El Mercader

En 1892, día de mercado como todos los miércoles. Santiago ponía su puesto de ungüentos y hierbas aromatizadas. Sus cosméticos eran muy conocidos por la efectividad de rejuvenecer, entre la clase media-alta.

En el periódico local, en las últimas noticias del pueblo. Habían desaparecido dos niños de unos 5 años de edad. El pueblo estaba escandalizado por aquel suceso y tenían sed de venganza. Organizaron grupos de búsqueda, que duraron una semana pero no hubo éxito. Pero una vez al mes, desaparecían entre uno o dos niños por aquellas cercanías. Los vecinos ya no dejaban salir a sus hijos a la calle, por miedo a que desaparecieran.

Con la imposibilidad de encontrar niños para sus atrocidades, empezó a buscar entre prostitutas que estuvieran entraditas en carne, pues más grasa corporal podrían extraerles.
Por suerte para él, al ser mujeres de la mala vida, tardarían en echarles en falta, por lo que le daría más tiempo para seguir matando, hasta ser descubierto. Le fue bien durante años y ganó mucho dinero.

Un joven médico de la localidad, tenía curiosidad por saber la composición de los ungüentos, compró un tarro y lo analizó en su pequeño laboratorio. Averiguó que estaban compuestos de grasa humana, cera de abeja y aceites esenciales de hierbas aromáticas.

Escandalizado lo denunció para que fuese investigado el origen del contenido de esos tarros. Santiago fue encarcelado hasta que saliera el juicio, por no querer explicar el contenido de los ungüentos.
No se llegó a celebrar el juicio porque la gente adinerada no querían renunciar a sus bálsamos.y sobornaron al Juez para que lo dejase en libertad, con la condición de que no podría volver a ese pueblo.

Una mañana encontró a un niño bien vestido y no pudo controlar su instinto asesino. Tenía tanta sed de sangre infantil que eso no le detuvo, lo secuestró y se lo llevó a su granja. Lo abrió en canal, le extrajo toda la grasa que fue colocando cuidadosamente en tarros de cristal, vendió sus órganos a médicos con trayectorias cuestionables, los huesos fueron descuartizados y triturados, sirviendo de comida a los cerdos que tenía en su corral.

Al día siguiente, compró el periódico como todas la mañanas y su rostro empalideció, acababa de ver que había llegado su hora. Su sentencia de muerte sino salía de allí, a toda prisa.
Pues el niño que había secuestrado era el hijo del Juez.
Fue detenido en el pueblo de al lado cuando intentaba huir, escondido en una carreta cubierta paja. Lo apresaron hasta el día de su juicio, fue sentenciado a morir apedreado y ahorcado en la plaza del pueblo.

Su hermana viendo, lo bien que le había ido a su hermano económicamente. Se trasladó al sur de España, donde empezó a cometer sus primeras atrocidades y a preparar sus propios ungüentos.
Nunca pudo ser juzgada por otros niños desaparecidos. Fue más inteligente que su hermano. Ella tenía dos amigos que le llevaban los niños hasta una cueva a las afueras de la ciudad. Donde hacía sus atrocidades y hacían cultos al diablo. Donde sellaban las ceremonias con sexo, pintando sus cuerpos de sangre para que los espíritus del mal, los protegieran.

A día de hoy, se desconoce la fecha de su muerte de ella. Sólo quedaron rumores y leyendas, en las que se dice que los dos amigos extasiados por consumo excesivo de alcohol, entregaron a su amiga como sacrificio para que acallar las voces del espíritu del mal. Decidieron emprender caminos distintos para no levantar sospechas. Sin saber que las voces del mal, nunca les abandonaría.

Relato original, Sashas.

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