Adiós/Cuento

Arruinada y desolada. En pie quedaban los vestigios de una buena vida que nunca fue, la desesperación por la utópica felicidad. De día el ánima presenciaba las bases que hundían en un fastuoso hoyo a sus habitantes. Besos falsos repartidos, acompañados de bendiciones despiadadas y maquiavélicas. El despilfarro y el abandono iban de la mano. La falsa inocuidad desembocando junto a todo en una hecatombe del razonamiento.

El tiempo era cíclico en las memorias de las no personas, el pasado era el futuro y el futuro era el presente, una rueda que no detenía su infinito circular en la mente de sus habitantes. La fraudulenta y maquiavélica felicidad, la sobreprotección del pasado y del presente para la formación de un engañoso futuro. El después no existe, es una ilusión.

¿Ser uno o muchos? La mente está conformada por un sistema, somos parte de una sociedad, somos un grupo, somos una familia y luego el ser. Somos capas y capas de creencias, de costumbres que forman el organismo. No encajar con el grupo, con las ideas y principios familiares desemboca en la desesperación y el desapruebo, a veces para con uno mismo.

¿Ser o estar? Ser uno mismo o ahogarse en el grupo para estar, existir, pertenecer, no ser el peculiar, el extravagante y desolado, para poder poseer un sentido de pertenencia. Éstas ideas ruedan en la soledad de la noche, en la mente de un ánima, la casa sufre con el dolor de la criatura, se apiada de él y se siente en desventaja.

Tal vez la idea de un futuro meticulosamente calculado no exista, tal vez el futuro se concibe en el presente con las acciones que tomamos. “¿Y si no le hago falta a nadie?” es uno de los pensamientos que rondan y giran por doquier. Tomar una decisión se hace difícil. Recordar los maltratos y el no encajar la vuelve fácil. La casa llora.

Bajando por las escaleras el hombre busca sus llaves, dentro del maletero del carro tiene una cuerda, el cordón umbilical de la vida, cierra todo y sube de nuevo, se sienta en la cama para volver a pensar. ¿Vale la pena la vida? Si no hay nada después de la muerte, ¿para qué se quedará a sufrir tanto? Entre quedarse e irse, él elige irse a lo grande. Cuelga la soga en el baño, su cuarto es sagrado. La despedida de un alma atormentada abre los ríos de desolación de la gente que lo apreciaba y hunde en el suplicio a los habitantes de la casa.

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Es la primera vez que publico algo de ésta categoría, así que recibo abiertamente los comentarios constructivos acerca del mismo.

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Mis posts anteriores:

Introduce Yourself
La cultura y el pecado de no investigar las palabras
Coco o la búsqueda de la aceptación

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