“Esta vez sí que me había metido en un lío”, me dije a mi mismo.

Desde donde estaba parado, podía capturar la esencia de esa tarde, era indudable que el atardecer se veía hermoso, pero el sonido de los bomberos y la muchedumbre opacaban el momento.

Las cosas que nos pasan siempre son producto de nuestras decisiones, me decía papá. No le eches la culpa al Universo ni a Dios. De seguro mi ángel guardián estaba tomando una siesta, cuando el demonio de la tentación tocaba a mi puerta.

Por un momento, mi mente volvió al punto donde todo comenzó.

Eran las 4pm de la tarde, cuando finalmente acababa mi turno como cajero en el banco. Bajo el mostrador estaba la nota con el número telefónico, tentándome a que lo llamara. Era el número telefónico de la dama de los miércoles. Solía llamarla así dentro de mi mente.

Cada miércoles, como de costumbre, ella venía a realizar sus operaciones bancarias y siempre esperaba a que me desocupara, para que yo la atendiera.

Ella era una dama muy hermosa y elegante. Su vestido denotaba lo sensual de su figura. Sus ojos verdes me hipnotizaban, me atrapaban cada vez que entraba al banco. Se despedía con esa sonrisa pícara. Y antes de salir del banco, me regalaba un último vistazo.

Como decía papá: “si se voltean antes de marcharse, es porque quieren algo”.

Pero este miércoles, añadió una nota junto a las planillas de las transferencias. En ella había escrito su número telefónico y una frase que decía: “Llámame”. Mi corazón comenzó a latir más fuerte de la emoción. Coloqué la nota bajo el mostrador y procedí a realizar sus transacciones. Finalmente le entregué los recibos y se despidió, regalándome el guiño más sensual que haya visto.

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Al final de mi jornada, antes de dejar mi puesto, tomé la nota y decidí llamarla. Inconscientemente, dibujé una sonrisa.

“Quien se ríe solo, de sus maldades se acuerda. Un steem por tus pensamientos!”

Me sorprendió la voz de Érica, mi compañera de al lado.

“La vas a llamar?”, me dijo, con una sonrisa de oreja a oreja.

“No metas tu nariz en asuntos ajenos” refunfuñé. Y ella me sacó la lengua.

Érica era muy buena amiga, de esas chicas cariñosas y bromistas, que parecen más hombres que mujeres, en el buen sentido de la palabra. Atractiva también.

Una vez fuera del trabajo, me decidí a enviarle un mensaje de texto.

“Hola, Es Jorge, el chico del banco.”, escribí.

“Qué bueno que me llamas. Ven a mi casa, antes de las 6pm. Voy a estar sola. Av. Principal. Res. Flamboyant. 10B. Te espero. Besos.”, respondió.

“Yess!”, dije para mis adentros.

Me apresuré a llegar a mi casa. Una vez allá, me bañé y puse mi mejor camisa y usé mi perfume Jean Paul Gaultier.

Se me hacía tarde, tomé un taxi lo más pronto posible. Gracias a un modesto incentivo monetario, llegué un poco antes de las 6pm.

Me colé entre las personas que entraban al edificio y entré al ascensor. Presioné el botón con el número 10.

Al llegar frente al 10B, toqué el timbre. Espere un momento y luego, me quedé sin habla al momento de abrir la puerta de su apartamento.

Traía el cabello suelto, caía sobre sus hombros. Vestía un juego de lencería muy sexy y transparente. Me miró con sus lindos ojos verdes.

“Hola, llegas a buena hora. Pasa adelante”, me dijo

Me llevó hasta la sala y me invitó a sentarme.

“Quieres algo de tomar?”, me dijo.

“Claro. Lo que quieras darme estará bien”, le respondí.

Tenía una copa de vino a medio llenar en la mesa de la sala, con el borde pintado con lápiz labial. Aproveché a poner en modo silencioso el móvil. De regreso, me trajo un whiskey en las rocas, en uno de esos finos vasos de cristal.

Ella tomó su copa y me apresuré a tomar mi trago. Nos quedamos mirándonos por un tiempo indefinido. Observándonos, detallándonos. De pronto, ambos colocamos nuestras bebidas en la mesa y nos acercamos súbitamente en un abrazo apasionado, que unió inmediatamente nuestros labios. Nuestras lenguas comenzaron a batallar combinando los sabores de ambas bebidas. Luego, desabotonó mi camisa, mientras yo desabotonaba mi pantalón.

Estando en ropa interior, me eché hacia atrás, sobre el sofá y ella se colocó encima de mí. Mientras nuestras bocas luchaban entre sí, yo acariciaba su espalda con mi mano izquierda y mi mano derecha exploraba más allá, donde terminaba su espalda.

De repente, sonó el timbre de su apartamento. Y una voz femenina a lo lejos se escuchaba decir:

“Abre la puerta, Liz. Tuve que regresarme”

“Demonios! Es mi hermana, rápido escóndete en mi cuarto”, me dijo apresurada, señalándome hacia donde debía ir.

Tomé mi ropa y mi celular y corrí al cuarto. Liz tomaba una bata de baño que estaba sobre uno de los muebles y se la colocaba.

El cuarto era inmenso, tenía una cama king size, con sabanas de seda. Sobre la cómoda había unas fotos de niños y un hombre vestido de militar, con cara de pocos amigos.

“Es casada!”, me dije a mí mismo.

De pronto escuche la voz de unos niños junto a la de su hermana.

“La función fue cancelada debido a un desperfecto en la sala del cine”, dijo su hermana y añadió:

“Pero traje pizza y helados para que pasemos la tarde contigo junto a ellos. Sé que querían ver esa película, pero las semana que viene los llevo.”

“Kate, no sé cómo encuentras la forma de convencer a los niños para que hagan lo que les pides”, respondió Liz.

“Te veo como acalorada, tienes fiebre?”, respondió Kate.

“No creo, pero déjame buscar el termómetro en el baño de mi cuarto mientras ordenas la comida y por amor de Dios, no me hagas regueros”, gritó Liz, mientras se dirigía al cuarto.

Mientras tanto, buscaba la forma de escaparme del lugar. Abrí la gran ventana que tenía el cuarto, con el propósito de encontrar una escalera de emergencia por donde salir. Para mi mala suerte, solo había una cornisa de 30cm y una caída de 10 pisos, que llegaba a las calles que rodeaban al edificio.

Liz entró a la habitación y me dijo:

“No te preocupes, yo voy a hacer que los chicos y mi hermana entren al cuarto de juegos y tu aprovechas y sales de la casa. Estoy ansiosa de que nos volvamos a ver”. Me besó en los labios y se marchó.

Al momento que se fue, aproveché a abotonarme la camisa.

Escuché a Liz decirle a la hermana que había decidido que fueran al cuarto de juegos con todo y comida para que no desordenaran la sala.

Aproveché el momento para salir, no esperé a ponerme el pantalón, cuando ya estaba por llegar a la puerta, recordé que había dejado los zapatos. Me regresé a la sala y me agaché a buscarlos, pero no los encontré. Desesperado buscando por todas partes, escuché el sonido de unas llaves tratando de abrir la puerta del apartamento.

“Rayos! El marido”, fue lo único que pensé y corrí de nuevo, rumbo al cuarto, como un rayo.

“Querida! Estoy en casa!”, gritó el esposo de Liz al entrar.

Liz, salió a la entrada, mirando a todas partes como asustada.

“Parece que has visto un fantasma! Te ves acalorada, te sientes bien?”, preguntó el esposo.

“Por qué todos me preguntan lo mismo?” dijo Liz y añadió:

“Kate esta con los niños en la sala de juegos”

En ese momento, salieron los niños gritando a abrazar al papá.

Mientras tanto, buscando donde esconderme dentro del cuarto de Liz, me acerque a la ventana y la abrí.

“Mejor me escondo bajo la cama”, me dije a mi mismo, mientras veía lo pequeño que se veían los carros desde esa altura.

No obstante, escuché el sonido del picaporte, era la hermana de Liz tratando de abrir la puerta. En mi desesperación, salté por la ventana.

Comencé a deslizarme por la cornisa lo más lejos de la ventana.

Escuché una voz gritando.

“Liz! Dejaste la ventana de tu cuarto abierta! Hace demasiado frío voy a cerrarla”, dijo Kate

La fuerza viento arremetía contra mí, tratando de empujarme al vacío. Con mi camisa a medio abotonar, en medias, mis bóxer y sosteniendo con mis dientes mis pantalones, me encontraba parado a más 30 metros de altura. Aterrorizado. Lo más que podía hacer era contemplar el atardecer.

“Esta vez sí que me había metido en un lío. Te aseguro, Dios mío, que esta será la última vez que me meto en problemas…”, me dije a mi mismo.

De pronto, la gente empezó a conglomerarse cerca del edificio. En cuestión de minutos cientos de personas señalaban con el dedo y con sus móviles hacia mi dirección, gritando:

“Hay un hombre afuera del edificio!!!”

”Ese hombre va a saltar!!!”

“No lo haga! No vale la pena!”

Pronto escuché a lo lejos el sonido de las sirenas del camión de los bomberos.

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Intenté hacer señas para que me dejaran en paz y no hicieran tanta alharaca. Tratando de hacer eso, perdí mis pantalones. Que cayeron en cámara lenta al centro de la avenida.

Ocasionando gritos del público más abajo!

“SE MATOOO!!!” gritaban desde la calle.

Me pegué lo más que pude de la pared, mientras trataba de calmarme.

Llegaron los bomberos, policías y reporteros de televisión por cable. De pronto, mi imagen estaba en todas las redes sociales y canales de tv!

“Bonita forma de hacer seguidores”, me dije a mi mismo.

De pronto un helicóptero, me alumbró con un reflector y escuché:

“Mantenga la calma, las autoridades están por ayudarlo, no se precipite!!!”

“Tragame tierra”, pensé para mis adentros

Le hago señas al helicóptero con mis dos manos, de que estoy calmado. En eso, siento mi teléfono móvil vibrar.

Contesto con un: “Aló?”

“Qué demonios haces montado en la cornisa de un edificio?”, preguntó Érica.

“No es lo que piensas”, respondí

“No me digas que estas con…” añadió y rompió en carcajadas.

Colgué la llamada.

Mientras, en la casa de Liz, el esposo se preguntaba que era ese escándalo que se oía. Liz se apresuró a decirle:

“Son los niños que juegan con sus video juegos junto a su tía Kate. Será mejor que te tomes una ducha”

“Tienes razón cariño”, respondió el esposo.

Cuando el esposo cerró la puerta del baño, Liz corrió a la ventana y la abrió. Para su sorpresa, afuera era un carnaval!

Cientos de personas, un helicóptero, reporteros, policías y bomberos inundaban la calle.

“Qué demonio haces ahí, Jorge?” preguntó Liz.

“APRECIANDO EL ATARDECER!!!” respondí eufórico.

“No intente hacer nada señora! Deje a las autoridades hacer su trabajo”, informaron desde el altavoz del helicóptero.

De pronto, un bombero bajó en rapel hasta donde me encontraba.

“Disfrutando la tarde? Amigo” dijo el bombero.

“Mantenga la calma, voy a ponerle un arnés para su seguridad. No haga movimientos bruscos” añadió

Una vez colocado el arnés, bajamos lentamente. Mientras bajaba, perdí el conocimiento.

Desperté en una habitación de un hospital, una cara familiar sonreía al ver que había vuelto en sí.

“Qué sucedió?”, pregunté

“Te desmayaste y te trajeron hasta aquí. Por cierto! Encontré tus pantalones.” respondió Érica.

“Aparentemente la gerencia del banco te dará unas vacaciones pagas por un mes, por tu ‘aparente’ intento de suicidio.” Añadió, divertida.

“Podrás volver al trabajo, siempre y cuando el loquero te dé el visto bueno, jajajaja.”, recalcó Érica.

Y antes de marcharse, me dijo: “Por cierto, te dejaron tus zapatos junto con unas flores y un lindo mensaje, PuercoAraña!”

Y se fue de la habitación mientras tarareaba una canción:

“PuercoAraña, PuercoAraña, al mal ataca con su telaraña, jajajaja…”

Me levanté de la cama y tomé el mensaje, el cual decía

“La próxima vez, veamos el atardecer desde la seguridad de una plaza…”

Me quedé pensando: Que mundo tan hermoso en el que vivimos!