UN BESO EN NAVIDAD | Relato Parte 12/15

in #spanish5 years ago

UN BESO EN NAVIDAD, relato romántico que escribí inspirada en la época navideña y que está disponible en Amazon. Disfrútenlo…

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Capítulo 12.

Ethan dedicó todo el tiempo que Jessie le había regalado atendiéndola como si ella fuera una persona de gran importancia. La hizo probar un poco de cada uno de los aperitivos del nuevo menú, buscando su opinión, y hablaron de la cambiante Nueva York, de sus trabajos y de sus proyectos y aspiraciones que las horas parecieron mariposas amarillas revoloteando dentro del recinto rodeándolos con su magia.

Cuando la asistencia de clientes comenzó a menguar y los empleados empezaron a limpiar la cafetería, él la llevó a la trastienda, donde había una mesa en la que almorzaba el personal. Ninguno de los dos quería irse aún, no deseaban que terminara aquel momento tan lleno de emociones.

De su oficina, Ethan sacó una botella de vino espumoso que había guardado para celebrar algún momento especial y esa ocasión era idónea para hacer uso de él. Entre copas y más charlas, Jessie terminó abriéndole su alma. Tenía los problemas tan atascados en el pecho que impedían que su corazón latiera como era debido, produciéndole un dolor constante que la amargaba y restaba sus fortalezas. Quería expulsarlos, limpiarse las rabias e inconformidades con una persona que supiera escucharla, que le brindara una palabra sin que juzgara sus acciones egoístas y que la mirara con afecto.

Todo eso lo consiguió de aquel desconocido, que ahora se volvía muy cercano. Lo único diferente, era que la mirada que él le dedicaba no era solo de afecto, estaba llena de más dudas, de promesas y de mucha determinación. Era una mirada que penetraba por sus pupilas y ahondaba dentro de su mente, observando con atención las imágenes que ella le describía, viendo su dolor, su cólera y su frustración, y las alegrías que parecían mínimas frente a la profunda pena.

Aquel instante fue tan emotivo, que Jessie no pudo evitar dejar escapar una lágrima. Una gota brillante, grande y pesada, que con rapidez llegó a su mandíbula cayendo sobre su regazo.

Esa lágrima desató un vendaval de sentimientos dentro de Ethan y aumentó su interés por esa hermosa mujer que ya venía siendo poderoso. Sus emociones lo superaron y se atrevió a tocarla, a pasar el dorso de los dedos de una de sus manos por esa mejilla húmeda.

La limpió, llevándose consigo ese dolor, viendo como la joven detenía su relato para cerrar los ojos y suspirar, estremecida por el contacto. La imagen de sus labios húmedos y sonrosados, entreabiertos para dejar escapar un débil gemido, se le clavó en el pecho despertando en él un sentimiento fuerte, intenso y sobreprotector. Tenía muchas ganas de estrecharla entre sus brazos, de besar su coronilla y asegurarle que todo estaría bien, que tuviera fe en el tiempo y en los corazones de las personas a las que amaba, porque sabía que ellos, gracias a los cambios, comprenderían su postura y el súbito arranque de ira que había sufrido por su insistencia.

Ella sonrió agradecida, obsequiándole la dulzura de su mirada tímida y entristecida, sin saber que aquello engrandecía peligrosamente los sentimientos que nacían en el interior del hombre.

Luego de una última copa, se despidieron, saliendo del establecimiento con los últimos empleados. Jessie no pudo negar la petición de Ethan de acercarla a su casa, ya que por la hora él no confiaba en la seguridad de la ciudad. El viaje les sirvió para afianzar una amistad que nunca imaginaron cimentar. Una nacida de los inconvenientes, de enfrentamientos secretos y de un encuentro casual, pero poderoso, que ató a ambas almas en un hilo irrompible que las mantendría muy cercanas, sobre todo, esa noche.

En su departamento, Jessie no paraba de suspirar. Lo único que su mente procesaba era la mirada clara y profunda de Ethan, su sonrisa torcida, sus atenciones, el sonido vibrante de su voz ronca y su aroma tan varonil que, mezclado con el café y el dulzor de los pasteles, se volvía tan embriagante y persistente que ni un baño largo lograba apartarlos de su memoria.

Se acostó en la cama y cerró los ojos manteniendo la sonrisa en los labios. Se sentía tan feliz, que la llamada de su madre no fue capaz de apagar ese fuego que crepitaba en su interior. Habló con ella en paz, procurando entenderla, calmando sus ansiedades, pero a la vez, haciéndole entender sus errores y la obligación que tenía de resolver sus asuntos por su cuenta, sin involucrarla. Hubo algunas lágrimas y varios «te amo» pronunciados de ambos lados de la línea telefónica. También unos «gracias» y al final un «nos vemos pronto». Su madre por fin había entendido que sus hijas necesitaban su espacio para asimilar aquel cambio, que pasar una Navidad en soledad no era un indicio del apocalipsis personal de nadie, sino una ocasión para el crecimiento, para amarse a sí mismo, complaciéndose con placeres muy personales que nadie entendería.

Culminaron la llamada prometiéndose una comunicación más pausada y serena, sin agobios. Jessie pudo dormitar esa noche tranquila, sabiendo que su madre se encargaría de solventar sus diferencias con su padre por el bien de todos, así como con su hermana. Ella solo se ocupó de soñar, de llevar a su mente toda la noche el recuerdo de esa mirada que la hipnotizaba, de ese rostro atrayente, de esa voz cautivadora y de ese toque tan suave e intenso, que creaba en su estómago chispas de placer. Tenía miedo de imaginar lo que ocurriría si ese contacto se profundizaba, tal vez nacerían en su interior unas llamas poderosas que consumirían cada uno de sus huesos. La idea la estremeció y avivó su deseo.

En su casa, Ethan se encontraba en una situación similar. El pecho le dolía de tanto que su corazón palpitaba y suspiraba por la dulce presencia de aquella mujer. Nunca imaginó que ella fuera capaz de ejercer un poder tan grande sobre él, quedándose clavada en su subconsciente, impidiéndole hacer otra cosa que no fuera pensar en la joven.

Anhelaba su risa, observar sin descansos sus ojos melancólicos, pero más aún, volver a sentir en su piel su contacto. El calor que le trasmitió el toque de su mejilla fue tan potente que aún le costaba salir del shock, sobre todo, al ver la reacción de ella.

Si con el simple roce de sus dedos era capaz de emocionarla de esa manera, no quería imaginar lo que haría cuando pudiera tocarla con ambas manos.

Se recostó en el marco de la puerta de su habitación y cerró los ojos, suspirando hondo. Soñó con encerrar el rostro de la chica entre sus manos, acariciar sus mejillas con los pulgares y aproximarse tanto, que sus alientos se mezclarían alrededor de los labios entreabiertos de ambos. En sus oídos retumbó el recuerdo de su gemido, pero en esa ocasión, se hacía más audible, más estremecedor. Se excitó, como si una descarga de energía le sacudiera el organismo dejándolo tenso. Anhelaba esos labios más que a nada en la vida, estaba a punto de volverse loco por probarlos, por sentir su calor y el sabor que escondían.

Abrió los ojos, pero le fue imposible cambiar la postura. Ella lo había dejado allí, clavado en sus necesidades, sumergido en un deseo que no sabía si se cumpliría, pero por el que trabajaría sin descanso hasta obtenerlo, como había hecho todo en la vida.

Llegado el viernes, volvieron a tener encuentros, un saludo en la mañana y un café al terminar el día.

Esa noche de nuevo compartieron largas horas como el día anterior, tuvieron tiempo para conversar sobre sus días, reír por alguna anécdota graciosa y mirarse sin descanso, suspirando internamente por las emociones novedosas que aquello les producía.

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