¿Agricultura o música?

Yo nací y he vivido siempre en grandes ciudades. Nací en Caracas y viví en Berlín, en Moscú y un breve tiempo en Ciudad México. Lo cual me hace un ser urbano en mi totalidad y así me he sentido siempre. Además soy músico y artista en varios campos, pero muy alejado siempre de las labores que nos vinculan ancestralmente con la tierra, es decir su cultivo. Creo que nunca pase de hacer un germinador para la escuela.

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El cambio

Hace 20 años me mudé a una zona que, aunque está en la ciudad de Caracas, es zona boscosa, con parte de Parques Nacionales y cercano a una zona rural. En la parte de atrás de mi casa hay un jardín y una parte de parque, que aunque es nuestra no se permite construir, pues debe permanecer natural. Lo que sí está permitido es sembrar en ella.

Pero esa es una tarea que para un ser urbano como yo, no resulta una tarea fácil. Por supuesto que, al contar con un espacio como ese, uno enseguida se imagina como el perfecto agricultor, cosechando las más variadas y exóticas frutas, de un día para otro. Porque al fin y al cabo la cosa es sencilla: abrir un hueco, echar la semilla, tapar, echar agua y esperar los frutos... ¡Groso error! Ahí es cuando uno se entera que que por algo se llama agri-cultura, porque es una cultura de la cual seres urbanos como yo, no tenemos ni la más mínima idea. Y que por algo hay un refrán que dice: “zapatero a su zapato”, yo agregaría “agricultor a tu tierra”.

La renuncia

Fueron muchos los intentos de siembra: lechoza, naranja, mandarina, limón, mamón, plátano en distintas variantes, tomate, cebolla, y muchas más, pero no, ninguna se me dio. Con la que estuve más cerca fue con la auyama o calabaza, pero vino un jardinero con menos criterio que yo y le pasó la cortadora de césped sin la más mínima compasión.

Después de años de intentos, me rendí. Si, no soy muy dado a la rendición, pero entendí que como músico no me iba a resultar tan fácil entender todo lo de la alcalinidad de la tierra, sus composiciones y durezas y para que frutos está destinada cada una de las variantes; así como recordar el ciclo de la luna para entender en qué momento sembrar, en cual deshojar y en cual cosechar. Además de aprender todos los abonos que se deben o no se deben usar. Entender qué plantas se deben colocar juntas y cuales separadas, en fin, había llegado el momento de bajar de mi “conuco” y retomar las partituras, los arreglos y las composiciones y olvidar mi lado campesino o rural.

Pero no cabe duda de que es un mundo apasionante y que no hay nada más satisfactorio que tomar la fruta directamente del árbol. Es una sensación única y hermosa y nos sorprende al ver como la tierra nos regala los alimentos.

Pero yo he aprendido en la vida a tomar lo que la vida me da. Y, aunque no me resultó mi labor de cultivador de alimentos, igual mi “conuco” decidió premiar mi esfuerzo y ahora, sin dedicarle tiempo al trabajo de agricultura, varios de los árboles me dan regularmente sus frutos. Mango, pitanga, níspero y níspero japonés son los alimentos que de manera regular sacamos de nuestro propio patio.

Pero también las matas de cambur, que así se le llama en Venezuela a una de las variantes del plátano o banano, han decidido premiar lo que fue mi esfuerzo por mucho tiempo.

Hace más de dos meses apareció, por segunda vez ya, una flor en una de estas plantas, lo cual es el preámbulo de las frutas. Entre todo lo que había estudiado con anterioridad acerca del cultivo de esta mata, yo sabía cuando debía deshojar y los cuidados que debía tener. También estaba al tanto que estas plantas suelen irse de lado por el peso del fruto y que hay que colocarle estacas de apoyo y recursos similares.

Así que, sin prestarle mucha atención, la dejé hacer su proceso, cuidándola solo un poco.

Finalmente, ya se había desarrollado bastante el fruto y el peso hizo que la planta se doblara aún más, a pesar de los soportes que le coloqué, así que tomé la decisión de proceder a la cosecha.

La siguiente sección no requiere de tantas palabras, ya que las imágenes hablan por sí solas.

El punto es que primero se debe cortar la planta por el lugar donde se ha doblado, de esta manera ayudamos al fruto a bajar sin que se golpee. Luego procedemos a cortar el racimo.

Una vez puesto en un lugar seguro, donde dejemos que se seque la savia que sigue brotando después de cortar y donde podamos hacer un primer lavado con agua, pasamos al segundo paso con la planta. La cual consiste en cortar a la “madre”. Alrededor de esta planta madre se van formando hijos que serán los encargados de las siguientes frutas. Y así cada vez que una termina su función, se corta para apoyar a una nueva rama a desarrollarse para generar los nuevos frutos.

Después de cortar la madre desde la base, hay una forma de sacar de allí una “semilla”, lo cual consiste en sacar la raíz de esa madre y cortarles las partes que lo recubren hasta dejar lo con el aspecto de semilla, limpia. Esto se sembrará en una nueva ubicación.

Respecto a las frutas el siguiente paso es cortarlo en mano, que son los grupos pequeños de frutas, para que terminen su proceso de maduración.

Una vez adquieren su color amarillo, la fruta está lista para ser comida.

Cierre musical

Antes de este tipo de experiencia, el campo para mí era una referencia poética y musical como lo es en la canción de Juan Luis Guerra, "Ojalá que llueva café en el campo", que la dejo acá como aporte musical que no podía faltar en un post de un músico y no un agricultor... :-D