El Busto.

En la calle, dos grandes agujeros forman una línea precisa que ayudan a perpetrar los peores daños a esos vehículos que se trasladan del Norte al Sur por la calle principal de Miraflores.

La señora Lola, agarra por el brazo al niño para que no se inmiscuya entre los curiosos. Completamente doblada se mece la puerta del copiloto sobre la alcantarilla que, en ciertas épocas del año, reciben las violentas aguas que se desplazan entre las calles Las Acacias y Los Apamates. Los fragmentados vidrios se expanden a tres metros del lugar. Por cierto, la inspectoría del tránsito aún no llega, menos mal que no hubo heridos.

Estar presente en el momento del hecho me obliga a deducir quien tuvo la culpa, sin embargo, al decirlo, les mentiría. Sucedió todo tan rápido que en un solo pestañar, la acción había acontecido. La lentitud de esas acciones se divisa en mi mente, trato en estos momentos de indagar nuevos recuerdos, para llegar a una estricta conclusión.

El gato blanco con lunares de diferentes tonalidades entre la cabeza y el rabo, lo llama “Camarón” pertenece a Marta la ama de casa de la esquina, el felino domesticado merodea sigilosamente su presa, ejecuta fielmente su danza rutinaria, una cacería obligada por el instinto animal – Lo pienso así -. Se detiene; hace un salto audaz, proyectándose perfectamente sobre la Lagartija que algunos niños llaman machorro, cuyo cuerpo termina perforado sin clemencia por filosos colmillos, el larguiducho animal se retuerce de dolor. Me es imposible ayudarlo.

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Con el centelleo de sus pupilas Camarón celebra la caza, su presa en la boca lo confirma, se aleja indiferente del pequeño choque, porque no es de su incumbencia.

Poco a poco van quedando los vehículos solitarios, y el sol se apodera de las pieles presentes, quemándolos como a mí, a pesar que estoy acostumbrado a ello.

Mi estadía es fiel al lugar, las casas, el colegio, las lluvias, los veranos, las noches y los días, me generan infinitas reflexiones. Es poco especulativo decir, que puedo estar aquí todo el tiempo, inocente de muchos actos de blasfemias. No duermo, aunque descanso como cualquier Ángel del cielo.

Puedo recordar días llenos de anécdotas, travesuras y aventuras, ya que esto para mí es un refugio de mucha placidez. Coexisto con todo el mundo.

El botiquín cierra sus puertas casi al amanecer, mientras Pedro (vendedor de seguro) pestado a licor me mira, se presina, introduce su mano derecha en el bolsillo, como practicando un rito malévolo, saca un centavo tirándolo a mis pies, convertidose en un incrédulo padre del licor.

A veces, me presto a los mítines, escuchando juntos a los asistentes una diversidad de opiniones, locas y absurdas. Huelgas infantiles, pero todos comienzan ahí, conozco a cada uno de ellos, me declaro escaparate silencioso de sus maldades.

Hoy, Camarón de nuevo se acerca, sin presentir mi estancia, cauteloso busca la siguiente presa, veo una flacucha lagartija desde aquí, aunque en ésta oportunidad no tuvo la suerte de días anteriores, sale despavorido por los gritos de Marta, lo busca como loca obligándolo regresar a su casa.

Los viernes, sábados y domingos son para compartir con desmerecedores residentes, se sientan a mi lado, acompañándome hasta la entrada de los primeros rayos de luz del siguiente día, luego descanso y en las consecuentes semanas emprendemos las mismas rutinas.

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La noche del jueves pasado, recibí la visita de Don Chava, el repartidor de leche, dejó su bicicleta y apresurado me buscó, arrimándose con cierta cautela, miró para todos lados, sacó su manguera precoz mitigando cascada de orine sobre mi aposento, quise evitarlo, pero no supe cómo hacerlo, deseé caraquearlo, perseguirlo, el señor no lograba percibir la furia que reventaba mi piel.

Esa noche, fatigado hice el intento de dormir, y fue una locura, la acción me llevo a lo peor de mis temores, despertar lleno de coronas con flores secas uniendo el cuello con los hombros – ¡ah carajo! – que indolentes humanos, respetar es imposible en estos tiempos. Para olvidarme de ellos, solo busco recordar los sonidos de algunos instrumentos musicales, serenateando la celebración de algún prócer de la patria.

Hoy cuando la luz abraza los techos, divisé la entrada de un grupo de trabajadores emprendiendo su tarea matutina, la remodelación de mi entorno, escaleras, cementos, pipas llenas con agua, arena, entre otros, adornan estratégicamente a mi entorno, no puedo luchar contra ellos, sólo espero plasmado. El tiempo mostrará un choque en la esquina, los hijos de Camarón persiguiendo a los hijos de las lagartijas, un nieto de Pedro tirándome centavos y otro personaje como Don Chava expélanlome su orine sin contemplación.

En la actualidad el concreto refuerza mi valor, al terminar sus labores.

Miro plácidamente la Plaza… Fuente de la imagen

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J.R.M.(@siondaba)

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Gracias por leer mi propuesta para el concurso organizado por @fuerza-hispana, espero haya sido de su agrado, los invito a tener la misma experiencia y compartir excelente iniciativa Aquí

Hasta la próxima

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