Se abren las puertas de mi oficina, está ella frente a mí, comienzo a tartamudear...

Su cabello ondulado, morena, su figura, la timidez con la que se presenta, pero a su vez la fuerza que su presencia impone.

El matiz perfecto entre dulzura y carácter, me encanta...

Cordialmente le ofrezco mi mano, mostrando carácter, después de todo, yo soy el jefe.

Al recibir la suya, pude apreciar la suavidad que hay en sus manos, el olor de su perfume que es simplemente hipnotizante, creo que el perfume de una mujer es algo que a todos nos vuelve estúpidos.

"Mucho gusto Srta.Smith, soy el Sr. Evans, su nuevo jefe, bienvenida a la compañía espero se sienta a gusto con su nuevo empleo".

Parece sencillo decirlo pero estuve una eternidad en mi mente practicando esa frase para no tartamudear al decirlo, no fue sencillo hacerlo.

Me calmé, soy un profesional manejando la presión, procedí a mostrarle su oficina y ordené a uno de mis empleados que le diese un recorrido por las instalaciones, sin saber lo que allí, en cada una de esas oficinas luego ocurriría...

Hora de salida, todos los empleados se han ido, veo como cada día, cada uno de ellos, sale de la empresa, uno tras otro desde el ventanal de mi oficina, pero falta alguien, falta la Srta. Smith...

Me asomé preocupado en su oficina, me preocupaba que hubiese tenido algún fallo que no pudiese reparar y ya caía la noche, olvidé por completo que no tiene experiencia, me descuidé.

Al llegar a su oficina vi la puerta abierta, lentamente me asomé y le observé... Se veía realmente dulce, jugueteando con sus gafas para eliminar el estrés, creo que no se ha fijado siquiera en la hora, ya no se puede ver ni un rayo de luz solar, era justo lo que pensé, se le había complicado una tarea, y no la culpo, fue toda mi culpa, no debí dejarla tan libre en su primer día, sabía que debía entrenarle y lo olvidé.

Me quedo un momento en la puerta contemplándole hasta que notó mi presencia, odio esto, no sé disimular una sonrisa, estaba sonriendo por lo tierna que se veía aún con tanto estrés sobre si, noté como me miró, apenada y un poco ofendida quizás por mi sonrisa, me acerqué y le ayudé, era realmente sencillo, no tardé medio minuto, le enseñé y le pedí que se retirase, recordándole la hora.

¡Rayos!

Yo sólito me busqué esto, ya yo había también terminado, por lo cual me ofrecí a acompañarle a su vehículo.

Sé lo que creen que pasó, la escena típica en el estacionamiento de la empresa, donde a la chica linda no le enciende el coche y el jefe debe llevarla, un total cliché, pues les informo que el coche que no encendió, fue el mío.

Ya me había despedido, y al ver el problema de mí vehículo decido llamar a un taxi, obviamente no me iba a quedar a dormir en la oficina, aunque sinceramente no sería la primera vez, ni tampoco la última... En fin, cuando salgo del estacionamiento para llamar al taxi (no saben lo mala que es la recepción en los estacionamientos), ella sigue ahí, justo a las afueras del edificio, parece estar hablando con alguien y... Que torpe soy, me mira.

Ella manejaba una motocicleta, la cual maneja hasta donde estoy al verme esta vez estresado a mi y me pregunta la razón por la cual no me he ido, creo que jamás vi tanto detalle en alguien, le conté de mi coche y que llamaría un taxi, a lo que ella se ofreció a llevarme.

Sinceramente me reí, y no de una forma tan sutil, casi rozaba con la burla, creí que solo jugaba.

Inmediatamente su rostro cambia, ya no se aprecia tan dulce, su carácter cambia, por lo cual le explico que yo jamás he manejado una motocicleta antes, y por eso no podía aceptar.

Esta vez fue ella quien se burló de mí, ella no esperaba que yo manejase, después de todo, la motocicleta era de ella.

Yo, en una moto, siendo llevado por una chica que además acababa de contratar, no podía concebir esa idea, pero antes de notarlo ya estaba montado y listo para partir, solo quería llegar a mi casa a darme un baño caliente, necesitaba eliminar todo el estrés acumulado.

Le pedí a la Srta. Smith un casco, ella solamente me miró, se sonrió y arrancó, hasta su mirada era hipnotizante.

Pude notar que realmente ella era un desastre conduciendo su moto, lo cual me condujo a abrazarle... Solo fue por sostenerme, no por otra cosa, aunque ciertamente se sintió genial, único, perfecto...

Los milagros son reales, y quien no me lo crea pues le contaré que sobreviví a esa aventura sin una sola herida, aunque con más de un susto y quizás algo de arritmia cardíaca, voy a mi casa, entro a mi habitación, me quito la ropa y entré a la ducha, que bien se sentía el agua caliente deslizarse sobre mi abdomen, eliminando todo el estrés de mí, y abriendo mi mente a los buenos recuerdos del día, ahí fue cuando me dí cuenta de mi problema, pues en todos esos recuerdos, estaba ella...

Continuará...