Relato – ‘’Pasado’’ - Por Annathea

in #spanish5 years ago

Firmes pisadas sobre la húmeda hierba se unían con los suaves susurros de los pájaros que avisaban al cielo de la llegada de un visitante. Su piel se mezclaba con los diversos aromas, su aliento se confundía con el viento y su pelo se balanceaba con la brisa al igual que la tela de su vestido. Todo su cuerpo se estremecía al volver a sentir el choque de todos esos sentimientos que en ese paraje se abandonaron. Un pequeño y delicado sendero guiaba sus pasos, en verdad ella sabía a dónde iba, recordaba a la perfección aquel lugar, cada espacio, los diversos lugares ocultos a la vista de cualquiera, los recuerdos que ahí descansaban, las lágrimas enterradas. Todo provocaba un sentimiento agónico en su interior, llevándola en un viaje en el tiempo, cuando ella era solo una niña. Su cuerpo flotó hasta encontrarse delante de una casa demacrada y enmohecida, la que fue su casa en otra vida y en sus pesadillas. Sus manos, temblorosas, se acercaban hacia la puerta principal y, con un suave toque, como si la madera fuera a deshacerse con el más mínimo roce, abrió la puerta que la invitaba a pasar a su pasado, el cual, al igual que el interior de la casa, era oscuro y lúgubre. La imagen de una pequeña niña jugando con el que parecía recordar, era su hermano mayor, se apareció delante de ella, como una aparición espectral. La luz, las cálidas risas, la alegría viva brotaba del cuerpo de esa niña inocente y llena de color, totalmente ajena a las sombras que acabarían consumiendo esa vida de su interior. Sintiendo como los pómulos de su cara ardían con fuego propio, se atrevió, con toda la cobardía que estaba naciendo en su interior, a adentrarse al interior de esa vieja casa. Sus ojos seguían con atención los juegos de esa niña la cual huía de su hermano, divertida, hacia el pasillo. El eco de esas risas lejanas llegaron a sus oídos, impulsándola a tomar el mismo camino, cada vez aumentando más la profundidad.  

Sin acabar de llegar al principio del pasillo sus ojos cambiaron radicalmente de dirección, fijando su vista en la que fue su antigua cocina, pequeña, simple. Unos ojos verdes encontraron los de ella, un hombre mayor, de piel arrugada y cabello canoso apareció con una hermosa sonrisa. Pero su mirada no estaba clavada en la de ella, no podía verla. Al contrario, esos brillantes ojos se centraron en el cuerpo de esa pequeña niña que corría directa a sus brazos. Se fundieron en un fuerte abrazo que fue para ella como el estallido de miles de lanzas que se clavaron en su corazón, pinchando levemente en los sentimientos que llevaban las lágrimas a sus ojos. Amor, paz, felicidad era lo único que rezumaba esa escena, algo que lleva mucho tiempo sin sentir, sin poder volver a ver esos ojos verdes que le dieron compañía todas esas noches en las que estuvo sola. Pero aún le dolió más cuando observó lo que ya sabía que iba a pasar, de entre sus manos apareció una delicada y brillante flauta, detallada con bonitos relieves que chispeaban con los rayos del sol. Se la estaba entregando a la niña, la cual no paraba de dar pequeños saltos, mostrando su enrome ilusión por el regalo que le acababa de hacer su abuelo. Lo recordaba perfectamente, todo como si fuera justo ayer, esa flauta fue el único recuerdo que su abuelo se llevó consigo cuando volvió de la guerra. Para ella esa flauta se convirtió en algo más que un simple objeto.  

El sonido de una puerta cerrándose con brusquedad provocó que se girara estrepitosamente hacia el pasillo, en ese momento, unos ahogados sollozos impactaron contra su pecho, sus manos temblorosas se tocaron suavemente la garganta, mientras sus pies tomaban el valor suficiente para adentrarse en esa profundidad. Sin pensarlo mucho, abrió delicadamente la primera puerta del pasillo, la que correspondió en un tiempo a su cuarto, desde donde podía escuchar con claridad que era el lugar del que procedían esos llantos. Al abrir la puerta se encontró esa pequeña niña, que antes estaba llena de alegría y que iluminaba cualquier esquina, apoyada a los pies de la cama, tapándose la cara con las manos, dejando escapar todo ese dolor que acababa de explotar en su interior en forma de agónicos llantos. ¿Qué le había pasado? Desgraciadamente ella lo sabía, recordaba amargamente el motivo de estos sollozos, esos ojos verdes llenos de vida, habían dejado de brillar. Ya no podía ver a ese dulce hombre, no le hablaba esa tierna voz, ni podía escuchar sus impresionantes historias, él ya no estaba y a sus pies quedaba lo único que conservaba la esencia de ese dulce hombre, la brillante flauta. Ese fue el principal motivo por el que la viva luz de esa niña empezó, poco a poco, a consumirse, a convertirse en nada. Una voz que gritaba su nombre sonó en la lejanía distrayendo su atención, y la imagen de su madre acercándose a su habitación a la vez que se iba esfumando como arena en un desierto, la hizo sentir sola de nuevo entre esas paredes frías.  

Pero su corazón se estremeció de emoción a los pocos instantes, dejándose llevar por una melodía del pasado, torpe y lenta, pero llena de ilusiones y esperanzas. Instintivamente, su cuerpo se giró en dirección a una pequeña puerta, casi al final del pasillo, cuando menos se quiso dar cuenta, sus pies ya estaban en camino hacia esa dirección. Sus manos temerosas se cerraban en puños, su labio inferior temblaba tímidamente, mostrando el dolor de recordar esta escena. Dentro de esa habitación, la misma niña un poco más grande, practicaba con la flauta que le dio su difunto abuelo frente al espejo, un pequeño baño que servía de sala de prácticas. Su aire pasaba torpemente por el largo de la flauta, sus pequeños dedos no conseguían cubrir al completo los agujeros por los que no debería salir el aire, y el chirriante e inestable sonido no era el más agradable, pero esa escena simbolizaba sus primeros intentos por los que se acercó a su amor por la música. En su rostro reflejado la concentración, en sus continuos intentos estaban sus ganas de no rendirse, y cuando, podría decirse de casualidad, un dulce sonido salía del otro extremo de la flauta, una ráfaga de emociones surcaban sus ojos, que ahogaba sus alegrías en pequeñas sonrisas. Sin embargo, toda esa pequeña euforia desapareció de golpe cuando un hombre, al cual siempre consideró un extraño, irrumpió en el baño de forma estrepitosa. Sus fuertes gritos se mezclaban con chirridos horripilantes, que iban dirigidos hacia esa pequeña niña que ya dejaba escapar pequeñas lágrimas de temor, pero esas lágrimas acabaron en gritos de dolor cuando ese hombre, creyéndose con todo el poder, agarró la flauta que estaba oprimida contra el pecho de la niña y la estampó de forma brusca contra el cristal del baño. Delante de sus ojos, miles de pequeños cristales volaron por todos lados, dejándole ver, a medias, cómo esa niña era arrastrada fuera del baño a la fuerza, olvidándose la flauta tirada en el suelo.  

Ese último recuerdo acabó con la poca fuerza de voluntad que aún quedaba en sus venas. Como cortinas de agua, lágrimas surcaban sus mejillas cayendo por el bode de su barbilla y estampándose en el suelo que aún mantenía algunos cristales de ese día. Todas sus fuerzas acababan de derrumbarse al acordarse de ese hombre que tanto desprecio le demostró. Un hombre extraño, con aires de tomar el papel que le pertenecía a su padre, el cual no llegó a conocer. Todo su mundo fue de mal en peor, si antes la tristeza ocupaba su corazón, después de la llegada de ese hombre, la tristeza se convirtió en desolación. Él nunca le permitió que ella ocupara su tiempo en practicar su técnica con la flauta, decía que eso era una pérdida de tiempo, inservible. Y aunque tuvo que empezar desde muy pequeña a trabajar de criada, todo el tiempo libre que tenía, lo dedicaba a escapar de su casa con la flauta guardada en una maleta, teniendo al cielo como único espectador. Tomó tal importancia esa flauta guardada como el mayor tesoro en esa maleta, que cuando tuvieron que mudarse a otro lugar, decidió abandonar el egoísmo de llevársela con ella sabiendo que la acabaría perdiendo y tomó la decisión de esconderla donde nadie pudiera encontrarla.  

En verdad, ese era el motivo por el que estaba en esa vieja casa, el motivo por el que había decidido volver era recuperar la flauta que decidió abandonar un día. Tantos días estuvo pensando en hacerlo, en atreverse a volver y encontrarla aunque con ellos desenterrara tanto dolor y recuerdos sepultados. Días y días anhelando volver a tener ese delicado material entre sus dedos, volver a escuchar esa dulce melodía. Sabía dónde encontrarla, el lugar que sirvió de escenario personal en sus conciertos, con los pájaros como oyentes, ese lugar al que escapaba, rodeada de soledad pero a la vez acompañada por el viento, que mecía su cabello e impulsaba sus notas. Siguiendo un sendero, más allá de los límites de la casa, en un extenso y llano prado, a los pies de un gran, viejo y torcido roble, el único árbol que en ese suelo se elevaba, el único que seguía con vida. Bajo las tripas de ese árbol, entre sus raíces, enterrado a poca profundidad del suelo, tendría que estar su tesoro. Escarbó con sus propias manos, rezando para que esa maleta que ahí abandonó siguiera aún después de tantos años. Una superficie dura se interpuso entre sus manos y la tierra, llenando su pequeño corazón de una inmensa ilusión.  

Aunque, por unos segundos, sus manos dudaron en seguir rebuscando para comprobar si en verdad estaba ahí lo que estaba buscando, se llenó de ímpetu y valor y arrancó de las entrañas de la tierra su gran reliquia. Ahí estaba, delante de ella, ese viejo objeto lleno de sentimientos y esperanzas y como si de un sueño se tratara sus dedos delimitaban el contorno de esa maleta, intentando convencerse que de verdad estaba ocurriendo, que no era ninguna fantasía. Tocando el frío, suave y un tanto desgastado material de ese maletín, buscó la clavija que impedía que el aire se filtrara en su interior. Dentro de la maleta, en perfectas condiciones, como si el tiempo no hubiera hecho mella en ella, la flauta se conservaba preciosa, tal y como recordaba haberla dejado. Su mano temblorosa se posaba encima de su trozo de alma perdida, tocando su forma, palpando su belleza, humedeciéndose con las lágrimas que caían e impactaban en su superficie. Su corazón se encontraba eufórico y su mente guardaba grabado este recuerdo de reencuentro el cual no iba a olvidar en su vida. Con el corazón en un puño y la desesperación en su cuerpo, cogió con la mayor delicadeza su flauta y la abrazó de nuevo contra su pecho, tal y como hacía de pequeña, y mirando hacia el cielo, dejando las lágrimas escapar, agradeció de nuevo a su abuelo que le otorgó, en un momento de su vida, la única cosa que consiguió atar su existencia a la más pequeña de las esperanzas.

Este es el primer relato que hice, hace bastante tiempo la verdad aunque no por ello me gusta menos. Le tengo bastante respeto a esto de compartir mis relatos y obras por el miedo a que no gusten, pero si de verdad quiero en un futuro progresar en el mundo de la escritura debo compartirlos. Me encantaría saber si os gustó y si hay algún sentimiento que queráis compartir conmigo encantada lo leeré.
 
Muchas gracias. Un saludo muy grande, Annathea.  
  
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