He estado somnolienta y olvidadiza, los días pasaron y el tiempo también. No me di cuenta de lo alejada que estuve hasta ayer cuándo me pregunté ¿Qué ha sido de ti? Y pude darme cuenta que no solo mi memoria me había abandonado querido lector, yo te abandoné también. Pero así es la memoria, ella juega a su manera, viene y se va cuando quiere.

Hace no tantas vidas conocí al hombre que sería mi complemento, el más grande amor que en todas mis otras vidas se me podría haber cruzado. Es cierto lo que te digo, de todos los romances vividos en mis 101 vidas, este fue y ha sido el mejor y el peor de todos.

Un hombre que para mis ojos era perfecto. No soy de detenerme mucho en detalles pero si me daba a la tarea de detallar su cuerpo, no le encontraba ningún defecto (era la ceguera del amor, quizás).

Él era cariñoso, amoroso, muy amable, sexualmente emocionante y delicioso, entregado totalmente en complacerme y en vivir a plenitud la vida junto a mí. Compartíamos muchos placeres, nos gustaba hacer muchas cosas juntos, era como dicen por ahí “mi alma gemela”.

Pero mi amado tenía un problema ¿o lo tenía yo?, cada cierto tiempo cuando la luna estaba llena, se transformaba en otro hombre, en uno totalmente diferente. Era déspota, insensible, con personalidad de hielo y tratos amargos. Cuando estaba en su fase lunar dedicaba sus días a decirme lo poca cosa que yo era, me recordaba mi gran falta de inteligencia y se esmeraba en ignorarme y convertirme en un accesorio invisible, uno de esos objetos que tenemos y preferimos guardar porque nos gusta pero nos avergüenza. No me golpeaba, nunca lo hizo pero su frialdad y trato despectivo podían dejarme heridas más profundas que cualquier golpe.

Yo me encontraba suspendida en una pesadilla cuando mi hombre se transformaba, me costaba reconocer en él a mi adorado y cariñoso amante. Era casi irreal pensar que algunos días atrás yo era su amada, la luz de sus ojos, el deseo más anhelante de su alma. Mientras era convertida a la fuerza, en un ser despreciable e invisible, podía sentir cómo cada pedazo de mi corazón se dañaba lentamente, podía incluso oler cada pedazo putrefacto que se desprendía mientras intentaba latir y permanecer vivo en aquel encierro y aquel abandono.

Pasados dos o tres días o mejor dicho, cuando la luna cambiaba, mi hombre volvía a su estado “normal”, era de nuevo amoroso y amistoso, podría decirse que regresaba de su trance ahora más tierno y enamorado que antes, era como si esos días de oscuridad le recargaban de amor y por eso se encontraba dispuesto a dar más y más.

Me abrazaba, sonreía, me besaba. Decía que yo era su más grande amor y me lo demostraba con cada palabra y cada acto en su vida diaria.

Y así pasaban meses sin que ocurriera transformación alguna. Lograba hacer que olvidara al hombre lobo y me enamorara mucho más de aquel amoroso y fiel acompañante. Hasta un año entero podía pasar y mi amado permanecía igual, feliz y entregado.

Pero los episodios se habían acumulado en mí, por mucho que intentaba enterrarlos y olvidarlos, aquellos momentos y las palabras venenosas permanecían agazapados en mi ser y en cada transformación, en cada luna llena crecían y golpeaban con fuerza mi mente intentando salir.

De nuevo ocurrió y mi amado volvió a convertirse en hombre lobo, gritándome cada vez más fuerte me decía lo inútil que yo era, lo débil que a sus ojos parecía. No soportaba ni mi presencia, ni mi voz. Yo intentaba como en los episodios anteriores rescatarlo utilizando el habla, acudiendo al poder maravilloso de la comunicación, pero solo obtenía gritos “cállate” “CÁLLATE”.

Luego de tres días desapareció de nuevo aquel hombre lobo, dejando conmigo al amante tierno y enamorado… Pero ocurrió algo diferente aquella vez. El hombre lobo al irse se llevó todo, parecía que tenía la intención de no volver, nos dejaba en paz por fin retirándose para siempre.

Pero se llevó todo, no dejó nada. Y aquel amado enamorado se encontró a una mujer que ya no tenía nada para él, ya no había amor, la paciencia se había esfumado con aquel lobo y solo quedaba un cuerpo y un corazón que llevaba años podrido.

Este relato es una dedicatoria a las miles de mujeres que por alguna u otra razón aguantan durante años la violencia psicológica a la cual las someten sus parejas. Es una manera de herir que si bien, no son golpes de igual forma lastima y deja secuelas.

Todos merecemos ser amados y respetados sin altibajos o días lunáticos. Dice un dicho "Las palabras se las lleva el viento" pero si son palabras hirientes al evaporarse igual quedará la herida.