Continúo en este artículo con la crítica de la novela 2001: Una odisea espacial que empecé aquí.

No era mi intención hacerla tan larga, pero me apasioné escribiendo sobre la primera parte del libro y al final tuve que dividirla en varias partes.

La segunda parte empieza tres millones de años después de donde lo dejamos en la primera. Un salto temporal que marcará también el inicio del nuevo salto evolutivo del ser humano. Desde el punto de vista literario, esto me parece brillante. Cómo el tiempo salta en la historia, para cambiar los personajes, la situación de la vida en la Tierra y nos prepara, poco a poco para lo que está por venir.

En este punto, la historia nos sitúa en el año 2001, recordar que el libro se escribió en 1968, por lo que 2001 se plantea como un futuro mucho más avanzado del que fue en realidad ese año. En la novela el ser humano tiene bases en la Luna y viajar hasta allí desde la tierra es como coger un avión hoy en día.

A pesar de que aquí se plantea un misterio que sólo un puñado de científicos conoce en toda la Tierra. Esta parte se me hizo un poco lenta y fue la menos emocionante de la novela, a pesar de que yo, como lector, estaba deseoso de conocer qué es lo que se estaba guardando con tanto secreto.

Lo que es más increíble de esta parte es cómo, a pesar de que el hombre aún no había llegado a la Luna, Clarke describe detalles de estar sobre su superficie con un lujo de detalles pero que muy acertados. Me llamó la atención cómo presenta a una niña pequeña que por el hecho de haber nacido en la Luna, es mucho más alta y su complexión es mucho más alargada que la que correspondería a una niña de su edad, debido a la menor fuerza gravitatoria. Detalles asi le hacen a uno sumergirse en el relato sin plantearse si la propia ciencia ficción de la novela se sostiene o no, porque es tan sólida que le sirve a uno como una autopista por la que disfrutar de la mejor conducción.

El gran secreto

Finalmente descubrimos el gran secreto, ese por el que todos están tan preocupados como aterrados. Porque, una vez más, cuando el ser humano no entiende algo es invadido por un terror difícil de erradicar.

Han descubierto un monolito enterrado a varios metros de profundidad en la superficie lunar. Lo más perturbador de todo es que ha sido enterrado, por lo que se deduce que ha sido colocado allí deliberadamente. Pero junto con ese dato, hay otro que hace que todo adquiera unas dimensiones difíciles de imaginar. El monolit lleva allí tres millones de años. Por lo que no sólo es una locura aventurarse a descubrir quién puso eso allí, sino que lo hizo hace tanto tiempo, que las posibilidades escapan a nuestra imaginación.

El lector entra, junto con los personajes, en una espiral de pensamientos tan emocionantes como abrumadores. Y esto, amigos míos, es precisamente unas de las características de la ciencia ficción con las que más disfruto. Jugar con el cubo Rubik de las posibilidades, todas ellas basadas en hechos tan insólitos como los que la ciencia ficción puede ofrecernos. Es un hecho que ya no somos los únicos seres inteligentes en el universo, un argumento completamente absurdo, por otro lado. Por supuesto que no estamos solos. El monolito demuestra que hay alguien más ahí fuera, pero sin embargo no sabemos nada acerca de ellos, ni siquiera sabemos cómo ni dónde encontrarlos. La aventura está servida.

Me parece absolutamente genial que mostrando únicamente un prisma sobre la superficie de la Luna, Clarke consiga presentar un torrente de ideas y reflexiones que le empujen a uno seguir leyendo pase lo que pase.

Pioneros en el espacio

El corazón del lector vuelve a galopar de nuevo cuando el monolito, consciente de que el ser humano lo ha descubierto, pone en marcha el mecanismo para el que había estado esperando tres millones de años. Entonces envía una señal que conduce a Japeto, una luna de Saturno. En este momento todos queremos ir allí a saber lo que significa todo lo que está ocurriendo, y tal y como nosotros sentimos ese impulso, la humanidad, en la novela, reacciona de la misma manera.

Hay que tener en cuenta que un viaje tripulado de la Tierra a Saturno no es un paseo por el parque. De manera que se fleta una nave, la Discovery One. La nave más moderna que la humanidad ha creado jamás, construida exclusivamente para llevar a cabo esa misión. La nave lleva a bordo una computadora con la inteligencia artificial más vanguardista. Esa computadora responde al nombre de HAL 9000.

Aquí seremos testigos de lo perturbadoras que pueden ser las relaciones entre los humanos y las máquinas inteligentes, desde el punto de vista psicológico. Se abre por tanto un debate sobre la inteligencia artificial y cómo ésta es capaz de cualquier cosa con tal de cumplir los objetivos para los que ha sido programada. Los conflictos morales y éticos son expuestos de forma majestuosa, llevando al protagonista a contemplar los horrores más desgarradores a los que un hombre puede enfrentarse en su viaje por el espacio.

Nos enfrentamos aquí a los inimaginables peligros que hay en el espacio. Uno quizás no es consciente en un primer momento de lo arriesgado que es estar en una nave espacial. El vacío del espacio es el lugar más violento, letal y voraz que el ser humano pueda imaginar. Un lugar sin materia, sin presión, con una temperatura de 270º C, sólo tres grados por encima del cero absoluto, la temperatura más baja posible, a la que las partículas subatómicas se detienen. La diferencia de estar dentro o fuera de la nave es la de vivir o la de morir casi instantáneamente. Y las posibilidades de que una nave sufra daños que comprometan la vida de sus pasajeros es más alta de lo que imaginamos, sin hablar del problema de la radiación. Clarke expone muy bien estos hechos y nos transmite con acierto la fragilidad del ser humano fuera de la Tierra. En el espacio, el ser humano no es nada.

La computadora HAL 9000 será la encargada de complicar la vida de los pasajeros de la nave, convirtiendo el viaje mejor planificado de la humanidad en una pesadilla. A pesar de todo, el instinto de supervivencia logra llevar al protagonista hasta las inmediaciones de Japeto, en donde el tercer monolito está esperando al ser humano. Desgraciadamente, Bowman, el protagonista y único tripulante de la nave a esas alturas del viaje, es consciente de que ya no puede volver a la Tierra, debido a los problemas que esta ha sufrido. Ante esta devastadora realidad lo único que le queda es aproximarse hasta el recién descubierto monolito, que resulta ser de varios kilómetros de altura.

Nos lanzamos de cabeza a la parte final de la novela, mi parte preferida junto con la primera. Pero como no quiero extenderme mucho de nuevo, dejaré esta última parte para el próximo artículo.

Espero que os haga gustado el presente post y os anime a leer el siguiente.

Un saludo.

Fuente de las imágenes

Un artículo original de @trenz