La docencia, una hermosa profesión ingrata

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Quizás el título suene contradictorio.

La docencia es una hermosa profesión que no cualquiera puede asumir, aunque fuera por necesidad. Ser docente requiere de carácter, pasión, ética y, ante todo, paciencia hacia los niños y hacia los jóvenes. Ser docente es ser un modelo ético, un modelo conductual en el que el niño y el adolescente se basan para comportarse ante la sociedad del mañana.  Ser docente es traspasar tu conocimiento, poco o mucho, a esa personita que podría ser el día de mañana tu doctor o el presidente de tu país. Ser docente es incluso ser un receptor de conocimiento al estar disponible a aprender de las nuevas generaciones.

Sin embargo, eso es solo un lado bonito, el lado de la experiencia personal. El lado que muchos docentes vemos diariamente... A la par del lado feo.

¿Cuál es el lado feo? Bueno, ahí cualquiera puede hablar como le fue  en feria. Mientras que para algunos ese lado feo no existe, para otros es tan palpable que te deprime. Ese lado feo que implica recursos económicos, para ser exacta.

Como ex docente, yo he visto ambos lados de las cosas; me he sentido agradecida hacia mis alumnos, quienes me enseñaron los pros y los contras (más de este último) sobre el uso del celular en el aula, cuál es la importancia para ellos de saber y conocer lo que les rodea, y cuáles son sus sueños e inquietudes respecto a un país en donde nada está garantizado. No obstante, como ex docente he visto también el desinterés de ciertos representantes de los altos mandos (dueños de la escuela) en sacar de las instalaciones a un grupo de estudiantes muy agresivos que, a la larga, resultarían un peligro para todos, y sí ponerse de parte del grupo que propició el conflicto.

Peor aún: Me he dado cuenta cómo mis compañeros, quienes llevaban casi 2 años laborando, ser despedidos sin argumentos para dar cabida a maestros que puedan ser manipulables y que no protesten respecto a la miserable compensación económica que el plantel otorgaba (muy típica, por cierto, de la mayoría de los planteles privados). Y muchísimo peor: Que despiden a maestros que proponen, que tienen ideas y que defienden esas ideas debido a que creen y sienten que es lo mejor para sus alumnos.

Mi caso fue por la última categoría.

Increíble que, apenas laborando medio año ahí, me despidieran. ¿Las ideas que son causa de mi despido? Fomentar un estudio más crítico de la historia partiendo de la actualidad y yendo lentamente hacia atrás.

Sí, suena una locura y muy complicada, cosa comprensible para los historiadores que están acostumbrados a estudiar la historia del pasado al presente. Sin embargo, mi propuesta, que al principio fue una idea entre una colega de carrera y yo, obedece al contexto de la escuela. Obedece al contexto de que a los jóvenes les interesa el ahora, no el pasado; obedece al contexto de que las nuevas generaciones no ven a la historia como algo necesario para prevenir que se cometan los mismos errores que nuestros antepasados.

Defendí mi punto de la manera más respetuosa posible, sin ninguna intención de convencer de que se haga. Lamentablemente, la institución gubernamental a la que fui enviada para la "capacitación" me tildó de rebelde por exponer un caso que sucede en muchas escuelas a lo largo y ancho del país, tanto así que, cosa rara y absurda, llegó a oídos de la directora (aunque sospecho lo contrario). Y para la escuela, que hasta no hace unos días representaba, eso es darle una mala imagen para la captación de clientes, perdón, alumnos.

O ese fue el argumento que me dijo la tutora hace unos días cuando me citó en su oficina, argumento que, ella reconoció, era una estupidez habiendo visto el buen trabajo que he hecho el semestre pasado. Sobre todo porque vio en mí a alguien muy apasionada en la defensa de las ideas y a alguien que, con profesionalismo, sabe tomar las cosas como vienen.

Debo decir que la tutora, en confianza, esperaba que me enojara. Le sorprendió, hasta cierto punto, que tomara las cosas con demasiada naturalidad. Al respecto, le dije que yo tomaba las cosas como venían, y que, siendo franca, ya sospechaba la situación por el tono nervioso del día anterior. Ni me iba a poner a pelear con ella ni con nadie, ni iba a hacer shows. Simplemente decidí actuar como profesional hasta el final. Por supuesto, con la salvedad de que yo misma estaba meditando en renunciar a esa escuela en protesta por los despidos injustificados de mis compañeros, cosa que al final me hicieron el favor.

A todo eso, le señalé que si me han visto en la capacitación como alguien engreída, estaba en el capacitador en llamarme aparte, devolverme el CD y decirme que no podían aceptar mi propuesta. Cosa que jamás hizo el individuo en cuestión, naturalmente.

Todo esto me dejó con satisfacción y tristeza. Satisfacción porque mis alumnos, especialmente los de tercero, vieron en mí a una amiga. Tristeza, porque la educación definitivamente se ha convertido en un negocio muy lucrativo al punto de anteponer su amor al dios dinero por encima de la ética. Así mismo, me dejó con una gran lección: Nunca esperes profesionalismo en una institución de gobierno. 

¿Que qué haré ahora? Juzgando por cómo se manejan las escuelas ahora, en donde tienes que besarle el culo a medio mundo si no quieres perder tu trabajo, estoy contemplando dos cosas: O abrir un canal de Youtube,  ponerme a grabar contenidos tipo Academia Play de manera breve y sencilla, o regresar al freelancing y juntar dinero para ver si me logro colar entre los voluntariados a Estonia.

Ya veré.

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