Decisiones transcendentales X.
Hoy pedimos el apoyo de su partido para gobernar, ya que los escaños conseguidos con sus votos electorales son imprescindibles para poder formar un gobierno, sin esos escaños nos veremos obligados a renegociar con otros partidos políticos. Si aceptan, tienen la oportunidad de formar parte de una nueva etapa en la historia de nuestro país.
Nosotros estamos interesados en formar parte de ese gobierno del que nos habla, para nosotros sería algo muy positivo y creemos que necesario tras el apoyo recibido por nuestros votantes en las urnas, pero tenemos una petición imprescindible para poder llegar a apoyarlos y es la derogación de todas las leyes que atenten contra la libertad y la igualdad de los españoles.
Creo que usted se equivoca de país, en el nuestro todas las leyes son iguales, todos nuestros ciudadanos son tratados por igual, no existe desigualdad, o por lo menos se intenta que no exista, en el trato hacia ninguna persona, independientemente de su raza, ideología o género.
¡Yo no me equivoco! ¡Yo sé muy bien de lo que hablo! Todos ustedes apoyan leyes discriminatorias, ustedes han dividido a la ciudadanía en personas de primera y segunda categoría, con leyes como la de violencia de género, si esa ley no es retirada, nosotros no apoyaremos su gobierno. Necesitamos leyes que nos traten con igualdad a todos nosotros, que no atenten contra la constitución y que no discriminen a los hombres por el simple hecho de ser hombres, es una ley sectaria y hay que acabar con ella.
Fuente
Un “nuevo” partido había llegado a la escena política, uno con ideas tan sumamente retrógradas que muchos pensaron que eran viajeros del tiempo, venidos de un pasado remoto en el cual se llagaban a pensar barbaridades como las que ellos eran capaz de expresar por sus bocas arcaicas.
Pero la realidad era que procedían del presente, un presente que dividía a la población cada vez más, que se radicalizaba y ya sólo entendía de posturas extremistas. Una crispación de la que, como siempre, los grandes beneficiados eran los políticos, los poderosos, los que realmente sí eran de primera categoría social. Los poderosos harían lo que fuese necesario para gobernar, no les importaba realmente lo que sucedería con la ley de violencia de género, sólo querían ocupar un sillón en el lugar donde se obtenía el poder, el gobierno.
Tras años de lucha feminista para conseguir una sociedad más justa e igualitaria para las personas, todo podía perderse en unos minutos, debido al miedo de unos pocos a perder sus privilegios por haber nacido hombre.
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