de septiembre de 2020 -

Este espacio me gusta mucho, es fresco y tranquilo. Las personas que tienen sus casas frente al cerro han acondicionado pequeños espacios para la siembra de rubros como maíz, frijo, caraotas, cebollín, ajíes y otros. En lo que cruzo de una vez se ve la fachada de la bodega, ahí se ve la pequeña cola que se organiza frente a la misma, cuando somos muchos nos mudamos al frente a la sombra a esperar el respectivo turno.

Como me llevé el teléfono para tomar fotografías noto que la calle se llama Henry Pittier, quien fue el primer creador de parques nacionales en Venezuela, todo este conjunto de cerros lleva su nombre y esta calle así lo muestra. Me llaman mucho la atención estos cerros quizá porque pasé casi cuarenta años de mi vida en el llano y también por mi afición a la pintura, hay horas del día donde estos muestran distintos matices de amarillos, verde y azul que son una fiesta para mi vista.

¿Ya dije que estoy muy contenta hoy? Si me leyeron en días pasados hablaba de la salud de mis hijos, una de ellas se vio bastante complicada hace como dos semanas, y solo por teléfono sabía de ella, llegó hasta a deshidratarse y el no poder estar allá cerca para verla fue bastante abrumador. Hoy en día todos están recuperados y aunque no estoy cerca percibo esa energía de salud y bienestar que irradian; la alegría al contestar las llamadas telefónicas los mensajes y fotografías que recibo de ellos me hace sentir la paz y tranquilidad de que lo peor ya pasó. Eso para mí es felicidad.

Con esa sensación en el ánimo asumí todas mis actividades del día. Conversé en la tarde con mi hija, que está feliz con sus logros laborales online, y me cuenta orgullosa sus avances, yo la acompaño a distancia y participo de sus alegrías también. Es el rol que nos toca a las madres, y que cumplimos así nuestros hijos ya estén grandes. La comunicación es importante y yo me jacto de tener buenas relaciones interpersonales con cada uno de ellos.

Hoy ha hecho un calor pesado por aquí, esta zona es bastante fresca y en la noche generalmente hace frío, pero estos últimos tres días ha sido diferente, pensé que llovería mucho porque el cielo se puso bastante oscuro con relámpagos y truenos, pero no duró ni diez minutos la lluvia que cayó y volvió el calor. En la tarde salí a buscar pan para la merienda. La mayoría de los sitios que venden pan por aquí no tienen porque no tienen gas. La situación con esto está bastante fuerte. Estas personas subsisten gracias a la elaboración de este alimento pero al no tener cómo prepararlo ven mermadas sus aspiraciones. Aún así conseguí unos que llaman piñitas y los compartí con el café que no debe faltar en nuestros hogares.

Ahora mientras escribo mi post escucho gaitas tradicionales, suena tan, tan, tan, tan, tan buenas, y el aroma navideño se mete en el pecho. Mantener el entusiasmo es la consigna.