Miguel Otero Silva

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Miguel Otero Silva fue un escritor, editor, y activista político nacido a comienzos del siglo XX. Vio la luz el 26 de octubre de 1908 en el estado Anzoátegui, Venezuela. Sus padres fueron Henrique Otero Vizcarrondo, con quien fundaría en 1943 el diario el Nacional, y Mercedes Silva Pérez quien murió cuando Miguel Otero era apenas un niño.

En su juventud, Miguel Otero Silva, luchó contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, fue un integrante destacado de la llamada Generación del 28; miembro fundador del Partido Comunista de Venezuela (PCV), aunque después abandonó las ideas marxistas.

Falleció en Caracas el 28 de Agosto de 1985, a la edad de 77 años.

La obra de este autor comprende varios géneros literarios; cultivó con igual intensidad, la poesía, la narrativa y el ensayo, en todos estos géneros ha sido reconocido por los críticos como un autor destacado.

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Los temas de sus novelas están referidos a diferentes momentos de la historia del país durante la primera mitad del siglo XX; la temática de tipo social es una constante en su producción literaria.

Para cumplir con la actividad del taller de ortografía y redacción, bajo la orientación de la profesora @marlenyaragua, voy a desarrollar un relato inspirado en una novela de MiguelOtero Silva, llamada La Muerte de Honorio.

Este es un texto escrito a partir de testimonios ofrecidos por personas reales, donde el autor desarrolla el tema de la tortura durante la época de la dictadura perezjimenista (1948-1958). En la obra cinco personajes van contando su vivencia de sobrevivientes a la terrible experiencia de la tortura por motivos políticos, el autor reviste de rasgos heroicos a estos personajes por su fortaleza ante la situación vivida. La novela permite tomar contacto con otra versión distinta a la impuesta por los medios oficiales de la dictadura, en cierto sentido, es una posibilidad de confrontar la realidad planteada en la historia oficial.

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Mi relato

Todo Normal

Cerró con suavidad el libro y dirigió la mirada a los pequeños párpados entrecerrados. Una vez más cumplía el ritual. Desde muy pequeña había creado en su hija el hábito de leerle un cuento antes de dormir, era su forma de resarcir el tiempo que no podía prestarle durante el día. Las ocupaciones del trabajo lo alejaban del hogar desde las primeras horas de la mañana hasta casi entrada la noche, tenía una jornada exigente.

Lentamente subió la cobija, pasó los nudillos de la mano por la tersa piel de la niña, agachó el torso y dejó rodar un tierno beso. Antes de incorporarse puso la mano en la frente y susurró en voz baja: Dios te bendiga.

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Entró al recinto conyugal, se despojó de la vestimenta y fue a darse una ducha. Al salir se tendió desnudo en la cama. Su esposa solícita, con una pícara sonrisa, le comentó en tono juguetón: ─ vas a querer el postre esta noche. Tomó la cálida mano que reposaba plácidamente en la cama, se la llevó a los labios y respondió con la mirada relajada: ─ el postre se ve muy apetitoso pero estoy bastante cansado, dejémoslo para otro día. Tú te lo pierdes, respondió la esposa, manteniendo el tono jovial. Se besaron en los labios, se abrazaron sin mayor intención que compartir un poco de afecto y en pocos minutos se rindieron al sueño.

En la mañana ayudó a preparar a la niña para el día de escuela, terminó de alisarle con la mano la camisa del uniforme y la acompañó hasta la parada donde la recogía el transporte escolar. Al montarse la niña se despidió: Bendición papi. Él levanto la mano, hizo un pequeño movimiento, y respondió: Dios te bendiga, hija.

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Como todas las mañanas llegó temprano al trabajo, ese día había una actividad especial. Todo el equipo había sido convocado a una reunión con el médico de guardia. A veces se propiciaban este tipo de reuniones para afinar algunos detalles, sobre todo cuando había alguna novedad en la jornada.

El médico comenzó su intervención: Tienen que saber que el tiempo máximo para la muerte por sofocamiento es entre 3 y 4 minutos, aproximadamente. Algunos sujetos pueden aguantar un poco más y otros un poco menos. Aquellos que tengan alguna condición especial, como problemas respiratorios, asma, alergias o problemas cardíacos pueden resistir un tiempo considerablemente menor. Tienen que estar atentos a las señales del sujeto y sobre todo, es muy importante que no pierdan de vista al reloj. Recuerden: tiempo máximo cuatro minutos.

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Mientras escuchaba las consabidas instrucciones pensaba en una palabra poco clara: las señales. No entendía a cuáles señales debía prestar atención. Dentro de sí murmuraba: pero si el sujeto está atado de pies y manos a la silla, si prácticamente no puede moverse, cómo me voy a dar cuenta que se va a sofocar con la cabeza metida en la bolsa plástica. Si ni siquiera se le puede ver el rostro oculto por la negrura del plástico. ¿De qué señales hablará el doc? Él, por su parte, a lo único que le prestaba atención era al segundero del gran reloj en lo alto de la pared.

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Subió a la sala donde estaba el prisionero, otro enemigo de la revolución, otro que se resistía a entregar fácilmente la información que se le requería. Pensó que ayer había tenido un descuido. Por un momento se volteó de espalda al reloj, estaba seguro que no habían transcurrido los cuatro minutos y sin embargo el prisionero falleció. No sentía ningún sentimiento especial por el enemigo fallecido, pero sabía que había perdido una oportunidad de obtener la información, y ese era el sentido de su trabajo. Para eso iba todos los días a cumplir con su tarea, para obtener la información, para prevenir cualquier pequeño acto de desestabilización del gobierno.

Entró al recinto, entrevió la cara asustada del sujeto que estaba atado a la silla, tomó la bolsa negra de plástico, la colocó en la cabeza inquieta, pasó una cinta de plástico a la altura del cuello y comenzó a contar los doscientos cuarenta segundos: uno, dos, tres, cuatro…

Gracias por su tiempo.

Fuente de las imágenes. I II III IV

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Voy a leerlo con detenimiento!!!

Interesante, lo que ha escrito tras inspirarse en La Muerte de Honorio es muy bueno. Saludos.

Un cuento impactante por su crudeza. Pienso que recoge la esencia de Miguel Otero Silva, esa sensibilidad donde el horror se llena de una cotidianidad que parece que todo esta revestido de normalidad. Hasta el título golpea por lo significativo que es en nuestra vivencia social

Tomaste como inspiración "La Muerte de Honorio"... tremenda responsabilidad. Sin embargo, puedo decir que tu cuento logró con magistral identidad concebir un relato donde narras en una suerte de cotidianidad extraordinariamente normal lo que acontece alrededor de un privado de libertad. Extraordinario el relato @irvinc. En esta publicación hay información relacionada a tu cuento: https://steemit.com/castellano/@reveur/cuentosypoesaeneltallerdeortografayredaccin-dxxresw0sw

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