Entonces ven a bailar, le quitas la batería y ya está, como no tienes reloj a las cinco te busco, pero no salgas que no hace falta tanta accesibilidad dentro de la escala confidencial; me siento a esperar que no vengas, mirando la pizarra acrílica atornillada a la pared, semejante plasta de mierda para el reloj encima de ella, está fatigado con las manecillas flácidas como orugas en hojal de cenizo.

          No son pimientos a cinco millas ni a dedos del descontento perfecto, podemos corregir el norte con la mirada, ecualizadores y compresores, fantasía final de todos los que derrochan un genético resongo tubular; percances técnicos sumado al cambio de paradigma social que está reconvirtiendo rutas y mapas.

          El ajobero sonriente queda como cultor de campo y semilla de amplificador para los feligreses constantes en júbilo de sus horas de sacrificio neuronal. Dejan las llaves colgando de la cerradura, se despiertan a las tres de la mañana entre ratones y murciélagos; cada una de sus arrugas se entrelazan para batir el brebaje caliente libre de nada, porque toda el agua a sido contaminada, aquello que debe ser protegido por la luz solar no vale la pena prolongar su consumo; el amarillo desaparecerá inmediatamente, su santidad impartirá la implorada bendición y el medio cinco mineral apagará la biblia con todos los clásicos de luto junto a un ataúd vacío y tricolor.

Gracias