Relato: El fin de la tregua
Eran las primeras horas de una hermosa mañana de abril del año 1.243. La naturaleza asomaba con la fuerza de la primavera tras dos días de lluvia. El ambiente claro permitía ver los reflejos lejanos de la luz solar incidiendo en las gotas de agua que aun retenían los arboles en sus hojas. Como miles de espejos, los destellos acompañaban la orquesta de pájaros que con sus cantos mezclados creaban una melodía sobre la cual bailaban al unísono los cultivos de cereal. Campos vacíos en un paisaje bucólico; mientras en el interior de la ciudad amurallada un rumor y una tensa espera precedían la salida de la reina. Cuando hizo su aparición en lo alto de la escalera del palacio, pueblo y ejército enmudecieron. Su admirada general en jefe apareció radiante como el día, solemne como el momento y poderosa como el cargo.
Bajó solemnemente la escalera, al pie de la cual le esperaban los cuatro generales para darle las novedades de la tropa. Tras escuchar sus explicaciones rutinarias, se dispuso a pasar revista a las tropas formadas en la explanada del palacio. Se hizo el trámite en un silencio sepulcral. Al finalizar y dar el visto bueno con un leve movimiento de cabeza, sonaron las trompetas y el pueblo estallo en vítores, gritos y lloros.
El general del primer ejercito clavo la rodilla en el suelo, frente a la reina y pidió permiso para partir a la batalla. La reina agradeció públicamente el gesto y le hizo entrega de una de las 4 únicas espadas de acero que existían. La voz del general atronó en el patio y el primer ejército empezó a desfilar saliendo por la puerta principal de la ciudad. La ceremonia se repitió tres veces más en medio de una gran algarabía y cuando el final del cuarto ejercito ya abandonaba la ciudad, la gente subió en desbandada a las murallas para desde allí despedir a sus hombres.
La reina a toda prisa entró en el palacio y escalera tras escalera, a la carrera, llegó a la torre más alta de la fortaleza, ya sin resuello. Unos segundos para recuperar el aliento y se asomo al espectáculo de las columnas marchando y levantando nubes de polvo. Vio como el cuarto ejercito rodeaba la ciudad para marchar al norte donde se encontraba el puerto, mientras el tercero había abandonado el camino principal y se dirigía al este por uno secundario. Los dos primeros marchaban uno tras otro, ya a la altura de los cultivos más alejados, la cabeza del segundo ejercito empezó derivar hacia el oeste por un paso entre los campos de cereal.
En ese momento cada ejército, ya solo, encaraba su destino y los cuatro unidos llevaban el futuro de su pueblo. Sintió la reina un vacío en su estomago. Habían sido unos días de fiesta. Las familias unidas, los novios festejando, los amigos en las calles y las tabernas. Alegría por doquier. Era fiesta todavía, pero en los planes militares estaba aprovechar el efecto sorpresa. Aun faltaban unas horas para el fin de la tregua, pero el plan era presentarse ante las puertas del enemigo a la hora justa del fin de la tregua.
La reina sentía que había robado unos instantes de felicidad a unos muchachos, que quizás, no podrían recuperar ese tiempo que entregaban al reino. Sintió tristeza al pensar en aquellas personas que llorarían la pérdida de sus seres queridos y a pesar de ello, abajo el pueblo gritaba emocionado a sus soldados y agitaban pañuelos blancos para hacerse visibles en la distancia.
De inmediato la joven reina quiso hacer lo mismo y se percato con horror que no tenía ningún pañuelo blanco ni tiempo para ir a buscarlo, pues en unos pocos minutos las tropas ya no alcanzarían a distinguirla. Así que, sin vacilación ninguna, introdujo sus manos bajo la larga falda y en un instante, la radiante prenda intima blanca de seda, recorrió la bajada vertiginosa de sus largas piernas para, un segundo después, ondear en la mano de la regente.
Una sonrisa se dibujo en los ejércitos, si había que dejar este mundo lo harían con el hermoso recuerdo de las mieles que disfrutaron con sus parejas y pensaron al unísono que la batalla y el cenit amoroso vienen precedidos de una placentera y enervante sobrecarga de adrenalina.
1.- https://maitediaz.wordpress.com/2010/04/30/francia-el-campo-en-primavera/
¡Jajaja! Es un gran gesto de despedida, perfecto para recordar el hogar :P
¿Te imaginas a Trump despidiendo así a su ejercito? ¡ganas de no volver!¡Jajajajaja!
Ja ja ¡buen relato Valki! Qué imagen fuerte la que quieres dibujar en nuestras mentes ja ja Trump. Un saludo.
Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado. Lo de Trump yo creo que lo podría hacer sin manías, porque hoy día todo es una comedia.
Votado y seguido
Muchas gracias socio, voy a aprovechar para leer tu blog
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