"Lethaeus" [novela original de fantasía, capítulo segundo]

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Imagen propiedad de @seifiro

Capítulo primero

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Se encontraba tecleando impasible. Lo único que sonaba en toda la habitación era el sonido de la máquina de escribir. Si había algún sonido de la naturaleza, como el del gato que de vez en cuando rondaba por los alrededores maullando, o hurgando de entre los restos de la comida en el basurero, este no podría ser escuchado en ninguna dimensión. Como tampoco el ulular de los búhos o el canto de los grillos. Quizá sí pudiera escuchar algún trueno distante que rugiera con fuerza imponente como si fuera el mismísimo dios del trueno quien quisiera despertarlo de su letargo de escritor, pero no era el caso, no estaba lloviendo en ese momento siquiera. El tintineo rápido y continúo de las teclas al mecanografiar continuaron incesantes. Brandon no había advertido entonces que en ese mismo instante, detrás de él había una sombra oscura y enorme que lo miraba detenidamente, con una mueca de odio cada vez más clara y más palpable en su rostro. De súbito, esa sombra posó su mano firme en la nuca del escritor y con un movimiento, golpeó la cabeza de Brandon contra la mesa. Brandon no gesticuló ninguna respuesta, ningún sonido, ninguna palabra salía de su boca. Simplemente respondió con reincorporarse firmemente ante la máquina de escribir, cual caballero toma su espada luego de caer para así proseguir en el combate. La respuesta de la sombra, masculina por cierto, fue tomarlo de la cabeza y jalar la espesa caballera del escritor, obligándolo a voltear para que le viera directamente el rostro.

— ¡Deja de escribir eso de mí, miserable!—dijo la sombra que ya no era una sombra sino un hombre muy fuerte, de musculatura digna de un guerrero parado frente a él, sosteniendo su cabeza con una sola mano.

—Cedric—dijo Brandon, mirándolo detenidamente al rostro. Le dolía el cuero cabelludo por la fuerza que estaba empleando para tenerlo sujeto. —Pensé que ya habías aceptado tu destino, por tu bien y por el bien de «Cólera de dragón»—agregó. En ese momento, Cedric lo soltó. Por su parte, Brandon, de forma mecánica, volvió a reincorporarse frente a la máquina de escribir, tronando sus dedos para seguir haciendo música y palabras.

— ¡Que te detengas, por todos los infiernos!—exclamó, encolerizado. Se había alejado unos metros de Brandon para comenzar a caminar por la sala. Su apariencia era draculeana, es decir, tenía un rostro con rasgos finos, ojos profundos y claros de color lila y un cabello largo que caía como una cascada por la espalda ancha y musculosa. — ¿Deseas matarme porque soy el villano de tu historia, pero con qué propósito si tus héroes también han cometido fechorías?—preguntó con tono inquisitivo.

—Eso lo sé, Cedric—respondió el escritor. —Pero tú eres demasiado peligroso como para permanecer más tiempo en este mundo. Pero quédate tranquilo, no morirás en esta página que estoy escribiendo ahora, sino dentro de dos más. Conmigo tengo las notas de cómo todo esto va a suceder (tomó una libreta de notas, la sostuvo en sus manos sin voltearse a mirar a su atacante, solo se limitaba a seguir escribiendo). La respuesta en cambio de Cedric fue saltarle encima y quitarle el cuaderno de notas. A continuación, con la fuerza de sus manos lo rompió en dos con extrema facilidad, como si de una hoja simple se tratase. Arrojó el cuaderno roto lejos. —No hay nada que puedas hacer, Gingko, escritorzuelo—dijo con voz triunfal al escritor que no dejaba de hacer su trabajo. La máquina de escribir emitió un sonido, y Brandon solo colocó otra hoja. —Estás desesperado—respondió el amargado ermitaño. Cedric se llenó de una ira incontrolable la cual transformó en una bofetada directa al rostro de Brandon. El escritor se paralizó un instante y una mueca de satisfacción se dibujó en el rostro de su atacante. Menos de un minuto después Brandon regresó a su posición de escribir y tecleó y tecleó.

—Si me matas, simplemente tendrás una historia donde el bien triunfa sobre el mal—le dijo el arrogante villano.

—Te equivocas. Si te mato, tendré una historia donde unos personajes patéticos, cuyas vidas fueron destrozadas directa o indirectamente por ti, con el paso de los años y de haber sopesado sus pérdidas, lograron destruirte—respondió Brandon, escribiendo, sin mirar hacia él, solo con la mirada fija en la máquina de escribir. Pareciera esto más bien un espectáculo Shakespeareano. —O bueno, es solo tu primer error—agregó.

—« ¿Mi primer error?» ¿Qué quieres decir, bastardo? Yo soy Cedric, el rey de Gamma. No cometo errores.

—Tampoco es que tú seas la fuente de todo el mal en el mundo de Gamma, es más, eres un peón sin saberlo. Un peón poderoso, sí, pero al fin de cuentas, solo eres eso, un peón. La forma en que morirás para tu pesar, será tan patética que, incluso el poderoso Cedric, el rey loco, el maldito que todos odian, todos solo te tendrán lástima pero jamás dejarán de sentir asco por ti desde el poniente hasta el oriente de todo el mundo.
El rostro de Cedric era una máscara frívola, llena de odio. Sus ojos de color lila estaban ardiendo. Parecieran dos amatistas dentro de una hoguera. Hizo un carraspeo y puso sus manos en el cuello de Brandon y comenzó a apretar con fuerza. Quizá bastaría menos de un minuto para que pudiera aplastarle el cuello hasta llegar a la tráquea con la fuerza de sus enormes manos, pero en vez de eso, Cedric pegó un grito de dolor y soltó al escritor. Llevó una de sus manos en el ojo derecho, el cual ahora solo era un poso de sangre que emanaba de color purpurea y emanaba como una fuente por su rostro, cayendo en gotas gruesas por su mentón, manchándole la ropa al desgraciado y el suelo al ermitaño.

— ¡Maldito seas, escritor de boñigas, como te atreves!— dijo para luego caer al suelo con un dolor enorme y demencial en sus piernas.

—«Habían rodeado al rey loco en todas direcciones Los Cinco con sus arcos. Annie disparó una flecha la cual asestó directamente en el ojo de Cedric. Mientras que las flechas de Laura y Mihael dieron directamente en las pantorrillas, tumbándolo. El muy cobarde comenzó a pedir por piedad. Una piedad, una puta misericordia que no se merecía. Entonces la flecha de Jon se clavó directa en el corazón de Cedric»—rezaba Brandon, de lo que había estado escribiendo. Ahora el rey peón estaba tumbado en el piso en ese momento. Brandon prosiguió cuando entonces un sonido como el del vidrio al quebrarse lo sacó de súbito de su fantasía, como cuando una pesadilla nos despide de nuestro sueño.

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